Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

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expulsados hacia la cordillera y los nuevos mineros del oro, «con el rigor del invierno, no pudieron trabajar ni obtener alimentos. Empujados por la desesperación, se lanzaron sobre las Pulperías y arrasaron con los establecimientos agrícolas que hallaron a su paso»163.

      El hecho fue visto por las autoridades y los señores como un acto de sublevación social sin precedentes, el que debía ser sofocado a fusil y metralla. A medida que avanzaba la caballería e infantería del Ejército hacia la precordillera, los campesinos colonos y obreros de los lavaderos de oro y del túnel Las Raíces dieron desigual combate en la medida que ganaban algunas armas de cuerpos caídos; no obstante, los campesinos, obreros y mapuche rebeldes fueron cayendo en el camino para festín de los buitres, mientras cientos de ellos fueron tomados prisioneros: fue en el fundo El Olko de los Puelma Tupper «donde los carabineros mataron a varios cientos de campesinos (matanza de Ranquil). Los colocaron en la ribera del Biobío y ahí los ametrallaron para que fueran cayendo inmediatamente al río»164.

      Era un 29 de junio de 1934, gobierno de Arturo Alessandri. Al respecto, El Mercurio comentó: «Ha sido sofocado el movimiento sedicioso en el sur. Las tropas comandadas por el coronel Délano lograron encerrar 500 revoltosos en Lolco. Casi todos los insurrectos han sido tomados prisioneros. El General Arriagada sigue avanzando hacia el sitio de la revuelta»165.

      Los que cayeron asesinados al río «fueron 477»166. La matanza masiva hizo de las cristalinas aguas del río Biobío roja tumba; esta fue la forma de solucionar, por parte del Estado chileno y el Ejército, las acciones originadas por el hambre y el despojo.

      «La violencia represiva relegó los hechos al silencio»167; acallamiento que fue un velo de ocultamiento de los nuevos despojos continuando…

      Hoy es el noveno aniversario de la matanza de Ranquil. En estos nueve años han continuado los despojos de tierras de los campesinos pobres en toda la zona austral de nuestro país, sin que hasta la fecha se ponga coto a los desmanes de un grupo de asaltantes de tierras y de vidas ajenas. (…) En este día de recuerdo y de reafirmación en los destinos de la Patria, los ocupantes de tierras, colonos, campesinos abandonados en las montañas, en la nieve, en los ríos y en las comarcas más apartadas de los centros poblados de la zona austral, elevan sus demandas en pos de un amparo gubernativo en el sentido de que sus tierras, sus chozas y sus familias, sean defendidas de la codicia insaciable de los descendientes de los encomenderos que, a pesar de las declaraciones gubernativas, continúan cometiendo vejaciones y expropiaciones168.

      En 1945 parlamentarios comunistas pedían al gobierno –en carta dirigida al ministro de Tierras y Colonización– que indemnizara a los sobrevivientes de Lonquimay, lo que no se había hecho a pesar «de haberse comprobado que su participación en (los hechos) fue solo en defensa de sus vidas, intereses y derechos». Le piden que, al momento de que se hagan concesiones gratuitas de tierras, se tome en cuenta a los campesinos de Lonquimay169. En julio de 1945, se da cuenta que «el Gobernador de Victoria ha enviado una nota al Ministro de Tierras y Colonización planteando que es urgente, para el aumento de la producción, colonizar tierras en Lonquimay, en los fundos Ranquil, fundo Guayalí, fundo Contraco y fundo Nalcas donde hay disponibles 55.767 hectáreas. Esto resuelve la vida a cientos de campesinos que están en espacios muy reducidos». Dice (el Gobernador) que por muchos años campesinos «ocupan tierras fiscales y aún no se les entregan los títulos de tierra»; además de eso, se les debía apoyar con herramientas, semillas y préstamos170.

      En enero de 1946, el Sindicato de Agricultores de Lonquimay estaba aún abocado a solucionar el problema de las tierras que ocupaban, en su calidad de colonos, en Lonquimay. Una comisión de colonos había partido a la capital a tratar de entrevistarse con las autoridades para obtener algunas franquicias «como el no pago de las veranadas y pastaje». La comisión pediría justicia en los siguientes puntos: «El reconocimiento de 200 hectáreas de tierra para cada colono y título definitivo para cada uno; 2) colonización del fundo Contraco y de la Reserva de Troyo; 3) creación de escuelas en Ranquil, Pehuanco, Troyo y Llanquién»171.

