Empuje y audacia. Группа авторов

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Empuje y audacia - Группа авторов страница 16

Empuje y audacia - Группа авторов Ciencias Sociales

Скачать книгу

Esta comprensión es muy útil para descubrir, el sentido de la acción social en el contexto de la vida cotidiana y desde la perspectiva de los/las actores (los/las políticos/as, los/las responsables organizativos, los/las profesionales, los/las representantes asociativos, los ciudadanos y las ciudadanas, y especialmente, los y las jóvenes migrantes) para poner en relación sus representaciones sociales y construir conjuntamente una sociedad más inclusiva y acogedora. Para una mayor profundización, remitimos al capítulo 2 y al capítulo 4.

      Además, también mantenemos una posición crítica respecto al marco administrativo y jurídico que se asienta en una fricción relevante entre el derecho superior del menor y las políticas migratorias, cuyo énfasis a menudo recae sobre el control de flujos, tal como explica Elena Arce en el capítulo 5. La legislación en materia de extranjería (Ley 4/2000) establece separaciones, en concreto, el binomio regular/irregular (Palacín, 2017b) puede conducir las trayectorias hacia zonas de desafiliación (Castel, 2010). Concretando lo anterior, no puede obviarse la exclusión del sistema sanitario para los extranjeros que trajo implícita la promulgación del Real Decreto 16/2012 por criterios de corte económico (Delgado, 2014).

      En el caso de los/las menores, con el control fronterizo como bandera, se ha constituido una estructura jurídica y administrativa que interpreta de manera incierta el interés superior del menor dejándolo, a menudo, al amparo de la arbitrariedad confeccionando los módulos para MMNA como instrumentos de control administrativo antes que dispositivos de protección. Esta fricción puede generar conflictos y situar al/la profesional en cuestiones, problemas o dilemas éticos entre los valores de las profesiones que trabajan con el colectivo, entre ellas trabajo social, y los requerimientos de la política social, no siempre respetuosos de tales valores. Situación que remite a lo que Banks (1997) refiere como desigualdades y opresiones estructurales, o lo estipulado por Reamer (1991), en caso de conflicto, el derecho de los individuos al bienestar puede ser prioritario sobre leyes y reglas, aspecto que comporta considerar el interés superior del menor como fundamental, sea cual sea la intervención o decisión (Gimeno, 2018).

      El trabajo social desde una perspectiva emancipadora implica un análisis crítico de los problemas sociales, un compromiso con la justicia y el cambio social y la práctica de la dimensión colectiva (Dominelli, 2004), entendida dicha dimensión en los términos anteriormente descritos que enfatizan los procesos, las relaciones y la dignificación del lugar social de las poblaciones y colectivos que son silenciados, ignorados o como es también el caso del colectivo MMNA, criminalizados. Si bien es verdad que estas perspectivas emancipadoras rechazan los enfoques individualistas, esto no implica, a nuestro entender, que este posicionamiento ético-político niegue la necesidad de abordar la dimensión individual de los problemas sociales.

      2.2. La comprensión de la situación individual para construir el vínculo entre el profesional y el/la menor

      Estamos ante un actor específico por sus características: la edad, la procedencia, la distancia y, por ende, la vinculación/desvinculación con la familia de origen, las condiciones de entrada que, por supuesto, no son simétricas en todos los casos y las diferencias con los desplazamientos migratorios en su versión tradicional. Estos, en cierto sentido y siempre teniendo en cuenta que los límites de las categorías distan de ser estáticos, presentan una cierta secuencia o patrón, que pasa por el desplazamiento de un representante de la familia, quien, transcurrido un tiempo y si las circunstancias lo permiten, procede a la reagrupación familiar. En el caso de menores, se han establecido patrones migratorios; estos, sin embargo, presentan fronteras difusas y cambiantes (Quiroga, Chagas y Palacín, 2018).

      La construcción teórica del concepto de vínculo se asoció, por una parte, a la mencionada base segura y, por otra, a la conducta exploratoria (Bowlby, 1989), de tal manera que una figura de apego accesible, incluso en condiciones de adversidad, que pueda ser concebida como una base segura, resultará un facilitador para que el sujeto explore los entornos que habita. Si el vínculo tiende a la ambivalencia o inseguridad (Howe, 1997), posiblemente la actividad exploratoria verá mermada sus posibilidades. Este término es asimismo indisociable de la noción diagnóstica. No todos los sujetos tienen la misma capacidad vincular, y la comprensión temprana de esto podrá dar como resultado un mayor trabajo relacional desde lo profesional, que pueda tomar en consideración el malestar emocional que los MMNA presentan, a menudo acompañado de desconfianza hacia el entorno profesional que les asiste (Bravo y Santos González, 2017).

      Cabría asimismo interrogarse sobre la relación entre el circuito de acogida y la posibilidad o no de establecer vínculos entre profesional y menor. La acogida se da en un contexto de emergencia y está sometida a la incertidumbre derivada de las propias condiciones del dispositivo y de un marco administrativo jurídico laberíntico, debemos pues ser conscientes de que el diagnóstico no solo debe incluir al menor y sus circunstancias, sino también al dispositivo y sus contrariedades. En tal sentido, se ha propuesto la figura del tutor profesional (Bruun y Kanics, 2010) como herramienta que otorgue especial protección y garantice el interés superior del menor. Tal figura sería, sin duda, un facilitador en la génesis y mantenimiento del vínculo a lo largo del proceso.

      Otro concepto clave para la comprensión de las situaciones particulares de los/las menores es la empatía, término conceptualizado como aquella capacidad, hoy sostenida también desde lo neuronal (Iacoboni, 2009), que permite comprender el mundo del otro. Ciertamente, no es un espacio carente de dificultad, ya que lo empático establece una lectura del otro desde el mundo propio y, en tal sentido, son quizá las creencias de este mundo propio las que rigen las intervenciones y no las ligadas al devenir del otro o, asimismo, como indica Campanini (2012), generarse una empatía sin límites que borre la distancia entre los copartícipes. Esta ligazón empática, cuyo origen podría estar en la motivación del profesional puede adquirir importancia en situaciones específicas como la atención MMNA, donde la experiencia previa de los coparticipes en el vínculo es, como mínimo, distante en atención a los distintos márgenes culturales de procedencia. Así, el acompañamiento a través del afecto y escucha es la herramienta promotora del vínculo entre MMNA y cuidadoras/es y un estímulo a la resiliencia (Martín, Alonso y Tresserras, 2016).

      El vínculo empático es condición necesaria de un espacio asistencial fructífero, pero tal vez no suficiente, puesto que requiere, por una parte, de la disposición profesional a entender la interinidad de su propio mundo, para permitir el acceso a los parámetros del otro. De tal hecho era ya consciente, hace un siglo, Mary Richmond (1922), quien subrayaba, en un contexto tan diferente como el proceso migratorio en Estados Unidos a principios del siglo pasado, que, si entre migrante y profesional no se producía una adaptación mutua, si no se era capaz de comprender la idiosincrasia del otro, la tarea podía estar condenada al fracaso. En tal sentido, resulta interesante la propuesta de entender el espacio asistencial como espacio de inclusiones mutuas o como marco empático intercultural (Mata, 2009).

      El espacio vincular puede ser un facilitador para cooperar en el sostén de la trayectoria entre los vericuetos e incertidumbres del espacio

Скачать книгу