La balanza cósmica (número 2). Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Читать онлайн книгу La balanza cósmica (número 2) - Omraam Mikhaël Aïvanhov страница 5
Todo lo que vemos en el universo está producido por el 1 y el 0, por el 1 que penetra al 0 para animarlo. Se trata de un principio mecánico: el pistón debe entrar en movimiento en el interior del cilindro para accionar el motor. Sin este movimiento, nada marcha. ¿Y la rueda? ¿Qué es una rueda? Un 0 (el círculo) que gira alrededor de un eje central (el l). La rueda nos muestra al 1 trabajando en el 0, al espíritu que pone a la materia en actividad. Y la tierra también tiene un eje alrededor del cual, su masa, el 0, gira continuamente.
Aquél que conoce el método para estudiar los números, ve cómo estos se vuelven significativos, vivos, activos. Para formar el número 10, es preciso que el 1 y el 0 estén conectados y sean móviles. Pero los humanos sólo conocen esta realidad en el terreno de la mecánica y en el de la sexualidad, e incluso ahí, ¡cuánta ignorancia! Para “conocer” a la mujer (éste es el término que utiliza la Biblia) el hombre debe penetrarla, y el resultado de este conocimiento será un hijo. Pero ¿cómo ha sido concebido este hijo?... El 1 se hunde en el 0 para estudiarlo, pero lo hace sin luz, en la noche de su pensamiento, y por eso los resultados no son muy notables. En su manera de trabajar con el 10, los humanos se parecen al pescador que se encuentra con que ha pescado un viejo zapato que estaba hundido y lleno de barro. Podrían conseguir oro, piedras preciosas, ¡pero no consiguen obtener más que viejos zapatos!
Todo acto que contribuye a mantener la vida en nosotros, corresponde al número 10. Comer, es abrir la boca, el 0, para introducir en ella el alimento, el 1, y este encuentro produce una energía. ¿Y qué es ver? La acción de la luz, el 1, que viene a dar en el ojo, el 0. El mismo fenómeno se produce también con el sonido que llega hasta nuestro oído. En cuanto a nuestra cabeza, que es esférica, también es un 0, y en este 0, debe descender el Espíritu. Mientras no haya recibido el espíritu, nuestra cabeza, que es un 0, no fabrica más que estupideces. Pero el día en que es visitada por el rayo celestial, trae al mundo un hijo divino y nos convertimos en 10. Hasta entonces, sólo somos un 0. Diréis: “¡Vaya unas interpretaciones!” Pues sí, son interpretaciones...
El número 10 significa que un portador de luz penetra la oscuridad de la materia y la ilumina a fin de estudiarla. Es el espeleólogo quién desciende armado con una antorcha a las tinieblas de la gruta. Es el cazador quién penetra en el bosque, porque, simbólicamente, la caza es algo distinto que la persecución de un ciervo o de un jabalí: en la vida espiritual, hay otras piezas a perseguir, otros tesoros que descubrir.
Y el número 10 está también en nosotros: es el intelecto, el 1, y el corazón, el 0. A través del intelecto debemos entrar en el corazón (el nuestro y el de los demás) a fin de iluminarlo y de hacer un trabajo con él. El intelecto debe, análogamente al pistón, entrar en el corazón y salir de él. El que no utiliza de esta manera su intelecto, es incapaz de comprender nada, y sobre todo, incapaz de conocerse. Podemos decir que el número 10 representa el “Conócete a ti mismo”. Es penetrando con su luz la sima profunda del corazón que la sabiduría conocerá sus tesoros, los filones escondidos de piedras, de metales y de líquidos preciosos. En este pozo oscuro del corazón, el intelecto desciende y remonta; desciende y remonta a fin de hacer salir del pozo el agua preciosa. El número 10 representa, pues, el trabajo del intelecto sobre el corazón, pero también el del espíritu sobre el alma. En su significado sublime, el 10 representa al hombre cuyo espíritu se sumerge en los abismos del Alma cósmica para penetrar sus misterios, y sale de él todo iluminado.