      Doce años más tarde, después de haber sacrificado el ejército chileno a cerca de 500 campesinos levantados por el hambre y el derecho a la tierra, el problema seguía intacto.

      3. Mantilhue: terror, violencia e inquilinaje como vía de despojo

      y apropiación latifundista

      «Estos latifundistas no nos sacarán vivos, pues no estamos dispuestos a dejarnos arrebatar lo más preciado: el sustento de nuestros hijos y de nuestras mujeres»172. Así lo afirman en su carta dirigida al presidente de la República, Arturo Alessandri (enero de 1936), un grupo de 70 colonos, en la que le piden amparo y título definitivo a sus más de 8.000 hectáreas. En ella denuncian los conflictos con colonos alemanes y chilenos como Osvaldo Biewar, Víctor Menguer, Augusto Grob y Rubustiano Hidalgo, quienes los arrancaban de sus tierras acompañados de carabineros y de un supuesto inspector del Trabajo.

      Era un día del caluroso verano de 1936 cuando esta carta de los colonos violentados por los propietarios de Valdivia aparece en la prensa capitalina: el periódico La Hora le da espacio bajo el titular «450 campesinos radicados en la provincia de Valdivia piden amparo del Gobierno». Se trataba de más de 450 personas entre 5 a 40 años que allí vivían y que estaban constituidos en Cooperativa, decía la carta, quienes habían invertido mucho dinero en esas tierras. El periódico contactó al diputado José Vega. quien, como parte de una Comisión Investigadora de la Cámara, había acudido al lugar de los hechos y se había entrevistado con los campesinos de la zona. Allí los colonos le habían dicho a Vega que el carabinero Armando Mandujano, con un documento del gobernador de La Unión, había acudido a comunicarles «que tenían que dejar las tierras por ellos cultivadas porque eran comunistas». Denunciaba el diputado Vega que existía un comando de carabineros que estaba en la hacienda del propietario terrateniente vecino, Augusto Grob, y que desde allí, embriagados, salían a golpear a los campesinos, obligándolos a firmar contratos de trabajos para que quedasen como simples inquilinos y perdiesen sus derechos a la tierra. El diputado Vega había podido evidenciar por sí mismo, el día 11 de enero, cómo un grupo de colonos fue golpeado por carabineros: «tenían la cabeza rota y el cuerpo machucado»; que carabineros, mandados por Grob, ni siquiera permitía que levantasen su cosecha, afirmó el diputado, asegurando que habían castigado al joven que permitió el paso de la Comisión Investigadora al lugar de los hechos, deteniéndolo en el calabozo instalado en la misma casa del señor Grob. Ante el escándalo de los hechos de violencia presenciados, el diputado Vega se había comprometido no sólo a conversar con el Presidente de la República, sino que «en la sesión de hoy en la Cámara de Diputados haré una relación de los hechos para que se tomen medidas a fin de evitar la continuación de este despojo de tierras que tiene idénticas características del ocurrido en Lonquimay el año 1934»173.

      ¿Quiénes eran y dónde habitaban estos colonos que en 1936 eran gravemente violentados por sus vecinos, grandes terratenientes y empresarios de la zona sur?

      A orillas del lago Puyehue, a unos 80 kms. de la localidad de Río Bueno en el sur valdiviano-osornino de Chile, se encontraba el fundo Mantilhue de unas 8.000 hectáreas, ocupado hacía más de 30 años –desde principios de siglo xx– por más de 80 familias que hacían en total una población de más de 400 habitantes. En el entendido de que esas tierras eran fiscales las habían ocupado dichas familias, habiéndose discutido durante los últimos 30 años el dominio de esas tierras en los estrados judiciales…. Así expuso el drama de Mantilhue el diputado socialista Casanova, quien fue interrumpido por ruidosos comentarios en la sala del Congreso por parte de quienes buscaban obstaculizar la denuncia, lo que obligaba al Presidente de la Cámara a mandar guardar reiteradamente silencio.

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