Los juegos de la política. Marcela Ternavasio
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En ese clima comienzan a circular las noticias sobre la expedición que se prepara con destino al Río de la Plata, hecho que provoca una profunda incertidumbre en todos los escenarios del Atlántico Sur. La triple entente formada por España, Portugal e Inglaterra deberá sortear una prueba de fuego en el convulsionado ambiente americano de la Restauración. Andrés Villalba inaugura su puesto de encargado de negocios en Brasil presentando quejas al embajador británico: las denuncias elevadas por los realistas que defendieron la plaza de Montevideo señalan que Inglaterra habría colaborado de manera activa con el foco rebelde.[86] Los portugueses están preocupados por el avance revolucionario en sus fronteras, con el gobierno de Buenos Aires expandido hacia la Banda Oriental, y temen una guerra de rapiña emprendida por las fuerzas artiguistas que buscan asilo en su territorio. El embajador británico en Brasil, por su parte, desconfía más de las apetencias portuguesas sobre la Banda Oriental que de las incursiones de las facciones revolucionarias y las disputas entre ellas.
En este nuevo contexto, el gobierno de Buenos Aires es el más expuesto. En abierta disputa con Artigas, circulan rumores de todo tipo sobre posibles realineamientos de fuerzas, pero ninguno habilita la alternativa de una recomposición dentro del bloque revolucionario. Por el momento, ambas tendencias toman sus iniciativas de manera autónoma. En la capital de las Provincias Unidas se avanza hacia una estrategia negociadora estimulada desde Río de Janeiro por lord Strangford, quien le sugiere al director supremo que mande diputados ante Fernando VII para alcanzar una pacificación sólida y equitativa sobre la base del reconocimiento de la legitimidad del monarca restituido en el trono.[87] Dos meses después, Posadas acusa recibo de la propuesta y en septiembre le anuncia a Strangford que enviará dos diputados a Madrid:
Confío en que serán tratados no como enviados a solicitar perdón por ofensas que no se han cometido o para contentarse con una degradante amnistía por las ocurrencias pasadas, que no satisfaría ni a nuestro honor ni a nuestros derechos, sino como los sinceros intérpretes de nuestro deseo de recibir de manos del Rey el reconocimiento de tales derechos nuestros (no pedimos más) compatibles con los de la Corona y la cesación de las calamidades.[88]
El tema crucial por definir será la compatibilidad entre el reconocimiento de derechos de los americanos que reclama Posadas y los intereses de la corona. El 9 de diciembre de 1814 se firman las instrucciones públicas que portarán los diputados de la misión que representará a las Provincias Unidas. Los designados son Bernardino Rivadavia, previamente secretario del primer Triunvirato, y Manuel Belgrano, exmiembro de la primera Junta de Gobierno que acaba de dejar el mando del derrotado Ejército del Norte. Pasarán primero por Río de Janeiro y luego por Londres para arribar por fin a la corte española. En Brasil se entrevistarán con el embajador británico y deberán informarse de si el gobierno portugués ha concertado –o está en vías de concertar– un acuerdo de apoyo a la temida expedición española. Una vez en Londres, tendrán que convenir el viaje a España para felicitar al rey por “su feliz restitución al trono de sus mayores”, transmitir “los sentimientos de amor y fidelidad de estos pueblos”, informar sobre los abusos y crueldades cometidos por las autoridades que lo reemplazaron en la Península durante su cautiverio y concertar una pacificación que tenga “por base el principio de dejar a los americanos la garantía de la seguridad de lo que se estipule”. Las instrucciones enfatizan que, de no concertar una pacificación, los pueblos rioplatenses “abandonados a la desesperación tomarán un partido funesto para la nación, sea cual fuere el resultado de la contienda”.[89]
Al día siguiente se extienden instrucciones reservadas para el diputado Rivadavia, quien deberá presentarse ante la corte de Madrid mientras Belgrano permanece en Londres. En ellas se establece “que las miras del gobierno, sea cual fuere la situación de España, solo tienen por objeto la independencia política de este Continente, o al menos la libertad civil de estas Provincias”. Si esta posición fracasara, proponen “la venida de un príncipe de la Casa Real de España que mande este soberano a este Continente bajo las formas constitucionales que establezcan las Provincias; o el vínculo y dependencia de ellas de la corona de España, quedando la administración de todos sus ramos en manos de los americanos”. Si tampoco es aceptada esta proposición, los diputados se dirigirán a otras cortes europeas para “conseguir una protección respetable de alguna Potencia de primer orden, contra las tentativas opresoras de España”. Pero antes del traslado a Madrid deberán sondear en Londres si Gran Bretaña está dispuesta a “mandar un Príncipe de su casa Real o de otra de sus aliadas” para que sea coronado en América, bajo la Constitución que fijen los pueblos u “otras formas liberales”, a cambio de proteger a esos territorios contra “las dificultades que oponga España o las demás Potencias Europeas”.[90] Si Inglaterra acepta este acuerdo, los diputados omitirán el viaje a España.
