La imaginación metodológica. Raúl Trejo Delarbre

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La imaginación metodológica - Raúl Trejo Delarbre Brújula

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alt="Imagen 2 Visualización de la red de contactos de mi perfil personal en Facebook, de 2013 Fuente: Elaboración propia."/>

      Fuente: Elaboración propia.

      Esta conexión entre Gephi y Netvizz fue la que me hizo descubrir que el llamado giro computacional de la cultura no solo aludía a la interacción en las plataformas, sino a la manera de estudiarlas. Fue la primera vez, en 2014, que escuché hablar de las Interfaces de Programación de Aplicaciones, las famosas API, puertas traseras que las propias empresas de redes abren a desarrolladores que con o sin ánimo de lucro otorgan acceso a datos de interacción entre sus usuarios, como en Twitter, o a páginas y grupos públicos como en el caso de Facebook. Mucho se ha discutido sobre la calidad de la información que proporcionan las API, al considerar que puede haber sesgos, restricciones e inconsistencias en los datos recabados. Para revisar estas limitaciones y sus posibilidades sugiero revisar los textos de Bruns y Burgess (2016) y a Brooker, Barnett, Cribbin y Sharma (2016). Un libro que se había publicado un año atrás, Software Takes Command (Manovich, 2013), había comenzado el debate sobre el software como una interfaz con el mundo, idea que a la fecha se ha complementado cada vez de manera más sólida desde la teoría del actor red (TA-R) gracias a su noción de actante.

      El software, efectivamente, cambia la asociación entre investigador y conocimiento, incluso lo que entendemos por social. Y no solo el software, sino un extenso ensamblado multiengrane de posibles mediadores que incluye conexiones, antenas, dispositivos, sistemas operativos, navegadores, sitios web o plataformas, aplicaciones, interfaces, códigos programados, protocolos, algoritmos y formatos, etc. De hecho, al investigar he llegado a la conclusión de que es necesario presentar este ensamble con todas las precisiones posibles, al ser un artefacto sociotécnico móvil a deconstruir, en el marco de la problematización de la tecnología como caja negra, y las constelaciones de la ingeniería inversa. En este sentido, sugiero explorar la estrategia de indagación llamada tecnografía (Bucher, 2016) o los recursos de la descripción de las asociaciones desde el punto de vista de la TA-R. En la investigación doctoral que realicé llegué al límite de señalar las versiones de dispositivos, plataformas y navegadores, que tuve que anonimizar para desterritorializar los resultados de mis preferencias personales, de acuerdo con la noción de imaginarios algorítmicos (Bucher, 2017), pertinente en el marco de discusión de las epistemologías del software.

      Otro aspecto relevante sobre este tema es el cúmulo de lecciones aprendidas por el uso de sitios desde los cuales he podido realizar descargas libres durante estos años. En primer lugar, como ya mencioné, Netvizz para Facebook, una aplicación que dejó de funcionar para esa red y comenzó en 2019 una nueva versión en YouTube. También utilicé NodeXL para descargar datos de Twitter, así como con Flocker, una plataforma de la española Outliers que estuvo durante mucho tiempo disponible para descargas gratuitas pero que desapareció, mismo caso que Topsy, que permitía la visualización de los tuits con búsquedas particulares, mucho antes que la misma plataforma Twitter y su herramienta de búsqueda avanzada facultara esto mismo con una gran cantidad de posibilidades.

      Finalmente, en 2020, cuando escribí este artículo, la extracción se podía realizar de muchas formas, desde modelos de negocios basados en analítica de datos proporcionados por las API, pasando por expertos en vertientes de la disciplina conocida como data science, así como laboratorios académicos que también desarrollan herramientas, varias para generar visualizaciones en tiempo real. Muchas de las herramientas actuales combinan extracción y visualización como un dispositivo inapelable, con la limitante de eliminar instrucciones y con ello posibilidades de plantear hipótesis de datos para el investigador, pues generan redes ‘digeridas’ con base en la centralidad de grado. En lo personal, para exploraciones de la actividad en Twitter en el plano relacional utilizo Hoaxy, del Observatorio de Medios Sociales de la Universidad de Indiana, mientras que para descargas más amplias, he tenido que recurrir a servicios comerciales en el marco de los proyectos y objetivos del Observatorio de Ciudadanía Digital del Departamento de Ciencias de la Comunicación y Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Cuajimalpa, ubicada en la Ciudad de México. Respecto a la minería de datos con visualización incluida, en 2019 tuve la oportunidad de conocer y utilizar el proyecto desarrollado por Pérez, Cortés, Gómez y Abascal, en el marco de la Maestría en Diseño, Información y Comunicación de la misma institución.

