Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017). Laura Esperanza Venegas Piracón

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Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017) - Laura Esperanza Venegas Piracón

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político (o, grosso modo, de representación política), ejercicio en el que existen un orador o varios y una audiencia, sino a grandes rasgos y con características y condiciones muy concretas, como, por ejemplo, la materialización comunicativa, consciente o no, en sus múltiples expresiones, de una construcción ideológica que busca posicionar su propia concepción de mundo, es decir, tanto su legitimación como su propia reproducción.

      Finalmente, la política no se asume como el ámbito institucional, constituido, en el que muchas veces se da por sentado que el mecanismo de participación es representativo y, por ende, se presupone la existencia de figuras icónicas que encarnan el ejercicio de la toma de decisiones sobre la comunidad. Se asume, más bien, como un campo de acción e interacción abierto que, en su dinámica, recubre en gran medida los hechos y actores sociales, pero no los agota en la institucionalización de los canales y los mecanismos instaurados para disputar el sentido de la vida en común, con lo cual nos obligamos a traer a colación la forma y el sentido de la dicotomía política y político que espera ser elaborada, precisamente, en la construcción de la relación teórica y práctica presente en el escenario que surge de la articulación entre lenguaje, discurso y política a la luz del poder.

      Dada la propuesta de partida inicial, antes de desembocar en la precisión del concepto lenguaje político subalterno que se deduce tanto del pensamiento gramsciano como de otras fuentes, es necesario realizar un recorrido teórico-conceptual de los vocablos lenguaje y discurso, y cómo estos se articulan en torno a la noción de la política y lo político. Es importante subrayar que esto, para efectos del presente estudio, implica, a su vez, una transición disciplinar en la que se parte del campo que tradicionalmente ha trabajado lo que se entiende convencionalmente por lenguaje y discurso, esto es, la lingüística, en dirección al campo de los estudios políticos, y en particular hacia la ciencia política. Por tanto, en principio se definirá el lenguaje desde las lecturas clásicas en lingüística, pasando por sus concreciones en modelos analíticos e interpretativos. Posteriormente, se lleva a cabo la revisión de las definiciones y los usos del término discurso, y se entra así a subdisciplinas más específicas como, por ejemplo, la textolingüística o el análisis del discurso. Finalmente, se plantea un campo de relacionamiento de estos conceptos mediante la definición de lo que se entiende por político y política, explicitando de qué modo es este matiz lo que articula la comprensión de los primeros dos conceptos de la manera en que se hace en este estudio, para desembocar en la mirada particular a través de la cual se realiza la aproximación al lenguaje político subalterno del sujeto FARC-EP en el periodo 2010-2017.

      El lenguaje puede entenderse, inicialmente, como una función propia del ser humano, no en cuanto entidad independiente, sino como la existencia social de la forma de vida que cuenta con la posibilidad de relacionarse por medio de un sistema relativamente estable de signos compartidos y sentidos en construcción. Además de la noción de función, el lenguaje evoca necesariamente la existencia de una producción y reproducción de convenciones cuyo seno y medio de propagación es, precisamente, la comunidad lingüística (Lecours et al., 1979).

      En ese orden de ideas, al entender el lenguaje como función, habría que considerar también aquellos casos en los que existe afectación de esta en sus distintos niveles. Puesto que, al menos desde la lingüística y en muchos casos también en el uso cotidiano de las palabras, el lenguaje tiende a ser estrechamente vinculado a la lengua, las disfuncionalidades que este puede presentar estarían relacionadas, principalmente, con la incapacidad de desempeñar de manera efectiva la producción o comprensión de los elementos que constituyen el sistema de sentidos particular que refiere al lenguaje en cuestión. Así, desde la neurolingüística, por ejemplo, se conciben procesos y técnicas diferenciadas para la rehabilitación de las capacidades lingüísticas humanas que constituyen en su totalidad la funcionalidad del lenguaje particular que es una lengua; esto es, expresión, comprensión, vocabulario, denominación, fluidez, discriminación, repetición, escritura, lectura, etc. En este contexto, el lenguaje (en cuanto función que en realidad hace referencia a la lengua) se concibe como una herramienta imprescindible para la vida social y, por ende, de su preservación y correcto funcionamiento dependen, a su vez, la producción y reproducción de la comunidad lingüística.

