Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

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y sin tener dónde refugiarse: tajante negativa. La no acogida de esa petición envalentonó a los campesinos quienes, junto a sus mujeres e hijos, levantaron rostro y habla planteando que «sólo muertos abandonarían sus casas». De inmediato, parapetado tras un árbol, el teniente. Correa dirigió un combate desigual, usando armas de fuego y otros instrumentos contundentes contra los puños y palos de los campesinos. Con notable valentía las mujeres se batieron a puño limpio con los carabineros armados: la campesina Pabla Rain sostenía en brazos a su pequeño de meses, y con el otro combatía a palo, mientras la Sra. Leiva luchaba envuelta en la bandera chilena, a quien los carabineros arrastraron por el suelo, corriendo en su auxilio su hijo Augusto Leiva, de 18 años, quitándosela a los carabineros a fuerza de puño: el cabo Barrientos acribilló al joven a balazos. Mataron también al campesino Abel Barría y su grito al viento de «mejor morir antes que entregar sus tierras». Muchos heridos. Dando alto al fuego, Correa ordenó la detención de varios campesinos a quienes habrían apaleado con saña, y concedió, finalmente, el plazo de dos días para desocupar las casas: día en que Correa arribó al lugar temprano con refuerzo de carabineros, material de guerra, yuntas de bueyes y carretas. Los bueyes arrancaron de sus bases cada casa, destruyéndolas luego a hachazos, ante el asombro y dolor de los y las campesinas, quienes las habían habitado con su amor y su vida. Cuando arrancaban la quinta casa, un telefonazo del intendente (Drogett) ordenó el retiro inmediato de carabineros del lugar199: órdenes superiores.

      En los funerales de los dos fallecidos se escuchó públicamente el dolor y la indignación. Se rumoreaba desencadenar un nuevo Ranquil si el gobierno no tomaba cartas en el asunto a favor de los ocupantes campesinos y mapuche. «La madre de Leiva juró al pie del cadáver de su hijo, entre sollozos y gritos de rebelión, que vengaría ese crimen. Llamó a todos los presentes a fortalecer la organización sindical campesina como el único medio de defender sus tierras y sus derechos amenazados. El grito de esa mujer se ha convertido hoy en la consigna unánime de los campesinos de toda esta región»200.

      Ante los dramáticos sucesos de Fresia, el ministro de Tierras del gobierno de Ríos, Fidel Estay (Partido Democrático), declaró: «No habrá más lanzamientos de campesinos» y decretó la expropiación del fundo «La Isla», en consideración a que el intendente de la provincia había radicado allí hacía cinco años a los campesinos ocupantes perseguidos por los usurpadores201. Tardía reacción expropiatoria del gobierno en el caso de Fresia

      Pero las presiones de los terratenientes del sur sobre los ocupantes de tierras, especialmente en zonas madereras, siguieron dando pie a dramáticas situaciones de usurpaciones y desalojos de tierras fiscales, ocupadas y explotadas hacía años por campesinos de economía familiar, generando juicios, detenciones arbitrarias y lanzamientos con fuerza pública. Fue también el caso, difundido en 1946, de los 30 campesinos antiguos ocupantes de terrenos fiscales en la Cordillera del Saraos (departamento de Maullín, provincia de Llanquihue), rica en madera de alerce, disputada por el terrateniente alemán Oelkers y otros202. La situación de presión y abusos era tan dramática, preludiando posibles hechos de sangre, que el ministro de Tierras y Colonización, Fidel Estay, se comprometió a expropiar, como lo autorizaba la Ley Económica de 1943, los fundos comprometidos en el conflicto de la Cordillera de Saraos y a «estudiar la radicación definitiva de los campesinos»203. Con el fin de presionar por el cumplimiento de esta promesa expropiatoria, dirigentes de la Asociación de Agricultores de Chile, que agrupaba a los pequeños y medianos campesinos chilenos (José Becerra, Juan Arístides), acompañados por el senador Pablo Neruda, acudieron al despacho del ministro Estay, quien nuevamente se comprometió a cursar y acelerar la expropiación de 15 fundos en dicha Cordillera del Saraos para entregarlos a los campesinos204. La presencia de Neruda en el despacho del ministro en favor de los campesinos de Saraos era, sin duda, más que una presión política: moral.