La estrategia negociadora que proyecta el gobierno de Buenos Aires pasa por todas las alternativas posibles respecto de las potencias involucradas. Si bien la independencia constituye el primer punto de las instrucciones reservadas, la escasa convicción de poder alcanzarla queda de manifiesto en la detallada enumeración de opciones mencionadas a continuación, que van desde pactar una “libertad civil” con España que garantice el viejo reclamo de los criollos de acceso a los empleos dentro del marco de la monarquía, pasando por una monarquía constitucional con un miembro de la familia real española o inglesa, hasta la protección de alguna potencia europea (con preferencia, Gran Bretaña). Pero además se instruye a Rivadavia y Belgrano sobre un punto crucial: deben hacer escala en Río de Janeiro y permanecer allí hasta determinar los alcances del apoyo portugués a la expedición española. El director supremo y el Consejo de Estado redactan las instrucciones en el mayor secreto y sin dar participación a la Asamblea, cuya labor languidece: ante la amenazante situación bélica, sus diputados delegaron “facultades extraordinarias” al Ejecutivo. Por añadidura, decae el impulso radical primigenio de la Asamblea, aquel de cuando sus diputados apostaban al triunfo de Bonaparte en España.
El bloque artiguista también busca negociar –en este caso con Portugal y, por su intermedio, con España–, de modo que envía misiones a Brasil. Artigas se mueve en el litoral rioplatense y las tropas de Buenos Aires –que entretanto persiguen a Otorgués, quien tiene sus fuerzas dispersas– cometen actos de bandidaje y saqueo. El lugarteniente de Artigas intenta obtener la protección de los lusitanos en la frontera sur del imperio y el 13 de septiembre acredita una misión a cargo de José Bonifacio Redruello y José María Caravaca ante la corte de Braganza. El primero es un sacerdote y el segundo un oficial español que luego de caer la plaza de Montevideo terminan en los campamentos de campaña artiguistas. En sus misivas al príncipe regente y al encargado de negocios de España en Río de Janeiro, Otorgués presenta a sus diputados, rinde fidelidad y sumisión a Fernando VII y destaca que su enemigo –tanto como del rey– es el foco revolucionario en Buenos Aires:
El genio de la discordia con que el gobierno de Buenos Aires alarmó a los funcionarios de la justicia, honor y tranquilidad de los Pueblos, cubrió de amargura esta provincia oriental, hasta colocarla en el extremo de empujar las armas para sustentar su decoro. La cautividad del Monarca a quien pertenecen estos dominios era un torrente que en su tránsito no dejaba sino los vestigios del desorden. […] Pero todo desapareció a la presencia de la halagüeña noticia del regreso del señor D. Fernando VII a su trono. Vasallos de este Rey cuyas desgracias fenecieron diputamos cerca de su Alteza Real el Señor Príncipe regente de Portugal y del Excelentísimo Sr. Embajador de S. M. B. [Su Majestad Británica] en la Corte de Brasil personas cuya investidura y carácter nos presagian del buen éxito de su comisión.[91]
En todas sus comunicaciones, Otorgués afirma estar autorizado por Artigas para llevar adelante la misión. Acerca de la Provincia Oriental, asegura que “es consiguiente la devolución de esta alhaja a su legítimo dueño”