Empuje y audacia. Группа авторов

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Empuje y audacia - Группа авторов Ciencias Sociales

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para ello. Después sobrevolamos, desde una mirada psicosocial, cuestiones de mayor concreción, adentrándonos en un debate actual sobre los modelos de trabajo social, los cuales giran en torno a dos visiones de la intervención, una primera asentada bajo el epígrafe de eclécticas, y una segunda que trataría de hallar un modelo estable y duradero que, tal vez, permita la agrupación y diálogo de diversas perspectivas. Tal diálogo pudiera ser imposible, debido a la inconmensurabilidad de las propuestas, o factible, al hallar puntos de convergencia.

      A continuación, el capítulo presenta un esbozo de aproximación globalizadora a la situación de estos y estas adolescentes y jóvenes en busca, desde una perspectiva crítica, de parámetros que nos acerquen a una intervención integral desde el trabajo social. Repasamos, así, los términos en que se encuadra la comprensión de la situación individual, acercándonos a conceptos como vínculo o empatía y deslizándonos, asimismo, hacia el acompañamiento en un contexto grupal y comunitario, dado que el devenir socializador del colectivo se desplegará en grupos de pares, entornos educativos, marcos residenciales o espacios asociativos o institucionales, entre otros. Finalmente, el capítulo concluye con algunos interrogantes e ideas que consideramos claves, así como orientaciones que nos permitan seguir investigando y trabajando en el reto de definir una filosofía de intervención y construir una propuesta metodológica más concreta.

      1. Paisajes en la niebla: construir un modelo de acompañamiento

      Americanization should all be made on the side of the immigrant, who is to learn our language, study our institutions, accept our ways, without any modifications in our own plans and purposes. But the case worker’s attitude toward this problem is one which recognizes the need of adjustments on both sides. Even so, the social adjuster cannot succeed without sympathetic understanding of the Old World backgrounds from which his clients came.

      Mary Richmond (1922)

      1.1. Trabajo social y conocimiento. Retales para pensar una relación

      Permanentemente, la disciplina de trabajo social discute sobre la conexión entre la teoría y la práctica, las teorías que son más adecuadas para la comprensión de los fenómenos sociales que causan sufrimiento psicosocial a las personas y, por ende, sobre cuáles son los métodos de intervención apropiados para que los cambios necesarios se puedan llevar a cabo. Cuando una profesión se interroga sobre estas cuestiones, como la visión que se tiene de la sociedad o sobre cuál es el origen de los problemas y conflictos sociales, se está refiriendo a un tipo específico de marco cognitivo desde el cual una disciplina o un/a profesional ve el trabajo que realiza y su lugar en él (Mulaly, 1983). Este marco cognitivo o enfoque teórico se respalda en una determinada posición epistemológica que representa una definición sobre la naturaleza del mundo social. Por lo tanto, la toma de decisiones que se realiza en la práctica «son juicios mediados por los conceptos teóricos y por la dimensión filosófica acerca de qué es el mundo social y su problematización» (Parra, Iannitelli y López, 2012: 294). En el mismo sentido, Barbero (2003) añade que la intervención debe explicitar lo que podríamos llamar la filosofía de la intervención, un marco conceptual-interpretativo que atraviese el conjunto del proyecto de intervención, incluyendo las propias formas de conocer.

      Los planteamientos de Ayre y Barrett (2003) consideran que las teorías deben proporcionar un sustrato sólido y un conjunto de bases sobre las cuales constituir la intervención práctica. Las teorías son procesos de simplificación de la realidad, y en el caso de la realidad que acoge e interviene en trabajo social, esta es extremadamente compleja, multidimensional y en constante transformación. Las teorías que perduran son las que ayudan a entender aquello que se requiere entender para lograr su transformación o cambio. Entonces, tal como plantean Ayre y Barrett (2003) la relación secuencial entre la teoría y la práctica no es tan simple y unidimensional como se suele precisar, la teoría sustenta la práctica, pero la relación que se establece entre ellas es dialéctica y de retroalimentación.

      Tradicionalmente, el trabajo social ha sido considerado por determinados/as autores/as como una profesión ecléctica, en la que se han utilizado teorías de diferentes disciplinas. Los modelos conceptuales que aplica el trabajo social definen los modos de intervención, sin embargo, deberían de estar en consonancia con las finalidades de la práctica y tendrían que ser concordantes con las metas que se explicitan en su definición. En tal sentido los/las autores/as proponen diferentes condiciones, o si se quiere, criterios, que faciliten esclarecer qué es y qué no es un modelo en trabajo social. Viscarret (2007) aboga por el influjo metodológico de un modelo y su congruencia, Payne (2012) por su aporte práctico, la coherencia de sus objetivos y la estabilidad y Du Ranquet (1996) por el acervo patrimonial de valores y conocimiento.

      La vinculación teoría-práctica, en lo que se refiere a los modelos de trabajo social, queda ensombrecida por los aportes de la investigación; así, llaman la atención los resultados de la investigación en Cataluña (Fernández et al., 2016), donde se pone de relevancia una gran variedad de opciones teóricas que la práctica no parece sustentar ya que, tan sólo el modelo sistémico (Campanini, 2012), de manera destacada, y el psicosocial o psicodinámico (Hamilton, 1942), son porcentualmente significativos dentro del universo de los profesionales participantes.

      En cuanto a la dupla eclectismo/concreción metodológica se nos dibujan dos juicios divergentes. Por una parte, y ante los contextos cambiantes en que se desarrolla el trabajo social, se postulan fórmulas eclécticas como estrategia óptima. Así, Coady enfatiza la necesidad de que el trabajo social tienda hacia un modelo generalista ecléctico (Coady y Lehmann, 2016). Otros/as autores/as proponen el uso de una multiplicidad teórica (Deslauriers, 2010; Payne, 2012) o incluso una aplicación del modelo, adaptada al escenario de la demanda (Fernández y Ponce de León, 2011). Siguiendo este hilo, queremos profundizar en la búsqueda de fórmulas integrativas, entendiendo que se requiere un todo más que la agregación de las partes, o la confección de un modelo flexible e integral que articu­le diferentes métodos y modelos (Palacín, 2017a).

      1.2. El trabajo social ante una realidad compleja y globalizada.

      La mirada del trabajo social es eminentemente psicosocial y relacional. Es una actividad organizada para abordar las carencias humanas y el desarrollo de las potencialidades de las personas y la mejora del entorno, con la finalidad de dar también una respuesta a la génesis estructural de los problemas sociales. Las finalidades del trabajo social se desarrollan, pues, en diferentes niveles, el primero es aquel en el que se sitúa la persona como ser humano completo, en relación con su entorno y a las relaciones que en él establece. Nivel en el que procura por los cambios sociales, la promoción de la justicia social y de los derechos humanos. Y el segundo, en el que se ocupa de modificar las fuerzas y las estructuras sociales que sustentan la opresión, como el racismo y el patriarcado, entre otras, que generan situaciones de poder estructurales de privilegio y desventaja.

      Sobre la mirada psicosocial y la naturaleza relacional del trabajo social, Furlong (2003) expresa que poner en el centro del trabajo so­cial la dimensión relacional de los seres humanos posibilitará que las y los trabajadores sociales dirijan la comprensión y la intervención desde un enfoque multidimensional, «en el que no cabe la fragmentación y que exhorta a interrelacionar todas y cada una de las dimensiones que constituyen las situaciones de las personas» (Parra, 2017: 298).

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