Juan Genovés. Mariano Navarro

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Juan Genovés - Mariano Navarro

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Era un hogar de amor, esa solidez de nuestra familia viene de ahí.

      ”Ahí Juan se hizo pintor, en ese piso tranquilo donde entraba la luz; abajo estaba el mercado, y una placita; tiene cuadros de ese lugar. Te levantabas por la mañana y oías el bullicio de la gente; era la comida valenciana, las verduras, todo eso, los guisos de mi abuela; era una cultura que tenía esa sutileza. Todo eso viene de esa vida, eso no viene de Castilla. Toda esa sutileza yo creo que viene de esa casa. Recuerdo el reloj de péndulo, ese tictac… Era pequeñita, pero allí todo era amor, armonía. Aunque eran pobres, eran felices. A mi abuelo le decían ‘el marqués de la campaneta’. Era una especie de marqués, siempre con su cervecita, sus cositas como de artista; él también pintaba, pero se había encontrado en la playa un corchito, con no sé qué cosa. Tenía una sensibilidad… Te decía: ‘Mira lo que he encontrado’, y sacaba una cosilla… Y Juan pone esas cosas en sus cuadros.

      ”Una anécdota de mi abuelo: vino de visita a Madrid, yo debía de tener como diecisiete años, y habíamos comprado la enciclopedia Salvat. Él se puso a leerla, por la letra a, y decía: ‘Pues no sé cuándo me voy a ir. No me voy hasta que no me lea la enciclopedia’. Estuvo en casa como un mes y, cuando llegó a la uve doble y a la zeta, se piró. ‘Me’n vaig’, decía en catalán. Se la leyó entera; era un personaje que leía con avidez. De ahí viene Juan”.

      Tocamos un aspecto más delicado al recordarle a Pablo un comentario de su padre surgido en una charla anterior, en la que afirmaba que sí, que su padre, que también pintaba, había tenido una gran influencia en él, pero que, a la vez, se decía a sí mismo: “No voy a ser un fracasado como él, yo voy a salir de aquí”. El comentario nos extrañó, porque todos los demás que había hecho eran tiernos y cariñosos. Pablo nos responde que lo que ocurría es que, por la generosidad de la familia para con él, como veremos en el capítulo siguiente, encarnada en actuaciones de su madre y su hermano pequeño, “Juan no podía defraudarles”.

      Adela interviene: “Quiero hacer hincapié en que Juan, desde la infancia, soporta encima un peso de responsabilidad enorme, porque procede de una familia pobre, amante del arte sin embargo, que puso todas sus ilusiones, como ocurría con los toreros entonces, y ocurre ahora con los futbolistas, en un chico con facultades, inteligente, decidido a dedicarse a la profesión de artista, y le animaron y le ayudaron, y le protegieron mucho su madre y sus hermanos; su padre no tanto, era más egoísta y lo que quería era que hubiese traído un sueldo a la casa.

      ”Esa carga la lleva siempre encima, la llevó durante toda su juventud y la lleva todavía ahora respecto a la familia. Su hermano Eduard se habría tenido que poner a trabajar igual, porque el destino de todos era el trabajo, pero a lo mejor hubiera podido hacer algún estudio, porque a Eduard también le gustaba dibujar y habría podido, a lo mejor, hacerse delineante. Pero era una familia necesitada del sueldo de los hijos. Eduard daba la mayor parte de su sueldo a sus padres, para él se quedaba muy poco. Juan se sentía siempre muy responsable. Vino a Madrid, lo que fue muy bueno para él, porque si no hubiera acabado haciendo un trabajo remunerado. Se le daba muy bien pintar abanicos o fallas o lo que fuera… Tiene esa responsabilidad de alcanzar el éxito en el trabajo, porque los demás habían puesto mucho en él”.

