Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017). Laura Esperanza Venegas Piracón

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Las Farc-EP en la coyuntura estratégica de la paz negociada (2010-2017) - Laura Esperanza Venegas Piracón

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href="#ulink_207d181d-1bad-59bd-a398-9bff908be61a">DISCURSO

      Desde la textolingüística se propone una definición de discurso muy próxima a la del texto mismo; este se asume como entidad cerrada, de dos niveles (el formal y el del significado), que no se restringe a la expresión escrita y no se agota en lo comprendido como producto. Extraído del Diccionario de lingüística en línea de la Universidad de Barcelona, este concepto remite a una,

      expresión formal de un acto comunicativo, que se presenta bajo manifestaciones diversas (discurso oral, escrito, por ejemplo). Desde el punto de vista formal, el discurso suele constar de una serie de oraciones, pero desde el punto de vista del significado tiene una naturaleza dinámica; por ello, no es posible describirlo en términos de reglas (como el caso de la oración), sino de regularidades. El discurso no es un producto, sino un proceso cuyo aspecto más destacado es su finalidad comunicativa. (2013)

      Si se tiene en cuenta que algunos autores asumen, particularmente desde la lingüística del texto y no desde el área del análisis del discurso, que discurso y texto son entidades equiparables, es preciso entonces insistir en las posibles diferencias que existen entre discurso y texto, incluso sin extrapolar los límites disciplinares. Teóricos como Beaugrande (2005) asumen que la diferencia entre uno y otro es que mientras el texto es un “evento comunicativo”, el discurso podría constituirse en un “multisistema de textos relacionados”. Esto indica que la relación entre discurso y texto es, en cierta medida, la relación entre parte y todo, al ser el discurso una sumatoria de textos y el texto un hecho comunicativo.

      Ahora bien, en una revisión conceptual posterior, este mismo autor reformula su consideración y se aproxima a la de otros lingüistas, como, por ejemplo, Castellà (1992), Charaudeau y Maingueneau (2002), Cortés Rodríguez y Camacho Adarve (2003), u Östman y Virtanen (2011), para quienes texto y discurso confluyen necesariamente en términos de reconocer que no es posible aproximarse al texto o estudiarlo de forma sistemática sin considerar contextos y condiciones de uso, en lo cual se acerca a ciertos fundamentos de estudios sobre el discurso.

      De lo anterior se desprende que la textualidad es el elemento que va a sintetizar la relación entre el evento comunicativo en general y el discurso como una concreción de este. Por tanto, al comprender discurso como evento comunicativo que implica una textualidad, este proceso debe contar con las características propias de lo que, por lo general, se reconoce como texto, es decir, contar con adecuación al contexto, cohesión, coherencia e intertextualidad si se le va a asumir de manera efectiva como “multisistema de textos relacionados” (Beaugrande 2004; Beaugrande y Dressler 1972).

      No obstante la utilidad de estas referencias, no basta con definir el discurso desde la textualidad de forma exclusiva; en ese sentido habría que ampliar la consideración a lo que Halliday entiende como un ejercicio socio-semiótico:

      Un evento sociológico, un encuentro semiótico a través del cual los significados que constituyen el sistema social se intercambian. El agente individual es, en virtud de su pertenencia al grupo, un “creador de significado” (a meaner), alguien que significa (one who means). A través de sus actos de significado, y de los de otros individuos, la realidad social es creada, mantenida en buen orden, y continuamente configurada y modificada. (Halliday, 2002, p. 50)

      Esta novedad conceptual que relaciona el discurso con su realidad desde el punto de vista sociológico permite entender que, posteriormente, el mismo autor haya elaborado un esquema útil al análisis en el que la estructura semiótica de la situación (campo, tenor, modo) se asocia con el componente funcional de la semántica (función experiencial o ideacional, función interpersonal, función textual).