      Existieron otras acciones expropiatorias durante el gobierno de Ríos a favor de colonos y ocupantes de tierras en el sur, lo que nos habla de la presencia, hacia 1946, de cierta voluntad activa emanando desde los ministerios y el gobierno, como tibio cumplimiento de la Ley Económica de diciembre de 1943. Así, el ministro de Tierras y Colonización del gobierno de Ríos, Fidel Estay, con antecedentes fundados acerca de la injusticia del lanzamiento en 1933 de doce ocupantes de tierras en Queule, (territorio de agricultores y pescadores situado al norte de la costa valdiviana) se comprometió a devolver dichas tierras usurpadas, expresando su voluntad de otorgarles títulos definitivos tanto a los colonos lanzados como a cuatro colonos que aún habitaban el lugar. Una acción sin duda significativa que lograría arraigar establemente familias de largo habitar en la costa valdiviana205. Asimismo, Estay acudió en terreno a ver los conflictos de tierras pendientes en Mantilhue, Peñahuén y otros lugares territoriales del sur del país que comprometían a 3.000 familias: «Visité el fundo de Mantilhue. La tierra debe entregarse a estos ocupantes de tierras, esforzados trabajadores. Propondré al gobierno un plan de adquisición de los fundos y su entrega a los ocupantes. Están terminados los estudios que se refieren al fundo Peñahuén. En pocos días más se hará entrega a los ocupantes», declaraba el ministro Estay a la prensa206. Después de tantos años de luchar y bregar, parecía que, al fin, llegaba justicia. Así, por decreto del presidente Ríos, el gobierno expropió el fundo «Pellahuén» en la comuna de Traiguén (Araucanía), el que había sido motivo de numerosos pleitos y reclamaciones y donde habitaban, hacía más de cincuenta años, 6.000 personas pertenecientes a familias de pequeños campesinos, mapuches y chilenos, a quienes el gobierno, finalmente, otorgó sus títulos definitivos207. Algarabía.

      Simultáneamente, el ministro Estay había hecho gestiones políticas para incluir en las sesiones extraordinarias del Congreso Nacional de 1945 un proyecto de ley (que había sido enviado en 1942) que declaraba de utilidad pública unos terrenos en Trovolhue (Carahue, a 45 km. de Puerto Saavedra, provincia de Cautín) y autorizase su expropiación, con el fin de crear allí una población con dicho nombre208: política de nuevas poblaciones rurales que recogían a los desalojados de las tierras aledañas y que allí podrían reconvertirse –en este caso– en obreros de explotación de la madera y extracción del tanino del lingue209.

      Por otra parte, ciertas acciones de defensa directa de campesinos amenazados de usurpación realizaron autoridades del gobierno de Ríos, como fue el caso del jefe de la Oficina de Tierras de Osorno ante la denuncia de usurpación de campesinos y mapuche de sus tierras en la localidad cordillerana de Maihue, por parte de un supuesto «dueño del predio» denominado fundo «Maihue», residente en Valdivia. Al llegar a dicho fundo, el jefe de la Oficina de Tierras, acompañado de una comitiva, fue recibido por un grupo armado por el patrón que le impidió la entrada. Ante dicha «recepción» patronal, la Dirección de Tierras y Colonización del gobierno central dio instrucciones al jefe de la Oficina de Tierras de Osorno de apersonarse en el predio con la fuerza pública: quizás uno de los únicos casos del período en estudio en que el uso de la fuerza pública fue instrumento oficial al servicio de la protección y defensa de los amenazados campesinos y mapuches del sur210.

      5. Despojos en el norte

      No solo ocurrían despojos en la Araucanía y más al sur, territorios donde la conquista y ocupación del Estado había dejado amplios espacios abiertos para la instalación de muchos y para la rapacidad de los más fuertes. También ocurrían en el norte, donde el pequeño campesinado sobrevivía precariamente, ante la presión de los grandes latifundistas, sus vecinos nunca saciados.

      «Las Chilcas, mayo 12, 1940. Sr. Secretario General de la CTCH. Estimado camarada. La Liga de Campesinos Pobres de Las Chilcas, desilusionada y sin esperanzas se dirige por última vez a nuestra Confederación a la que con tanta fe y orgullo tuvimos el honor de pertenecer mientras existió nuestro organismo. Con honda tristeza ponemos en su conocimiento que desde el miércoles 8 del presente, esta Liga de Campesinos que con tantos sacrificios pudimos fundar en esta localidad, desde esta fecha fatal ha dejado de existir,

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