La balanza cósmica (número 2). Omraam Mikhaël Aïvanhov

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La balanza cósmica (número 2) - Omraam Mikhaël Aïvanhov страница 2

Жанр:
Серия:
Издательство:
La balanza cósmica (número 2) - Omraam Mikhaël Aïvanhov

Скачать книгу

crearon, depositaron en estas cartas una gran parte de su ciencia bajo forma de símbolos. Aquellos que saben interpretar estos símbolos ven abrirse ante ellos un inmenso campo de reflexiones y de descubrimientos.

      Las dos columnas son, pues, de colores diferentes, azul y rojo, que expresan la oposición de lo masculino y de lo femenino. Volvemos a encontrar esta misma idea en el Árbol sefirótico, con los dos pilares de la Clemencia y del Rigor, a uno y otro lado del pilar central, el pilar del Equilibrio. En el pilar de la Clemencia, los sefirots Hochmah, Hesed y Netzah, representan los poderes masculinos, y en el pilar del Rigor, los sefirots Binah, Geburah y Hod, representan los poderes femeninos; y sólo pueden trabajar juntos armoniosamente si son mantenidos por esta instancia superior que está representada por el pilar central: los sefirot Malkut, Iesod, Tipheret, Daath y Kether. A estas dos fuerzas, antagonistas pero complementarias, controladas por aquélla que las domina todas, Kether, la Corona; los cabalistas las llaman la Balanza cósmica.

      Uno de los libros del Zohar, el Siphra di-Tzeniutha (es decir, el Libro Secreto) empieza con estas palabras: “Hemos sabido que el Libro Secreto es el libro concerniente al equilibrio de la balanza. Antes de que hubiese balanza, la faz no miraba a la faz y los primeros reyes perecieron por falta de alimento...” Estos reyes son, evidentemente, simbólicos. Son igualmente mencionados hacia el final del libro como “siete reyes en la tierra de Edom, que son los cascarones caídos al mundo de abajo”. Pero la palabra “cascarones”, es la traducción literal del hebreo kliphoth. Los kliphoth son los reflejos invertidos, tenebrosos, de los sefirot divinos. Los kliphoth representan, pues, las energías, las entidades, las criaturas, que no respetan el equilibrio de la balanza. Por eso se dice que los reyes perecieron por falta de alimento: dejaron de ser alimentados por las grandes luces que vienen de la Cabeza sublime de arriba, Kether.

      El símbolo de la balanza domina toda la creación. Hemos visto ya que los cabalistas dividen el Árbol sefirótico en cuatro regiones*:

      * Ver Del hombre a Dios (Izvor N° 236), cap. II: “Presentación del Árbol sefirótico”.

      - Olam Atsiluth, o mundo de las emanaciones compuesto por los sefirot Kether, Hochmah y Binah.

      - Olam Briah, o mundo de la creación compuesto por los sefirot Hesed, Geburah y Tipheret.

      - Olam Ietsirah, o mundo de la formación, compuesto por los sefirot Netzah, Hod y Iesod.

      - Olam Asiah, o mundo de la acción: la séfira Malkut.

      En cada mundo, una séfira central equilibra las otras dos:

      - En Olam Atsiluth, Kether equilibra a Hochmah y Binah.

      - En Olam Briah, Tipheret equilibra a Hesed y Geburah.

      - En Olam Ietsirah, Iesod equilibra a Netzah y Hod.

      - En Olam Asiah, Malkut equilibra todo el edificio.

      La balanza existe, pues, en los cuatro mundos. Y puesto que el hombre es un reflejo del universo, la balanza existe también en él en los cuatro mundos:

      - En Olam Atsiluth, que representa el mundo divino del alma y del espíritu: Neschamah.

      - En Olam Briah, que representa el mundo mental, el intelecto: Ruah.

      - En Olam Ietsirah, el mundo astral, el corazón: Nephesch.

      - En Olam Asiah, el mundo físico, el cuerpo: Guph.