      Si se empieza a contemplar un desplazamiento disciplinar para la definición de la noción discurso, una entrada inicial es la que plantean Bourdieu y Fairclough, en los comienzos de la década del setenta, a fin de marcar efectivamente el giro lingüístico de las ciencias sociales. Para ellos, discurso refiere precisamente al “conjunto de ideas, valores, principios y acciones determinadas por una historia que va a ser aceptada, adaptada, consciente o inconscientemente, por un grupo de personas” (Bourdieu y Fairclough, 1976). Lo anterior tiene asidero en los esfuerzos de la sociología, en mayor medida, pero también de otras áreas del saber, por rastrear en lo comunicativo un escenario idóneo para la comprensión del ejercicio del poder.

      Por su parte, uno de los autores considerados fundadores de la teoría del análisis del discurso, Teun van Dijk, luego de pasar por múltiples elaboraciones conceptuales, comprende el objeto de estudio como la “unión de la psiquis personal con la sociología y el lenguaje para transmitir ideas y valores en fin de un objetivo común” (Van Dijk, 1978). Habría que cuestionar en esta definición, a su vez, qué se entiende por lenguaje y cómo se debe tomar el adjetivo común en el sintagma objetivo común.

      Existen dos partes en la definición de discurso. Una es la que tiene que ver con el suceso de comunicación y la otra con la interacción verbal. Los discursos son públicos, dadas sus funciones sociales y políticas, y tienen relación con la ideología, pues una función específica es delimitar y fijar el significado de los conceptos con múltiples significados disponibles:

      El discurso, así visto, es el vehículo de la ideología que emerge como la acción mediante la cual se hace posible la competencia por el poder, se plantean críticas y se generan expectativas. Es a partir de este discurso que “se exhiben en el escenario político las representaciones más significativas para cada actor” (Montesinos 2003: 172). (Guerrero y Vega, 2015)

      Eagleton, citado en Guerrero y Vega (2015, p. 108), también señala que es en el discurso que la ideología se manifiesta como un campo en el que “poderes sociales que se promueven a sí mismos entran en conflicto o chocan por cuestiones centrales para la reproducción del conjunto del poder social” (Eagleton, 1997, p. 53). Asimismo, “el discurso político posibilita, justifica y transforma la acción política (Lamizet, 2002, p. 121, citado en Guerrero y Vega, 2015, p. 109), en busca no solo de representar una realidad social determinada, sino apuntando a convencer, persuadir y resignificar. Es decir, he aquí una función práctica del discurso orientada a la acción en el contexto de las relaciones de poder. Los discursos se encuentran articulados por conceptos políticos y la lucha por el significado de los conceptos, su fijación y asociación con otros conceptos en contextos específicos son parte de la ideología.

      Ahora bien, el discurso ha de estar acompañado también de elementos persuasivos, que lo conecten con la realidad y con las percepciones de otros actores, que lo doten de poder para sostenerse frente a discursos alternativos (Cejudo 2008) [...] Los discursos de política, por ejemplo, buscan condicionar lo pensable, lo decible y lo posible de hacer, a través de un proceso de ideologización, es decir, mediante una operación de reductibilidad de la complejidad y polisemia de conceptos políticos, fijando significados. (Guerrero y Vega, 2015, pp. 113-118)

      El análisis de discurso político, entonces, articula teoría y metodología, permite vincular ideología y praxis política, y dota así de sentido práctico a las ideas predominantes o invisibilizadas en la sociedad.

      Por ello, el analista del discurso busca dar cuenta de las formas en que las estructuras de significación determinan “ciertas formas de conducta. Al hacer esto, pretende comprender cómo se generan los discursos que estructuran las actividades de los agentes sociales, cómo funcionan y cómo se cambian (Howarth, 1997, p. 125)”. (Correa Medina y Dimaté Rodriguez, 2011)

      El lenguaje, en cuanto parte fundamental e integradora de la configuración y expresión de la experiencia en la vida social y de sus condiciones materiales, toma la forma específica de lenguaje político al ser público, consciente y voluntario;

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