E-Pack Bianca y Deseo julio 2021. Varias Autoras

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me refería a eso y lo sabes. Sé que me culpas por el aborto, pero…

      –¿Te culpo?

      Los labios de Dante se curvaron en una sonrisa cínica.

      –No me irás a decir que nunca has pensado que si no te hubieras visto obligada a mudarte a otro país, a un ambiente extraño, aislada de todo lo que conocías, tal vez no habrías perdido al bebé.

      –No he pensado ninguna de esas cosas.

      Pero a juzgar por su expresión, estaba claro que él sí. ¿Por qué no había sospechado nunca que Dante podría sentirse culpable por la pérdida del bebé?

      –Los médicos nos dijeron que un alto porcentaje de embarazos terminan antes de tiempo… muchas mujeres ni siquiera llegan a saber que estaban embarazadas.

      –El estrés influye en estas cosas. Y una aventura se habría terminado quemando y nos habríamos separado como amigos.

      –Creo que ha quedado claro que eso no va a pasar. Tienes que marcharte –Beatrice se mordió el labio inferior y apartó la mirada de él.

      –Sí.

      –Entonces, estamos de acuerdo. A partir de ahora nos comunicaremos a través de nuestros equipos legales –afirmó ella tratando de ser fría.

      –Tú no tienes un equipo. Tienes un abogado que pasa más tiempo regando las rosas que ocupándose de los intereses de sus clientes.

      Si lo hubiera dejado en manos de ese hombre, Beatrice habría salido de su matrimonio tan pobre como cuando entró. Dante había dado unas instrucciones a su propio equipo legal para que eso no ocurriera.

      –Bea, ¿te subo el café?

      Dante pasó por delante de ella y abrió la puerta.

      –¡Enseguida bajamos, Maya! –cerró la puerta con fuerza.

      Beatrice se puso en jarras y le dirigió una mirada de desprecio.

      –Vaya, muchas gracias por esto.

      –Considéralo un regalo de despedida.

      –Lo considero más bien un golpe bajo.

      Dante exhaló un suspiro de irritación.

      –¿Sería preferible que apareciera sin más? Al menos así está advertida.

      –Terminemos con esto de una vez.

      Tenía una expresión tan neutra como su voz. En el pasado, Dante era capaz de saber todo lo que sentía porque tenía las emociones a flor de piel. ¿Esto era lo que le había hecho la vida de palacio? ¿Lo que él le había hecho?

      La había liberado, y eso debería hacer que se sintiera mejor. No era el caso. De todas maneras, siempre había pensado que hacer lo correcto estaba sobrevalorado.

      La hermana de Beatrice, vestida con pantalones de esquí negros y un jersey de ochos, no se dio la vuelta mientras seguía preparando los huevos revueltos.

      Había una tensión inconfundible en el aire.

      –Buenos días, Dante.

      –Dante ya se iba, solo…

      –Vamos a dejarlo estar, ¿de acuerdo? –Maya se dio la vuelta con la cuchara en la mano y le dirigió a su hermana una mirada glacial.

      Beatrice se mordió la lengua, aunque no sabía bien qué palabras estaba conteniendo. Maya siguió cocinando los huevos.

      –¿Quieres desayunar, Dante? –le preguntó sin mirarlo.

      –No, no quiere –dijo Beatrice antes de que él pudiera responder–. Ya se iba –para enfatizar la frase, se dirigió a la puerta y la abrió. La bocanada de aire frío y nevado la dejó sin aliento, pero se mantuvo en su sitio y le dirigió a Dante una mirada decidida.

      –Me alegro de verte, Maya.

      La joven siguió revolviendo los huevos y dándole la espalda, pero Dante podía sentir su desaprobación irradiando en oleadas.

      La puerta se cerró y la tensión abandonó el cuerpo de Beatrice. Agarró el respaldo de una de las sillas y se sentó.

      –¿Qué tal la cabeza? ¿Ya no tienes jaqueca?

      –No. Solo necesitaba acostarme pronto, pero parece que las cosas se pusieron interesantes cuando me marché –Maya retiró la sartén del fuego y sirvió el café en una cafetera. La dejó en la mesa frente a Beatrice mirando a su hermana con el ceño fruncido.

      Beatrice se aclaró la garganta.

      –Debes estar preguntándote…

      Maya sacudió la cabeza.

      –Solo dime que no habéis vuelto y que no regresas a San Macizo…

      –No volveré a verlo jamás –afirmó Beatrice con los ojos llenos de lágrimas.

      –¡Gracias a Dios! –Maya dejó escapar un profundo suspiro de alivio–. De verdad, intento ser objetiva, pero la última vez que volviste parecías…

      Conmocionada al ver la expresión del rostro de su hermana, Beatrice le cubrió la mano con la suya.

      –No voy a volver –afirmó apretándosela–. Dante ha venido porque Reynard ha tenido un ataque. Pero no ha sido mortal –Beatrice se levantó, agarró una tostada y empezó a untarla de mantequilla. No porque tuviera hambre, sino por hacer algo–. Así que las muestras han sido un éxito.

      –¿Por qué cambias de tema, Bea?

      –Sé que Dante no te cae bien.

      –Creo que Dante es encantador –afirmó Maya sonriendo antes de añadir–. Pero no me puede caer bien alguien que te hace infeliz.

      –No soy infeliz. Y Dante se ha ido y no va a volver.

      Las lágrimas que estaba conteniendo Beatrice cayeron entonces durante largo rato.

      Capítulo 5

      Fechas!».

      Beatrice parpadeó, atrapada entre la confusión y el pánico. Llevó su mirada azul hacia la joven médico que la animaba con una sonrisa profesional. Se veía incapaz de formar un pensamiento coherente.

      –¿Fechas? –repitió como si estuviera pensando en ella. Y no era cierto. Sencillamente, pensar no era una opción.

      La realidad era que apenas recordaba cómo se llamaba, así que mucho menos la información que la joven médico, que tendría aproximadamente su edad, le estaba pidiendo. Irónicamente, dadas las circunstancias, su médico habitual estaba de baja por paternidad.

      –Creo… a ver… –Beatrice apretó los puños como si tratara de atravesar la nebulosa

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