      Es justamente en esa asimilación entre lenguaje y socialización que aparecen las definiciones de este en el marco de los esquemas y modelos sobre la transmisión de mensajes —de forma más o menos explícita y efectiva— que identifican la noción de comunicación. No se alejan, por tanto, de la idea de lenguaje como función, más bien habría que considerar que la concretan cuando, por ejemplo, en el caso del modelo clásico de la comunicación de Jakobson, se conciben de forma desagregada seis elementos constitutivos a este proceso comunicativo mediado por el lenguaje que son, fundamentalmente: 1) el mensaje en sí mismo, 2) el canal a través del cual este se transmite, por 3) un emisor que intencionalmente se direcciona a este fin, dirigido, valga la redundancia, a 4) un receptor, con el que comparte 5) un contexto o realidad; restaría agregar el elemento propio del lenguaje que este emplea para referirse a sí mismo y que Jakobson, sumándose a la tradición lingüística, reconoce como 6) código. La razón por la cual el modelo de Jakobson articula lenguaje y comunicación, en los términos propuestos inicialmente, referidos a la funcionalidad del primero, es que, en efecto, al depositar la atención sobre uno de estos aparecen, consecuentemente, las funciones del lenguaje.

      Lo anterior no implica necesariamente que siempre en la comunicación exista una sola función presente, pese a que hay una predominante. De tal suerte, cuando se habla de una función centrada en el código estamos hablando de la función metalingüística; el proceso comunicativo se enfoca en el código mismo y emplea los elementos disponibles para referirse a este. Asimismo, cuando se centra la comunicación en el canal, hablamos de función fática y referimos al hecho de que el objetivo sea mantener vigente ese medio a través del cual se transmite el mensaje. En el caso de este último aparece la función poética, particularmente distintiva, cuando el objetivo de la comunicación radica no solo en la transmisión de un contenido, sino que se atiende a su forma y se estetiza así la experiencia verbal. La función referencial, primordial en las ciencias y demás discursos expositivos, busca efectuar comunicaciones que describan una realidad o contexto y, aunque emplee mecanismos diversos para hacerlo, no se pierde de vista que esta es la pauta rectora en el uso del lenguaje. Finalmente, la función conativa, que se centra en el receptor del mensaje, aparece cuando el emisor concentra sus estrategias en generar un efecto sobre quien recibe el mensaje; por su parte, la función expresiva es la que refiere a los mecanismos a través de los cuales el emisor busca enfatizar en su propio rol dentro de la comunicación y dentro de la realidad.

      Ahora bien, a partir de este modelo se puede dar paso a una consideración distintiva sobre lo que se entiende por lo lingüístico. El mismo Jakobson, en su interés por caracterizar el proceso de traducción, refiere tres posibilidades o tipos básicos de interpretación y comunicación de sentidos. El primero, la traducción intralingüística, que consistiría en una reformulación de enunciados en el interior de la misma lengua, empleando signos diferentes. El segundo, la traducción interlingüística, sería la famosa traducción propiamente dicha, en la que la transacción se sucede entre dos lenguas (dos sistemas) reconocidos lingüísticamente como diferentes. Finalmente, el tercero, la traducción intersemiótica, es aquella que se ocupa de traducir, transmutar e interpretar de los signos verbales de un texto a un sistema no verbal. De todo esto cabe resaltar la inexistente univocidad, por obvio que parezca, del nombre lenguaje y sus derivados adjetivales lingüístico, bien sea que se explique por una traducción conceptual o bien por la ausencia de neologismos que permitan distinguir entre lo relativo al lenguaje, de manera ampliada, y a la lingüística, en su acepción disciplinar. Es importante insistir en que la superposición de sentidos al hablar de lengua y lenguaje, de lingüístico y langagière (como recurso en francés para hacer referencia de manera diferenciada a lo linguistique, a lo relativo al lenguaje), da lugar a múltiples interpretaciones

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