Hay que llegar a conocer el 10 en los planos superiores. En toda criatura existe un lado femenino, que es la oscuridad, y un lado masculino, que aporta la luz. Descubrimos estos dos aspectos particularmente desarrollados en todos los seres que han sido grandes creadores. El 10 sin luz, es un 10 en el mundo de dos dimensiones; en el mundo de tres dimensiones, el 10 está en acción en el seno de la luz. Esto es lo que nos enseñan todavía las cuatro letras del nombre de Dios. Iod y: el padre, He h: la madre, Vav v: el hijo y He h: la hija, corresponden a los cuatro principios en el hombre: el espíritu, el 1, el alma, el 2, el intelecto, el 3, y el corazón, el 4. Sumad 1+2+3+4, y da 10. ¡La riqueza! Vivir en el 10, es tener un corazón puro, un intelecto luminoso, un alma vasta como el universo y un espíritu poderoso que supera todos los obstáculos.
El número 10, como todos los demás números, nos da métodos de trabajo. Nuestros pies y nuestras manos son los instrumentos de la realización, porque con los pies nos desplazamos y con las manos actuamos. ¿Os habéis preguntado por qué son diez los dedos de los pies y de las manos? Cuando las personas se reúnen para hacer un trabajo, forman el 10. Cuando estrecháis la mano a alguien, también es el 10. Este gesto no es producto del azar. Numerosos gestos, a los que nos hemos acostumbrado tanto que se han convertido en automáticos, tienen, en realidad, un significado muy profundo. Debéis encontraros con alguien para hablarle, para comer con él o bien para decidir un trabajo: empezáis por estrecharle la mano y así, creáis un lazo con él. Una de las manos representa siempre el 1 y la otra el 0. Si los dos hacéis este gesto conscientemente, cada mano juega su papel y de ello resulta una armonía activa.
Dos personas que se estrechan la mano, muestran que desean comprenderse, entenderse para caminar, después, en la misma vía. Sí, pero siempre que una de las dos manos posea una energía positiva, y la otra una energía negativa. Si las 2 manos son 0, ó 1, no pueden funcionar bien juntas. Dos manos activas, positivas, provocan conflictos. Dos manos pasivas, negativas, permanecen inertes, son ineficaces. El gesto de estrecharse la mano supone siempre que debe producirse el 10, es decir, una actividad ordenada, y cada mano representa el 5. Estrechar la mano significa: “Voy a tratar de hacer intercambios contigo, ver si podemos colaborar...” Pero ¿cuántos se preocupan de comprender el lenguaje de las manos? Se asocian sin buscar su enseñanza, y ello provoca muchos enfrentamientos y desilusiones.
He ahí todavía otro ejemplo en el terreno de la pedagogía. Tenéis un hijo y queréis educarlo. Pues bien, es imposible si no descubrís primero aquello que puede incitarle a trabajar, es decir, aquello que es para él el 0 de sí mismo, el 0 de su 1. Sin conocer el 0 de alguien, no podéis hacer nada por él. Este 0 puede ser una ciencia, un arte, un amigo, una ambición, una virtud. Los padres que logran conocer el 0 de sus hijos, pueden darles las condiciones para que pongan su 1 en acción y obtengan así el 10. Por eso hay que proponer a los humanos numerosas actividades. Estas actividades constituyen otros tantos 0 que pueden penetrar, en los que pueden actuar, y que, a su vez, actuarán sobre ellos.
El número 10 nos enseña a trabajar al mismo tiempo con el principio masculino y el principio femenino: a ser, a la vez, hombre y mujer, pero también niño y anciano. El anciano es el intelecto; el niño es el corazón. Juntar estos dos estados es, también, realizar el número 10. ¿No es, acaso, el niño como un 0? Es flexible, rueda por todas partes como una bola, hace cabriolas. El anciano es el 1, es rígido, implacable. Actualmente, los humanos se niegan a ser como niños para poder conservar su autoridad, su prestigio, porque esto es lo único que cuenta para ellos. Pero, para atraer el amor, hay que ser un niño. Y para tener con los demás relaciones equilibradas, hay que ser, a la vez, niño y anciano; hay que ser un 10 en acción.
Debemos estudiar los números para descubrir en ellos métodos de trabajo. Sí, los números son capaces de ayudarnos, y a nosotros nos corresponde aprender a utilizarlos. El que sabe trabajar con el 10 se siente rico, completo, porque el 10 es el número del matrimonio. Este matrimonio al que tanto aspiran los humanos, este deseo de encontrar a un ser que sea su complemento, cada uno debe realizarlo, en primer lugar, dentro de sí mismo. ¿Cómo casarse interiormente para formar el 10? ¿Con qué y con quién casarse? He ahí lo esencial. Todo el mundo debe casarse, ¡no debe quedar ni un solo soltero! Y este matrimonio al que debemos aspirar, es el de la materia y de Dios en nosotros, el matrimonio de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
II
¿Cómo