      Siendo Juan muy pequeño, la familia se trasladó a vivir a la calle Naturalista Rafael Cisternes, n.º 10, mucho más próxima a Mestalla. En aquella casa, un cuarto piso, desde el balcón se podían ver los partidos que se jugaban en el estadio. Los domingos acudían los amigos del padre y Juan los veía con ellos. Allí nació su afición y su fidelidad al Valencia Club de Fútbol. El campo de Mestalla se había levantado en 1923 e inaugurado en mayo de aquel año, y el club ascendió a la primera división en marzo de 1931. Curiosamente, uno de sus primeros ídolos llevaba el apellido Cubells, el segundo apellido de su padre. Aún hoy, transcurridos tres cuartos de siglo, Juan sigue acudiendo cada quince días a Mestalla, viaja desde Madrid hasta Valencia y en el estadio se reúne con su hermano Eduard, igual de aficionado que él.

      Sin embargo, en sus apuntes autobiográficos, Genovés ofrece una versión de aquella casa más agónica que feliz:

      El comedor daba su salida a la galería, que era como se llamaba entonces el balcón de la parte de atrás de las casas: una gran balconada abierta al exterior donde se solían poner los trastos, tender la ropa, etcétera. Su barandilla era de hierro fundido con barrotes cuadrados, a ellos me agarraba yo como un preso añorando su espacio de libertad, mirando a la calle desde mis alturas (de un cuarto piso) debía de pasar allí las horas muertas mirando los espacios, para mí infinitos. Mi vista más inmediata, y debajo tenía el campo de fútbol de Mestalla. El graderío entonces era mínimo, dos o tres gradas de madera, y se podía contemplar casi toda la superficie del césped y el corretear de los jugadores en sus entrenamientos diarios. Cuando había partido, mi casa se llenaba de gente. Aquello me daba mucho apuro, acostumbrado a la soledad y la calma habitual. Mi recuerdo es confuso, tenía la sensación de no entender nada y ganas de desaparecer; creo que me escondía por cualquier rincón. Según me contaron, acudían a mi casa los días de partido los amigos de mi padre y la numerosa familia para ver gratis el fútbol. Aquellos ‘llenos’ me cohibían y mi confuso recuerdo es desagradable. Más allá del campo de fútbol, recuerdo los campos de la huerta y al final de todo el azul y el brillo del mar lejano, inalcanzable.

      Eduard, por su parte, dice que Juan era más futbolista que él y que incluso jugó mientras hizo el servicio militar. Y recuerda cómo, sirviéndose de una barra de hielo cargada al hombro, se colaban en el estadio, o cómo jugaban cerca para coger los balones que saltaban por encima de la grada. Ahora prefiere ir al estadio del Levante antes que al del Valencia. En el primero encuentra “gente sencilla”, dice. “Cuando vamos al Valencia, como vamos al palco, todo es muy serio”.

      En su tesis doctoral sobre el artista, Juan Genovés Candel: Arte y Sociedad (1930-1999), María Jesús Rodríguez Gallego da más detalles biográficos acerca de estos años:

      La familia se traslada en 1935 a casa de los abuelos paternos, en la calle General Pando, n.º 1, en el desaparecido ‘Barrio Obrero’, también junto al campo del Mestalla y al club de tenis, con viviendas construidas al estilo inglés, unifamiliar, de una sola planta. Su abuelo paterno Vicente, serrador de oficio, era de tendencia progresista de izquierdas y en su juventud fue amigo personal de Pablo Iglesias, tenía el número cinco del carnet del Partido Socialista y también era compañero de la lucha política junto a Josep Renau. Sus opiniones sociales y políticas influyeron en su nieto, al estar siempre juntos y muy unidos. En muchas ocasiones el abuelo intentaba explicarle los porqués de las cosas y le contaba historias que le apasionaban; también escuchaban el aparato de radio que tenía en su casa. La familia de los Genovés o genoveses –como indica en muchas ocasiones el pintor– formaban un clan, viviendo, no obstante, en continuo contacto con la gente, pues siempre la sociedad ha sido importante en su vida.

      En sus apuntes, Genovés dedica un extenso fragmento al primer colegio en el que estudió y a la vida del barrio meses antes del inicio de la Guerra Civil:

      Mis recuerdos de aquel entonces son muy difusos, salvo ráfagas o flashes clarísimos, como las letras del alfabeto que veo con nitidez: caligráficas y con orla, agrandadas, ocupaban la totalidad de las dos páginas enfrentadas de un libro; la primera página, de la ‘a’ a la ‘ll’, y en la otra, de la ‘m’ a la ‘z’.

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