Violencias y precarización. Gabriela Bard Wigdor

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lo público-colectivo: “preguntarse por el tránsito que lleva del yo al nosotros, o a la inversa, un nosotros no como simple sumatoria de individualidades, sino como articulaciones capaces de hegemonizar algún valor compartido respecto al eterno imaginario de la vida como plenitud y realización” (Arfuch, 2002: 66).

      Anclaje. El espacio vivencial

      El segundo aspecto, ligado a intencionalidad, es la “actitud natural” definida como la manera en que desde el primer momento el individuo se coloca en el mundo, y en la cual permanece mientras se maneje en el ámbito de la vida cotidiana (Rodríguez, 1993). Es a partir de esta actitud natural que el sujeto reconoce el mundo y lo considera absolutamente real, coherente e incuestionable. Sumado a ello, estar en el mundo presupone también la existencia de otros individuos similares a mí, con quienes comparto un escenario específico, naturalizado, y que, a partir de ello, se constituye el carácter intersubjetivo de la vida. En general, la actitud natural es resultado de una lógica pragmática, es decir, el individuo enfrenta una multiplicidad de situaciones, en relación a un nosotros-otros, que deben ser resueltas con la intención de continuar con el curso normal de la vida.

      Como mencionamos en el apartado anterior, el relato biográfico muestra un abanico de multiplicidades en la producción subjetiva juvenil en contextos de precariedad creciente. Las violencias que enfrentan los y las jóvenes en sus diversas manifestaciones, son experimentadas en los espacios cotidianos que constituyen sus mundos vida, desde donde tejen el sentido de sus vidas en relación a un nosotros-otros. El barrio, por ejemplo, es resultado de trayectorias de vida común que van definiendo relaciones de pertenencia, así como de diferencia, en un nosotros que constituye el sentido de pertenencia en torno al lugar. Al respecto, la “actitud natural” con la que los individuos, en este caso los jóvenes, asumen un mundo existente sin dudar de su realidad, da cuenta de cómo las violencias han penetrado en sus rutas biográficas, aferrándose como una continuidad natural de la que no existe escapatoria posible. Cómo las perciben, así como las representan, está sujeta a toda una configuración intersubjetiva de la experiencia, que es común a aquellos con quienes comparten un lugar en particular, y que asumen son condiciones dadas de las cuales no es posible salir o desvincularse.

      Mediación. Lo micro devela lo macro

      Nuestra intención gira más en el sentido de la mediación, no tanto de la integración. Es decir, centrar una mirada microsubjetiva al estudio de las prácticas juveniles focalizada en el relato biográfico, plantea una trayectoria interpretativa que si bien encuentra elementos de andamiaje con fenómenos ligados al enfoque macroestructural (pobreza, marginalidad urbana, violencia institucional, violencia de género, narcotráfico, etc.), estos adquieren relevancia y se articulan desde la propia experiencia juvenil (véase figura 1).

      A partir de la última década del siglo pasado, la irrupción de la subjetivación (Reguillo, 2000) se coloca nuevamente en la escena de la investigación social, centrado en el actor social como lugar privilegiado para el análisis y la comprensión de la vida social. En este sentido, la académica Rossana Reguillo sostiene: “la apropiación e interpretación que realizan los actores sociales de las condiciones objetivas del mundo, no representa solamente un tema, sino constituye más propiamente dicho un enfoque o un lugar metodológico desde el cual interrogar lo social” (2000: 52). En este sentido, la apuesta por el relato biográfico constituye una ruta clave para comprender, desde la propia mirada y experiencia juvenil, cómo se han ido configurando procesos densos de precarización ante escenarios marcados por diversos fenómenos de violencia.

      Apostar por esta mirada en torno a la dimensión subjetiva, permiten entender a lo social de manera dinámica y a partir de una diversidad de lógicas de negociación y adscripción, que dan cuenta de un lugar situado históricamente constituido. Es decir, “el desafío consiste en penetrar hermenéuticamente en las estructuras cognitivas y afectivas de los actores sociales para encontrar ahí la presencia

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