"Quiero escribir mi historia". Pablo Francisco Di Leo
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Entendemos que la idea de maternidad adecuada dialoga conceptualmente con las dimensiones estatutarias que atraviesan y configuran la familia toda vez que las mismas aluden, entre otros aspectos, a un modelo hegemónico, ordenador de las prácticas y de los significados atribuidos a la maternidad hacia el interior de la institución familiar. Al mismo tiempo, interpretamos que las prácticas vinculadas a esas dimensiones y a la maternidad adecuada pueden significarse como soportes legítimos de los sujetos cuando es necesario afrontar y resistir determinadas pruebas biográficas.
El carácter estatutario de la institución familiar y el modelo de madre adecuada son las dimensiones que, sin desaparecer como soportes del sujeto, empiezan a mutar –a visibilizarse, a ponerse en tensión– por y a partir de las transformaciones de la segunda modernidad, expresando de este modo los límites inherentes a sus configuraciones en tanto aristas inescindibles de la institución familiar. Las prácticas que anteriormente eran silenciadas o deslegitimadas como desvíos comienzan a visibilizarse, lo cual pone a los sujetos en la necesidad de resignificarlas biográficamente.
Junto a las mutaciones y a las resignificaciones biográficas estas dimensiones comienzan a formar parte del conjunto de temáticas susceptibles de ser abordadas tanto por la sociología del individuo como por los estudios de género. Como recupera críticamente Martuccelli (2006: 21):
[Estos estudios] han terminado por imponer, a nivel de las representaciones, la necesidad de reconocer las dependencias, los soportes reales sobre los que se constituye toda individualidad.
El reconocimiento y la problematización de estas “dependencias” y la puesta en discusión de la noción de individuo autónomo e independiente son algunas de las preocupaciones más importantes de la sociología del individuo.4 Siguiendo a Martuccelli (2007a), lo importante para un análisis que se base en los preceptos de la sociología del individuo sería estudiar la manera como los individuos constituyen un diferencial de apoyos por el medio indirecto de relaciones o de objetos, que se cargan de nuevos significados, más aquí o más allá, de los roles tradicionales. La propuesta analítica de la sociología del individuo nos plantea que una vez reconocida la gran diversidad de soportes en la vida de los individuos es necesario abordar el grado de visibilidad y de legitimidad de los mismos. Aunque sean soportes muy notorios, los vínculos filial-maternales se revelan, debido a su profunda legitimidad social, con cierto grado de invisibilidad en cuanto a su carácter externo.
El autor nos sugiere una relación indirecta entre la visibilidad y la legitimidad de los apoyos que sostienen al individuo desde el exterior. Un soporte, externo al sujeto por definición, será mejor considerado tanto colectiva como individualmente, cuanto más interno aparezca; es decir: a mayor visibilidad, menor será su legitimidad y viceversa. En palabras del autor:
Dado el valor que Occidente concedió a la representación de un individuo dueño de sí mismo, el hecho de recurrir a puntos de apoyo externos es tanto mejor aceptado, en la medida en que éstos son cuidadosamente escondidos, individual o colectivamente, al actor mismo. Ésta es la razón por la cual el recurrir abiertamente a sostenes externos es siempre una fuente de estigmatización. Si todos deben aceptar prótesis artificiales, éstas son tanto mejor aceptadas cuando son poco incómodas. (Martuccelli, 2007a: 77)
Cabe dejar bien en claro que el carácter externo de los soportes es intrínseco a éstos; por ello se considera que no existe individuo sin un conjunto de soportes externos que lo sostengan en el mundo, pero la manera en la que el individuo establece su relación con sus sostenes transforma la “naturaleza” misma del acto por el cual se tiene el mismo. Este punto resulta sumamente relevante para comprender la invisibilidad que adquieren ciertos apoyos fuertemente legitimados –como resultan ser los vínculos filial-maternales– alimentando así la ficción de percibir ciertos sostenes como si los mismos fueran de carácter interno. Incluso, siguiendo a Martuccelli (2007a), podríamos decir que muchos individuos forjan su personalidad en la medida en que son tenidos desde el exterior sin tener conciencia de ello.
Las dimensiones estatutarias de la familia y de los vínculos entre hijos y madres aparecen en los relatos de los jóvenes de diversas formas. Una de ellas es a través de la significación positiva de ciertas prácticas maternales que despliegan diversas mujeres cercanas a ellos, por ejemplo, sus amigas o sus abuelas:
Está preso, así que… igual como que no le importa el papá. Si ella está bien con su hija, tampoco está buscando una relación ni nada, no, ella se dedica sólo a su hija… habla rebién de ella […] ella se dedica sólo a su hija porque ni siquiera se compra ropa, ni se arregla, ni se pinta… (Nora)
Fue como una madre para mí… porque a veces cuando venía de la escuela, ya tenía hecha la comida, me lavaba la ropa, me lavaba las zapatillas y un montón de cosas… (Julito)
Este carácter de soporte legítimo puede aparecer también al significar el vínculo que se sostiene con los propios hijos. Así lo expresa Lili al subrayar los rasgos afectivos de este vínculo que la sostienen, permitiéndole afrontar y resistir pruebas como el uso de drogas o la separación de su pareja:
A mis hijos los amo. Yo no sé qué haría sin ellos. Yo me veo sin ellos y me veo en una esquina, drogada… si no los tuviera sería cualquier cosa, pero menos feliz. [Por ellos] yo vivo, lucho y sigo adelante…
A la vez, entendemos que el relato biográfico de Nora nos brinda un ejemplo nítido y elocuente en torno a cómo los hijos pueden configurarse como sostenes legítimos para las madres y para la familia en general, al realizar actividades estrechamente relacionadas con la dimensión estatutaria:
El año pasado tuvieron que operar de urgencia a mi madre. Tenía peritonitis, pero no lo supimos hasta que la internaron. Para mí fue un momento muy especial porque, por un lado, estaba muy preocupada por la salud de mi mamá y, por otro, estaba muy cansada. Cuando la internaron, sólo dejaban que se quedaran mujeres a acompañarla y yo me tuve que quedar durante toda la internación. Cuando era el horario de visita, aprovechaba que se quedaba con alguien que iba a verla y me iba a casa a cocinar, a limpiar y a lavar la ropa.
Estas dimensiones estatutarias también emergen cuando los entrevistados se vislumbran a sí mismos como futuros fundadores de familias, adoptando rasgos de mandato relacionado con cuestiones materiales como la adquisición de una vivienda o el cuidado de la salud:
Primero quiero tener mi casa. Porque tampoco voy a estar viviendo con mi mamá, me voy a quedar embarazada y voy a tener que vivir con ella. (Dora)
Quiero que mi hijo tenga una obra social, un seguro de vida, una obra social para mi mujer. (Charly)
En otras ocasiones, ese mandato combina lo material con dimensiones menos tangibles, por ejemplo, la felicidad:
A los treinta años quiero tener mi casa. Me estoy preparando para tener una familia que sea feliz, que no nos falte nada. (José Luis)
Por otra parte, el sentido de las palabras de Dora recientemente citadas reaparece en el relato de Nora de la siguiente forma:
Quiero tener un trabajo para poder tener un hijo, sino, no. No quiero que mis papás me den todo lo que es para el bebé.
Estos relatos ilustran ciertas reflexiones que atraviesan nuestra apoyatura teórica. El sujeto fundador de una familia (en este caso, una madre adecuada) que despliega una práctica legítima como tal debe aparecer como autónomo e independiente; es decir, haciendo invisible la exterioridad de los soportes que le permiten afrontar la prueba (en esta ocasión, el futuro armado de una