Durará este encierro. Группа авторов
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Ya casi me parece una broma de mal gusto que hace dos semanas, incrédulos, E y yo nos pusiéramos a ver Contagion mientras tomábamos unas cervezas, y que una semana después, precavidos, fuéramos a comprar al mercado porque se venía voceando el encierro. Y ahora estamos los dos cagados de miedo, cada uno en su cuarentena casera. También me resulta un desafío innecesario que, mientras íbamos en familia a hacer las compras, les haya puesto una cumbia sobre el virus y que la cantara a voz en cuello risueña y despreocupada. Ahora cada uno está en su casa —mi hermano, mis padres y yo—, y no me quedan ganas de cantar nada, mucho menos esa cumbia.
Aún faltan diez días. La regla me ha venido hoy; la mitad de lo que falta tendré dolores y sensibilidades desbordadas.
No sé si soportaré las noticias, los comentarios, las redes; estar lejos de mis padres, de mis amigos, de mi familia. No sé si podré cocinar… No sé si tenga que salir a comprar víveres. No sé si el virus me encuentre en la calle. Solo sé que ahora tengo miedo e incertidumbre. Solo puedo pensar que cuando haya pasado todo esto (¿cuándo será?), el recuerdo de los estados que voy poniendo día a día en mi Facebook quedará para la anécdota. Ojalá así sea.
En el epicentro pandémico
Claudia Salazar Jiménez
Nueva York
New York pandémica, noche de sábado previa al confinamiento obligatorio. Las grandes avenidas están vacías. Por la Sexta, en Chelsea, el paisaje se vuelve surreal. Pasa un grupo de seis ciclistas, muy jóvenes, afroamericanos alegres y vigorosos, como si cortaran el silencio de la ciudad. En una esquina donde funcionaba un bar, veo que un vagabundo ha llenado la fachada con restos de flores y tallos secos de los negocios cercanos. ¿Qué pretende hacer? Parece un altar. Ha puesto una foto en la puerta del local, rodeada de más flores. Hay un patrullero frente al bar. Bajan dos policías y hablan con el insólito decorador. Antes de escuchar lo que dicen, noto un movimiento al otro lado de la calle. Es una figura delgada, con un terno que le queda grande y le da un aire de cuadro de El Greco. Alargadamente, este hombre camina cojeando del lado derecho, con un ritmo casi de zombi. Pienso en «Thriller» de Michael Jackson… Los policías le dicen al decorador que no puede seguir poniendo tanta basura frente al bar (está cerrado y no creo que a nadie le importe). El delirante decorador no los escucha y persiste en su dedicada tarea. Aún me faltan un par de calles.
Muchos negocios han cerrado, pero las farmacias, delis y supermercados aún se mantienen iluminados. Varios de sus anaqueles, vacíos.
Sensación de estar en una película apocalíptica cuyo guion está comenzando a escribirse.
1984 is here [y es real]
Claudia Cisneros
Athens, Ohio
¡emergencia!
si me quieres, aléjate
¡emergencia!
no me toques
no te acerques
no me beses
emergencia de distancias
matrix
desequilibrio mortal
¡alerta!
un polizonte
en el sagrado cuerpo
penetra células
se replica ad infinitum
espejo contra espejo
en invisibles gotas
viajan
y se disparan
como municiones
¡emergencia!
es necesario separarnos
para permanecer unidos
¡vivos!
6 metros de distancia
¡no me toques!
120 nanómetros
el diámetro
del polizonte mortal
3 % mortandad promedio
esto es real
2020
año pandémico
es surreal
120 nanómetros
de diámetro mortal
diámetro invisible
contra diámetro terrestre: stop!
¡alerta!
¡alarma!
¡emergencia!
en Athens no se ha detenido la primavera
florecen los brotes del árbol blanco en mi balcón
la vida continúa en otros reinos de la Tierra
ajenos a nuestros ajetreos
a nuestros resoplidos
a nuestras máscaras quirúrgicas
a nuestro arranche de papel higiénico
a nuestro gel para las manos
¡alerta
alarma
emergencia!
somos vida
que se autoinflige
desgracia y muerte
¡alerta
alarma
emergencia!
un día tarde nos dimos muy cuenta
de que no hay suficientes respiradores
de que no suficiente querer
de que somos frágiles
decadentes
de que hay cuarentenas y cuarentenas
algunas alacenas llenas