0, ó el ٠ antes que el ١. Al poner el ١ antes que el ٠, aumentamos 10 veces su poder: el 1 se convierte en 10. Pero, si hacemos lo inverso, 01, disminuimos 10 veces su fuerza, su valor.
Transpongamos ahora este fenómeno a la vida interior: si ponéis el 0, vosotros, en primer lugar, y el 1, el principio divino, en segundo lugar, detrás vuestro, disminuís vuestras cualidades y vuestras posibilidades de progreso. Mientras que si decís: “Señor, sólo Tú eres verdaderamente grande, poderoso y sabio; quiero ponerte delante de mi, Señor, siempre en primer lugar, y yo te seguiré”, aumentáis vuestras capacidades, os convertís en 10. Ésta es la actitud del verdadero espiritualista: da al Señor el primer lugar para estar bien aconsejado, bien dirigido. Ésta es la verdadera humildad, tal como la enseña la Ciencia iniciática.
La verdadera humildad no consiste, como muchos han creído, en rebajarse hasta el punto de aniquilarse, pasándose el tiempo diciendo: “No soy nada, no valgo nada...” La verdadera humildad, consiste en dar, dentro de vosotros mismos, el primer lugar a la Divinidad, a fin de beneficiaros de todas sus cualidades: entonces, todos los 0 que tenéis en vosotros, se sitúan detrás del 1 y se convierten en otras tantas riquezas. Pero ¿cuántos son capaces de comprender esta verdad? Las ideas que circulan en el momento actual, les impulsan, al contrario, a ponerse por delante del Señor, ¡y hasta en lugar del Señor! Y así, se encogen, disminuyen y se eclipsan hasta desaparecer. Han acumulado demasiado 0 en primer lugar.
Algunos dirán: “Hemos comprendido, puesto que el 0 no vale mucho, vamos a desembarazarnos de él y a quedarnos sólo con el l...” Pues no, esto también supone una mala comprensión. El 0 es necesario, no hay que suprimirlo; si no tenéis 0, ya no tenéis materia sobre la que trabajar y seréis ineficaces. Procurad tan sólo poner el 1 antes que el 0, es decir, no dar siempre prioridad a vuestros intereses y a vuestros cálculos personales, egoístas. Poned todo esto detrás, y os sentiréis mejor instruidos, mejor guiados, mejor protegidos.
La grandeza de esta criatura tan imperfecta que es el ser humano, consiste en comprender que, a pesar de sus insuficiencias, puede hacer maravillas, siempre que ponga al Señor en primer lugar en su cabeza y en su corazón. Sin el Señor, el hombre no irá demasiado lejos; haga lo que haga, será algo humano, mediocre. Esto es lo que debe comprender, y hacer todo lo posible para que el Señor penetre en él, se manifieste a través de él y le tome a su servicio. Todo este proceso interior está resumido en los números 1 y 0. El que ha comprendido esto, se convierte en 10. Hay gente que dice: “¿El Señor? No tenemos necesidad de Él, somos inteligentes y el universo nos pertenece...” Estos seres han puesto el 1 cada vez más lejos, a la cola, detrás de toda una serie de 0, y ésta es la peor filosofía. El 0 es muy importante, indispensable, porque es el soporte del 1 pero detrás de él.
Esta cuestión del 1 y del 0 es inagotable, y puedo daros todavía otra interpretación de ella. Suponed que habéis puesto el sentimiento en primer lugar y el pensamiento detrás: vais a dejaros llevar por vuestros impulsos, por vuestras impresiones, sin razonar, sin reflexionar. Pues bien, esto disminuirá el valor de vuestra actividad y corréis peligro incluso de romperos la crisma. Ello no quiere decir que el sentimiento deba suprimirse, no, sería privaros de las inmensas riquezas de la materia sobre las que el pensamiento debe trabajar. Poned tan sólo al pensamiento en primer lugar, para encontrar siempre las buenas soluciones, el buen comportamiento. He ahí lo que el 10 nos enseña: que debemos poner el pensamiento delante del sentimiento.
No hay que suprimir el 0, es extremadamente útil puesto que aumenta el valor del ١. Pero el ٠, son las reservas, y las reservas ¡deben contentarse con seguir!
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