"Por una merced en estos reinos". Carolina Abadía Quintero

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de ArboledaArcediano Agustín de BarrasaChantre Gregorio Ibáñez de CaviedesMaestrescuela Miguel de Ressa Montoya
1686-16882Arcediano Agustín de Barrasa
Maestrescuela Miguel de Ressa Montoya
1689-16951Deán, chantre y maestrescuela Miguel de Ressa Montoya
1695-16962Deán Miguel de Ressa Montoya
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
1696-16973Deán Miguel de Ressa Montoya
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
Maestrescuela Fernando Antonio de Salazar Betancur
1697-16994Deán Miguel de Ressa Montoya
Arcediano Jerónimo Pérez de Ubillús
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
Maestrescuela Fernando Antonio de Salazar Betancur
16992Arcediano Jerónimo Pérez de Ubillús
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
1700-17034Deán Miguel de Ressa Montoya
Arcediano Jerónimo Pérez de Ubillús
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
Maestrescuela Fernando Antonio de Salazar Betancur
1704-17073Deán Miguel de Ressa Montoya
Arcediano Jerónimo Pérez de Ubillús
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
1707-17134Deán Miguel de Ressa Montoya
Arcediano Jerónimo Pérez de Ubillús
Chantre Francisco Javier de Salazar Betancur
Maestrescuela Fernando Antonio de Salazar Betancur
17134Deán Miguel de Ressa Montoya
Arcediano Francisco Javier de Salazar Betancur
Chantre Bernardo de Inestrosa Príncipe
Maestrescuela Matheo de Castillo Bernaldo de Quirós

      Fuente: Elaboración propia con datos de las actas capitulares del Archivo General de la Nación, Arzobispal de Popayán, cartas de los primeros obispos de Popayán del Archivo General de Indias y de Juan Friede, Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada desde la instalación de la Real Audiencia en Santafé, 10 tomos, Biblioteca Banco Popular 89 (Bogotá: Editorial Andes, 1975).

      Los periodos que se muestran fueron definidos a partir de los cambios de las actas capitulares con respecto a la asistencia de capitulares, o su ausencia o la renovación de la planta por promoción eclesiástica. Esto permitió diferenciar la recurrencia de las cinco dignidades en el tiempo de estudio, lo cual demuestra, primero, que fue solo una vez, entre 1621 y 1634, cuando fue posible encontrar a las cinco dignidades de la catedral en las reuniones capitulares; segundo, que las ausencias que más se evidencian en esta planta en ejercicio son las del deanazgo y la tesorería, y que, por el contrario, el arcedianato es el de mayor presencia y sobre el que recae el mayor peso de la administración del cabildo eclesiástico. También se identificó que, por cerca de siete años en una sola persona, el capitular Miguel de Ressa Montoya, recayeron los deberes de la catedral y de su cabildo, quien ascendió de maestrescuela a chantre y deán. Al revisar los nombramientos de prebendados, se denota también la ausencia de designaciones de otros candidatos, posiblemente, por la ausencia de clérigos idóneos, argumento que ya habían señalado tiempo atrás los obispos Vasco Jacinto de Contreras (1659-1666) y Pedro Díaz de Cienfuegos (1685-1690).

      Incluso, a partir de la recurrencia en el ejercicio de la prebenda que se expuso en la tabla 5, es posible proponer una periodización en que se exponen los momentos de fortaleza y debilidad de esta corporación; estos periodos están definidos a partir tanto de los cortes generacionales de los capitulares como por algunas sedes vacantes o administraciones episcopales específicas, o por la presencia de un número específico de capitulares en el ejercicio de su prebenda. Estas etapas son:

      • De 1548 a 1591, años en que se dan los inicios del cabildo y se denota el tipo de prebendas que necesita la corporación, así como se reconoce que la pobreza de la recaudación decimal impide el sustento de una planta capitular mayor de las cinco dignidades.

      • De 1591 a 1621, periodo caracterizado por la presencia de dos fuertes autoridades que trazan el rumbo de los proyectos eclesiásticos de los que carecía el obispado: el deán Juan Montaño y el obispo fray Juan González de Mendoza, enfrentados entre sí, pero figuras que perfilaron las necesidades del obispado. En este periodo se denota la presencia continua de, al menos, tres prebendas en ejercicio.

      • De 1621 a 1650, es posible identificar una incipiente estabilización de la planta catedralicia, que fluctúa entre las tres a cuatro prebendas en labores.

      • De 1651 a 1660, es la etapa que corresponde a la sede vacante episcopal, de modo que es este cabildo eclesiástico el encargado del gobierno y la administración del obispado. En este corte de años, se mantienen en el cabildo los mismos capitulares (Antonio de Landaeche, Agustín de Olea Salazar, Gregorio Belín de Baños y Pedro de Herrera Gaitán), como muestra de un corte generacional que por veinte años se encargó de los asuntos eclesiásticos payaneses permaneciendo o ascendiendo en las prebendas del cabildo catedral.

      • De 1660 a 1688, etapa en que se mantienen de manera oscilatoria cuatro prebendas, es justo la época de mayor estabilidad episcopal por el protagonismo de los obispos de este periodo.

      • De 1689 a 1695, momento de crisis del cabildo catedral, el cual en un tiempo prolongado solo tiene un prebendado.

      • De 1695 a 1714, etapa de estabilización del cabildo catedral que logra mantener a cuatro prebendados presentes de manera continua en las reuniones del cabildo.

      La ausencia de ciertas dignidades en específico muestra a la vez el problema en el cumplimiento de ciertas responsabilidades y labores vinculadas a estos cargos. Por ejemplo, la falta del chantre lesionaba las labores del coro y de la presencia musical en la catedral, y la ausencia de un tesorero incrementaba los inconvenientes en la administración de los dineros que correspondían a la fábrica de la catedral. Esto llevó a que el resto de los prebendados asistentes a las reuniones capitulares asumieran, por ende, compromisos que no estaban adscritos a su cargo. No está de más presentar una conclusión preliminar: la falta de consolidación de la planta del cabildo eclesiástico entendida a partir de las ausencias en el ejercicio del cargo sea por la no designación del rey, por las ausencias justificadas e injustificadas, por las muertes y licencias de los prebendados debió de ser un factor determinante para que proyectos de envergadura e importancia para esta corporación y el obispado, como la construcción de un proyecto catedralicio fuerte o el fortalecimiento de un colegio seminario, no se realizaran con vigor. Ahora bien, frente a una corporación que tiene escasamente lo necesario para funcionar, habría que revisar el rol cumplido por los obispos para mantener la majestad eclesiástica en un obispado y gobernación en que de manera temprana se ve el afianzamiento de las élites conquistadoras en las corporaciones de poder.

      Finalmente, se identificó en estos ciclos colegiales que, justo en el periodo que va de 1694 a 1714, se presenta un último grupo de prebendados que muere o es promocionado entre 1714 y 1720, pues se dan las muertes sucesivas del chantre, Bernardo de Hinestrosa Príncipe, en 1715; del arcediano Francisco Antonio de Salazar Betancur, en 1717, y del deán Miguel de Ressa Montoya en 1717, lo cual dio paso a un periodo de renovación de la planta capitular que se fortalece con la llegada de un nuevo obispo, en este caso, Juan Gómez Navas y Frías (1716-1726).

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