La democracia amenazada. Paz Consuelo Márquez Padilla

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La democracia amenazada - Paz Consuelo Márquez Padilla

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se enfocan no en las masas sino en las elites para comprender qué tanto poder real tienen estos grupos y si eso puede o no tener un efecto en las instituciones democráticas.

      7. El estudio de la revolución de internet y de las redes sociales: Twitter, Facebook, Facetime y sus efectos en la democracia. Algunos autores se centran en buscar sus áreas de oportunidad para expandir la democracia, pero también hay otros que avizoran lo perjudicial que pueden ser al producir respuestas instantáneas sin el debido proceso de deliberación. Varios estudiosos de la temática han encontrado que las redes sociales propician un gran aislamiento de los diferentes grupos, un alto grado de polarización social y una significativa carencia de empatía.

      Como vemos, son muchos los puntos y perspectivas por considerar dentro de nuestro paradigma con el fin de que nos sirva tanto para poder analizar los casos de democracias concretas, como para expandir nuestra propia visión en este campo. Pasemos ahora a los grandes autores que se han interesado por este tema y a los aspectos que han querido resaltar como elementos fundamentales de la democracia. Comprenderemos que en realidad a la fecha no existe una concepción o modelo único de democracia, como algunos estudiosos pretenden argumentar. Consideramos que más bien contamos con un gran paradigma que incluye una serie de concepciones, y que cada una de ellas puede o no ayudarnos a contestar el sinnúmero de preguntas que nos hacemos cuando pensamos en la democracia. Toca a cada investigador argumentar por qué considera que esta o aquella concepción es la más adecuada. Lo cierto es que observamos que los acontecimientos recientes nos han mostrado que la trayectoria hacia el sistema democrático ideal no es una línea recta. Más bien se producen avances y retrocesos, razón por la cual toca a los investigadores también encontrar permanentemente cuáles son las condiciones, las instituciones y la intensidad de la participación democrática. Hay instituciones que al traicionar sus propias metas se vuelven poco efectivas o pierden legitimidad, por lo que los defensores de la democracia siempre tenemos que estar evaluando las instituciones democráticas para transformarlas o reconducirlas hacia una mejor dirección. Todas son perfectibles, pero finalmente son ellas las que nos pueden proteger de líderes iluminados que creen tener una idea clara de lo que debe ser el bien común, por mejores que sean sus intenciones. Una concepción de democracia más sofisticada exige una discusión entre la mayor parte de la población para consensuar el bien común y que no sólo se considere la opinión de la mayoría sino que se tomen en cuenta los intereses de los que están en contra de una decisión. La mayoría puede ser solamente la mitad más uno, por lo tanto, es necesario incluir asimismo al resto de la población, porque también es importante su postura. Más todavía, aun y cuando se trate de una franca minoría, su posición debe ser seriamente considerada.

      La palabra democracia está compuesta etimológicamente por dos vocablos griegos: demos, que significa pueblo, y kratos, que quiere decir gobierno o poder. Para su definición, por tanto, será el principio de mayoría, con base en el cual se toman las decisiones, uno de los elementos fundamentales por considerar. Por otra parte, muchos de los requisitos que imponemos a las democracias para reconocerlas como tales tienen que ver más con los derechos que asociamos con el liberalismo: respeto de la propiedad privada, derecho de asociación, libertad de expresión, prensa libre y participación ciudadana sin importar el sexo, religión o raza.

      Todo lo anterior ha ocasionado que el concepto, a lo largo de la historia, fuera adquiriendo contenidos diversos, más ricos y complejos según las circunstancias intelectuales, históricas y de desarrollo material de los países. Es importante resaltar que la idea de democracia no siempre ha tenido un sentido positivo. Así, mientras que para los liberales como John Locke era un signo de progreso y una necesidad para el ciudadano, para Carlos Marx se trataba de una máscara que ocultaba un tipo específico de dominación burguesa, como veremos más adelante.

