E-Pack Bianca y Deseo julio 2021. Varias Autoras
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El ruido del trasiego de la vajilla en la parte inferior atajó sus recuerdos y provocó que Beatrice diera un respingo.
–¿Qué tal está Maya? –preguntó él.
–La gente por fin empieza a reconocer su talento artístico.
Tal vez su hermana pensara que el talento hablaba por sí mismo, pero Beatrice sabía que no era así. Ella había tomado clases nocturnas de marketing durante el tiempo que fue modelo, y todo lo que ganó en aquella época lo ahorró para la empresa que quería montar de moda ecológica.
–¿Vas a estar bien? –preguntó Dante mientras terminaba de abotonarse la camisa.
–Estaré fenomenal.
Lo estaría, no iba a permitir que la adicción a Dante de unos meses definiera el resto de su vida. Había aceptado que le resultaría doloroso durante un tiempo, pero era una persona fuerte por naturaleza.
Cuando su padre murió, la gente le dijo que era muy fuerte, una roca. Y luego, cuando su madre se casó con Edward, ella estuvo allí para Maya, que había sido el objetivo del maltrato de su padrastro. Durante un tiempo ella fue la única que vio lo que hacía aquel hombre, porque no había nada físico en sus acciones, pero había empezado a destruir de manera sistemática la autoestima de su hermana.
Durante un tiempo, su madre eligió al hombre con el que se había casado por encima de sus hijas. Se creyó sus mentiras, permitió que la manipulara y controlara todos los aspectos de su vida. Fue una mala época que duró mucho tiempo. Beatrice, que era más crítica que su hermana, había tenido que hacer un gran esfuerzo por perdonar la debilidad de su madre.
Resultaba irónico que su matrimonio con Dante le hubiera demostrado que ella tenía aquella misma debilidad. Dante no había mentido, lo que convertía el autoengaño de Beatrice en algo todavía peor. Había querido creer que era algo que no era, que entre ellos había algo que no existía.
Apartó de sí aquellos recuerdos y se centró en el hecho de que Maya y ella habían perdonado a su madre, el vínculo había sobrevivido, y ellas también. Ahora lo único que ambas querían era que su divorciada madre dejara de sentirse culpable.
–¿Cómo están tus padres? –se sintió obligada a preguntar, pero sin ninguna calidez en la voz.
–Más o menos igual.
Beatrice alzó las cejas al recordar aquella primera cena en el palacio con sus padres. La tensión de la sala le quitó el apetito, y terminó yéndose a la cama sin comer…
Y sola.
Eran las dos de la mañana cuando se despertó al escuchar los pasos de Dante. Recordó haber estado esperando, comprobando la hora cada pocos minutos. En una habitación desconocida, una cama desconocida y un país desconocido, todo se hacía más duro.
Beatrice había encendido la luz de la mesilla de noche.
–Lo siento, no quería despertarte.
Recordaba claramente la empatía que había sentido cuando vio su expresión de agotamiento. Se le formó un nudo en la garganta ahora al recordar que solo había querido abrazarlo. Si el día había sido duro para ella, se dijo, para Dante debió ser cien veces peor.
–No estaba dormida –le dijo haciéndole sitio para que se sentara a su lado en la cama–. Pareces muy cansado –le deslizó la mano por la barba incipiente.
–No tanto –Dante le tomó la mano antes de acercarle la boca a la suya–. Solo quiero… hundirme en ti.
Apartó de sí aquellos recuerdos, que tan dolorosos resultaban ahora. Le recordaban lo estúpida que había sido. Para ella, aquella noche había ido más allá del placer físico. Dante siempre la llevaba al cielo de la sensualidad, pero aquella conexión había sido más profunda, se dijo luego, tendida sobre la cama con el cuerpo enredado en el suyo y los ojos brillantes por las lágrimas de emoción. Se había sentido… completa.
Pero todo había sido una mentira, y las grietas empezaron a aparecer casi inmediatamente… antes de que sus cuerpos húmedos y calientes terminaran de refrescarse en la aterciopelada oscuridad.
Capítulo 4
Beatrice esperó a que Dante terminara de vestirse antes de formular la pregunta que se le había metido en la cabeza y se negaba a salir de allí.
–Me preguntaba… ¿lo de anoche afectará al divorcio?
¿Cuál era la repercusión legal de acostarte con tu «casi» exmarido?
Dante sonrió.
–¿Vas a contárselo a alguien o qué?
Ella se sonrojó.
–Por supuesto que no, aunque Maya….
–Estará esperando nuestro paseo de la vergüenza.
–Maya no juzga ni es cotilla. Bueno, dime, ¿tiene consecuencias esto?
–No veo razón para que así sea.
–Bien, entonces podemos olvidarnos de lo ocurrido y seguir adelante con nuestras vidas.
–Parece que tú ya lo has hecho…
Beatrice captó algo en su voz, como una sugerencia muda de que no debería ser así. Sintió cómo se le encendía la rabia.
–Bueno, sopesé la idea de quedarme sentada en una habitación y evaporarme, pero luego pensé que podría haber vida después de Dante, y mira por donde… –abrió los ojos de par en par en gesto burlón–. La hay.
Dante apretó las mandíbulas y se metió la camisa por la cinturilla del pantalón.
–Y dime, ¿quién es él?
Beatrice dejó escapar un suspiro cuando entendió a qué se refería. Durante una décima de segundo se sintió tentada a inventarse una vida amorosa… después de todo, dudaba mucho que un hombre con el apetito sexual de Dante se hubiera mantenido célibe. ¿Se sentiría celoso?
–¿Por qué tiene que haber siempre un hombre? –replicó mirándolo con desdén–. No necesito un hombre para completarme. ¡A ninguno! Yo no soy mi ma…
Se detuvo antes de decir la comparación que tenía en mente.
Los músculos de Dante necesitaron unos segundos para relajarse y borrar de su mente la imagen de un hombre sin rostro explorando las delicias del cuerpo de Beatrice. Se acostumbraría a la idea, pero todavía era demasiado pronto.
–Tendríamos que haber tenido un romance salvaje y apasionado –los romances salvajes y apasionados eran muy simples. Se quemaban rápidamente, alcanzaban la cumbre y luego se desvanecían. Una locura controlada temporal que no dejaban remordimientos ni sensación de asunto sin terminar.
Sus palabras hicieron que Beatrice se estremeciera.
–Pero me quedé