Macintosh HD:Users:Philippe:Desktop:arbre s.2.jpg

      Y puesto que la ciencia de la balanza es, también, la ciencia del hombre, hay que saber que los reyes de Edom están, igualmente, dentro de él: son los siete pecados capitales; y si el hombre permite que se manifiesten sin control, sobrevienen el desorden y la anarquía. Pero como la Inteligencia cósmica no acepta la anarquía, todos los seres que se sitúan fuera del orden creado por ella, son destruidos: también ellos perecen por falta de alimento. Por el contrario, aquél que trata de realizar el equilibrio de la balanza construye en sí mismo el Templo del Señor.

      Es evidente que todas estas ideas son, aún, oscuras para vosotros, pero no os desaniméis. Si tenéis realmente el deseo de comprender y de realizar en vosotros el equilibrio de la balanza, gracias al cual se logra armonizar lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino, el rigor y la clemencia, recibiréis aclaraciones. Durante vuestras meditaciones, e incluso por la noche, durante vuestro sueño, otros seres distintos de mí os darán explicaciones.

      II

      La Ciencia iniciática tiene por objeto darnos a conocer el origen de las cosas. Y el origen de las cosas, es el mundo de las ideas, de los principios, de los números. La creación y toda la multiplicidad de los acontecimientos que en ella se producen, pueden reducirse a números, y la Ciencia iniciática nos muestra cómo estos números se ponen en movimiento para actuar. El número, es la idea, y la cifra es su vestidura, su manifestación. La cifra es la figura del número. Si llegamos a vivificar los números, a comprender cómo funcionan, cómo trabajan, vemos que son fuerzas que actúan en la naturaleza, y sus conjunciones, sus separaciones, sus multiplicaciones, sus divisiones, engendran las formas y los movimientos. Cuando observamos la concha de un caracol o la estructura de un cristal, ¿cómo no admirar el trabajo de los números? Todos los principios de la aritmética los volvemos a encontrar en las piedras, en las plantas, en los animales, en las estrellas, en los cuerpos de los hombres, en su vida psíquica, e incluso en su destino.

      Estudiemos ahora el número 2. ¿De dónde proviene la forma de su cifra? Originariamente no se trazaba exactamente tal como hoy lo conocemos. El rizo del principio apareció más tarde. Primitivamente, se presentaba como dos líneas paralelas conectadas por un trazo: Z. Este trazo que reúne las dos líneas es muy importante. Significa que estas dos corrientes no están separadas ni son contrarias, sino que se trata, en realidad, de la misma corriente que circula en dos planos diferentes. Todo sucede como con las corrientes de aire de convección que circulan entre el suelo y las capas de la atmósfera: la parte de la corriente que sopla a ras de suelo, se dirige en un sentido, y la que sopla en la altura, se dirige en sentido inverso. Nos damos cuenta de ello cuando observamos la dirección de las nubes y la del viento en el suelo.

      Mirad, también, a los hombres que hacen girar una rueda empujando en los extremos de una viga de madera. Parece que unos van en un sentido y los otros en sentido inverso, cuando, en realidad, puesto que dan vueltas, van en el mismo sentido, y sus esfuerzos se suman. Pero para darse cuenta de esto, hay que encontrarse por encima de ellos. Si permanecéis en su nivel, tenéis siempre la impresión de que van en dos direcciones opuestas. La rotación de la rueda es asegurada por el trabajo de estos dos movimientos, contrarios en apariencia. Esta imagen es interesante de estudiar: revela que si esas dos corrientes aparentemente contrarias, concurren, en realidad, a un mismo fin, es porque están conectadas con el centro. Y en el universo, este centro es Dios. Hay que tener bien presente esta idea cuando se estudia el número 2.

      Tanto en la creación, como en las criaturas, todos los aspectos de la vida están gobernados por el número 2. Pero sólo podemos comprender el 2 si mantenemos la conciencia del 1. Existe una realidad única, pero el ١ se polariza y todo lo demás se deriva de esta polarización. Lo esencial para nosotros es comprender la naturaleza de estos dos polos, y cómo trabajan juntos. Si sus relaciones son armoniosas, podemos decir que hay realmente polarización. Sucede algo análogo con los signos de amistad que las personas se envían de cerca o de lejos. Si no, no se puede hablar de polarización, sino de división, de enfrentamiento. En vez de realizar un trabajo en la comprensión, en la armonía, las dos partes se oponen y acaban por destruirse.

      En realidad,

Скачать книгу