      Derivado de la experiencia en minería de datos, una vez obtenida la información, es claro que un pendiente y a la vez una exigencia más para el investigador es aprender a utilizar paquetes computacionales e invertir en herramientas que permitan la extensión de las capacidades intelectuales e imaginativas para acompañar la participación interpretativa (Masson, 2017). En mi caso me he centrado en Gephi para el procesamiento y la visualización de los datos obtenidos de las plataformas mencionadas, sin embargo hay ejemplos como R Studio que permiten el uso de scripts microdirigidos para extraer información, así como diferentes formas de generar gráficas, lo que requiere un nivel avanzado de programación que pocos logran desde las ciencias sociales, motivo por el cual la colaboración interdisciplinaria se ha vuelto un imperativo en el trabajo de este tipo —en concreto con el auxilio de un experto de las áreas computacionales—, sobre todo cuando los recursos de autodidacta son insuficientes; una transición del hazlo tú mismo al hagámoslo juntos —del do it yourself al do it together— que traspone las metodologías del campo traviesa de lo digital (Ratto y Boler, 2014).

      Recursos de saltimbanqui

      A pesar de haber descubierto el uso del análisis de redes sociales antes de concluir la metodología de mi investigación doctoral, no pude desarrollarlo por dos razones elementales: la falta de bases de datos en formato relacional sobre las movilizaciones electorales en la contienda presidencial de 2012, en concreto sobre #YoSoy132, y la falta de conocimiento de que, aunque limitadas, yo mismo podía crearlas desde cero. En la tesis solo pude agregar una visualización del Tema Tendencia (Trending Topic) #2DeOctubreNoSeOlvida, generado hasta dos años después, en 2014, con fines meramente descriptivos en la revisión del tema redes sociodigitales (véase Imagen 3).

       Imagen 3

      Visualización de la tendencia #2DeOctubreNoSeOlvida, de 2014

Imagen 3 Visualización de la tendencia #2DeOctubreNoSeOlvida, de 2014 Fuente: Rodríguez Cano, 2015a: 31.

      Fuente: Rodríguez Cano, 2015a: 31.

      El tránsito del análisis de redes, entendido como un divertimento con las posibilidades de descarga y visualización concentrado en el seguimiento de tendencias de opinión, a un momento de aplicación con mayor rigor, tuvo su escenario más adecuado en artículos que finalmente fueron publicados entre 2015 y 2020, propuestas que identifico de mejor manera con malabarismos despabilados que con fórmulas prescritas, a partir de extracciones de datos en Twitter y Facebook, tanto desde la perspectiva de los pequeños datos como de los datos densos.

      En las extracciones de arriba hacia abajo puedo resaltar como primera experiencia el análisis longitudinal de las redes articuladas en Twitter para acompañar la marcha en las calles realizada con el hashtag #1Dmx (Rodríguez Cano, 2015b). Dentro de las posibilidades en la aplicación del ARS en este contexto apareció la riqueza de manifestaciones con el uso del hashtag #YaMeCansé para hacer eco de las protestas en las calles a dos años de la toma de protesta del entonces presidente Enrique Peña Nieto y frente a la desaparición de los cuarenta y tres normalistas de Ayotzinapa, así como la identificación de los nodos centrales en cuanto a grado de entrada con la cual pude diseñar una primera tipología de usuarios (activistas, ciudadanos, militantes, medios profesionales, medios independientes, periodistas, etcétera). Otro hallazgo fue observar cómo la movilización se convirtió en una conversación que reaccionaba en tiempo real a los acontecimientos

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