Tiempo pasado. Lee Child
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—¿Había alguna explicación para eso?
—Decía que no se podía acordar porque los cumpleaños para él no eran importantes. No entendía por qué lo tenían que felicitar por estar un año más cerca de la muerte.
—Eso es desolador.
—Era un marine.
—¿Qué decían los papeles?
—Julio.
Carrington no dijo nada.
Reacher dijo:
—¿Qué?
—Nada.
—Ya me he puesto de acuerdo con la señorita Castle en que no hay necesidad de que seamos tan cuidadosos.
—Un niño que no está seguro de su fecha de nacimiento es un síntoma clásico de disfunción en una familia.
—Teóricamente —dijo Reacher.
—De todas maneras, las actas de nacimiento están ordenadas por fecha. Podría llevar un tiempo, si usted no está seguro. Mejor encontrar otra entrada.
—¿Cuál podría ser?
—Los registros policiales, quizás. No por ser insensible. Simplemente como una jugada con más posibilidades de salir bien. Si no sirve para ninguna otra cosa aunque sea estaría bien eliminar esa posibilidad. No espero que sean gente que huía de la ley, lo mismo que usted. Espero una razón más interesante que esa. Y no se va a tardar tanto en descubrir. Ahora nuestro departamento de policía está computarizado hacia atrás hasta hace como mil años. Se gastaron una fortuna. Dinero de Seguridad Nacional, no nuestro, pero da igual. También hicieron una estatua de su primer jefe.
—¿A quién debería ir a ver?
—Yo los llamaré antes que usted vaya. Alguien lo irá a buscar a la recepción.
—¿Cuán cooperativos van a ser?
—Yo soy el que decide si la ciudad juega para ellos. Me refiero a cuando hacen algo mal. Por lo que van a ser muy cooperativos. Pero espere hasta después del almuerzo. De esa manera le van a dedicar más tiempo.
Patty Sundstrom y Shorty Fleck fueron a almorzar a la casa grande. Fue una comida extraña. Shorty por momentos estuvo rígido y cohibido. Peter estuvo callado. U ofendido o decepcionado, Patty no podía distinguir. Robert y Steven no dijeron mucho de nada. Solo Mark realmente habló. Estuvo brillante y jovial y conversador. Muy amigable. Como si los sucesos de la mañana no hubieran ocurrido nunca. Parecía determinado a encontrarles soluciones a sus problemas. Les pidió disculpas una y otra vez por el teléfono. Los hizo escuchar por el auricular muerto, como para compartir la carga. Dijo que le inquietaba que hubiera gente preocupada por ellos, ya fuera en sus hogares o en su destino. ¿Se estaban perdiendo reuniones? ¿Había gente a la que necesitaran llamar?
—Nadie sabe que nos fuimos —dijo Patty.
—¿En serio?
—Habrían intentado convencernos de que no lo hiciéramos.
—¿Que no hicieran qué?
—Es aburrido allí. Shorty y yo queremos algo distinto.
—¿Adónde planeáis ir?
—A Florida —dijo ella—. Queremos empezar nuestro propio negocio ahí.
—¿Qué clase de negocio?
—Algo en el mar. Deportes acuáticos, quizás. Como alquiler de equipos de tablavela.
—Vais a necesitar dinero —dijo Mark—. Para comprar los equipos.
Patty miró hacia otro lado, y pensó en la maleta.
—¿Cuánto tiempo va a estar sin tono el teléfono? —preguntó Shorty.
—¿Qué soy, adivino? —le preguntó Mark a su vez.
—Quiero decir, en general. En promedio.
—En general lo arreglan en medio día. Y el mecánico es un buen amigo. Le vamos a pedir que nos ponga los primeros en la lista. Podríais llegar a estar de vuelta en la carretera antes de la cena.
—¿Y qué pasa si tarda más de medio día?
—Entonces es simplemente eso, supongo. No lo puedo controlar.
—Honestamente, lo mejor sería que nos llevarais hasta la ciudad. Mejor para nosotros, y mejor para vosotros. Quedaríamos fuera de vuestro camino.
—Pero vuestro coche seguiría estando aquí.
—Mandaríamos una grúa.
—¿Sí?
—Desde el primer lugar que veamos.
—¿Podemos confiar en vosotros?
—Prometo que me voy a ocupar de que sea así.
—Vale, pero debes admitir que hasta aquí no te has mostrado cien por cien confiable en lo que respecta a ocuparse de cosas.
—Prometo que vamos a mandar una grúa.
—¿Pero imagina que no lo haces? Nosotros tenemos un negocio aquí. Nos veríamos obligados a hacernos cargo de deshacernos de vuestro coche. Lo que podría llegar a ser difícil, porque estrictamente hablando en primer lugar no es nuestro como para que nos deshagamos de él. No es mucho lo que podríamos hacer sin los papeles. No podríamos donarlo. No podríamos ni siquiera venderlo como chatarra. Sin lugar a dudas buscar otras alternativas nos costaría tiempo y dinero. Pero lo tendríamos que hacer. No podríamos tenerlo aquí para siempre, ensuciando el lugar. Nada personal. Un negocio como el nuestro es todo imagen y aspecto exterior. Tiene que atraer, no ahuyentar. Un cacharro viejo y oxidado en el medio y al frente enviaría un mensaje equivocado. Sin ánimo de ofender. Estoy seguro de que lo entenderéis.
—Podrías venir con nosotros hasta la empresa de las grúas —dijo Shorty—. Nos podrías llevar primero ahí. Podrías mirar cómo arreglamos todo. Como un testigo.
Mark asintió, con los ojos bajos, ahora él mismo un poco cohibido.
—Buena respuesta —dijo—. Lo cierto es que también nosotros estamos en una situación comprometida, en este momento, en lo que respecta a viajes a la ciudad. La inversión en este lugar fue enorme. Tres de nosotros vendimos nuestros coches. Nos quedamos con el de Peter, para compartir, porque era el más viejo y por lo tanto el menos valioso. Esta mañana no arrancaba. Igual que el vuestro. Quizás es algo en el ambiente. Pero en términos prácticos, ahora mismo, me temo que estamos todos varados.
Reacher comió en el lugar que había elegido el día anterior, que servía platos exclusivos pero reconocibles en un salón agradable con manteles. Comió una hamburguesa que tenía arriba en una pila alta todo tipo de extras, y una porción de tarta de albaricoque, con café negro de principio