      Debido a que, como se ha dicho, existen dos niveles en el estudio de la democracia, uno normativo que nos señala el ideal al que debemos aspirar, y otro descriptivo que se enfoca en su funcionamiento real, observaremos cómo los distintos autores casi siempre permanecen en un solo nivel de análisis, aunque en ocasiones incursionan en los dos, por lo que es importante declarar que ambos han contribuido a nuestra propia concepción de democracia. Más aún, debemos reconocer que los dos niveles han interactuado a lo largo de la historia, lo que ha provocado que el concepto se enriquezca, incluso confrontado con la realidad, o que a veces se desvíe por la práctica misma.

      En un principio sólo se hablaba de la voluntad de la mayoría y de la participación, pero en la actualidad, la idea de democracia moderna incluye las nociones de representación, delegación del poder, participación, gobierno constitucional que resguarde los derechos de libertad, asociación y libertad de pensamiento, y que disponga específicamente de una legislación electoral y de partidos, así como de leyes de rendición de cuentas y transparencia de la información. Hoy en día, las exigencias democráticas han aumentado: se requiere de ciudadanos informados y de una verdadera deliberación entre individuos racionales para lograr consensos y construir alianzas.

      Al mismo tiempo, a través de los movimientos sociopolíticos, así como por medio de los estudiosos de la democracia, se exigen cada vez más condiciones nuevas para el ejercicio de la democracia, como la existencia de elecciones competitivas, de partidos políticos, de límites en el presupuesto de campaña, de la libertad de prensa, de tiempos definidos para presentar propaganda, o el acceso a los medios de comunicación y a los debates. Todas estas condiciones y derechos no son fijos ni eternos; seguirán cambiando y aumentando de acuerdo con las condiciones de los distintos momentos históricos y las trasformaciones tecnológicas.

      Somos seres racionales que decidimos aceptar la normatividad de una organización política, con el fin de poder vivir en comunidad. En este sentido, podemos afirmar que, hoy en día, la democracia es la mejor solución al problema del orden en la medida en que trata de establecer un equilibrio entre los derechos individuales, los colectivos y la seguridad. Podríamos sostener, parafraseando a Winston Churchill, que la democracia es la peor de las formas de gobierno, excepto por todas las demás; en otras palabras, no es perfecta pero es el menos malo de los regímenes políticos.

      En la actualidad, a la democracia se la entiende como un principio de legitimidad de los gobiernos en la medida en que se refiere fundamentalmente al proceso a través del cual se toman las decisiones sobre quiénes, para qué y con qué límites, unos pocos gobiernan sobre muchos. Para la democracia, la única fuente de poder es la voluntad del pueblo y, por lo tanto, dadas las características del proceso, se basa en el consentimiento, en la noción del gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. La democracia implica otorgar poder político a todos los ciudadanos como representantes. Es el arreglo político que trata de acomodar los intereses privados y los colectivos, es decir, que intenta unir los deseos individuales con los sociales. Por ello, se considera que la legitimidad en las democracias está dada por la voluntad del pueblo, aunque nos tendríamos que preguntar: ¿quiénes constituyen el pueblo? En el pasado, en Estados Unidos se llegó a establecer que el pueblo eran todos los hombres blancos con propiedades; después, todos los hombres adultos, y finalmente todos los ciudadanos, hombres o mujeres, mayores de edad. Como lo veremos, algunos autores pugnan por definir al pueblo en una forma muy amplia: todos los seres humanos del mundo; otros, sólo incluyen a los ciudadanos, es decir, a todas las personas dentro de un territorio a partir de cierta edad.

      En un esquema muy simplificado, la idea de democracia, si seguimos la concepción griega, o clásica, parece muy fácil: se trata simplemente de sumar los deseos de las mayorías y ejecutar esa voluntad. Por supuesto, se han hecho muchas críticas a esta versión de la democracia, considerando que los deseos de las personas son difícilmente equiparables. Más aún, la intensidad de los deseos puede variar de individuo a individuo. A nosotros mismos nos cuesta trabajo, cuando somos cuestionados, establecer claramente la prioridad e intensidad de nuestros deseos o intereses. Los estudiosos de la democracia se fueron dando cuenta de que no era suficiente apelar a la voluntad popular, sino que también resultaba necesario establecer requisitos y crear instituciones, de tal forma que la democracia

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