Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984. Rodrigo Baño Ahumada

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Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984 - Rodrigo Baño Ahumada

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nacional. Más aún, el Plan Laboral se ha impuesto sin encontrar grave oposición en los hechos. Esto parece conducir a una atomización cada vez mayor del movimiento sindical.

      La reciente huelga legal en PANAL confirmaría esto. Se mantuvo el plazo máximo permitido y los trabajadores debieron regresar a la industria sin haber obtenido nada (recuérdese que la huelga significa no recibir remuneraciones, tener que pagar las imposiciones y perder el trabajo si no se reintegran antes de sesenta días). Intentaron llamar la atención sobre su situación con actos dramáticos: huelga de hambre, manifestaciones callejeras, etc. Sin embargo, el movimiento sindical se mantuvo mudo y ajeno al conflicto, tal si se tratara de un problema particular.

      Hasta cierto punto se puede decir que el movimiento sindical, tanto como el estudiantil, se muestran hasta ahora incapaces, en sus respectivas esferas, de articular un programa y acción de carácter general.

       SEÑORITA RESPETABLE BUSCA UBICACIÓN

      De los grupos políticos de oposición, la Democracia Cristiana es la única que puede ensayar alternativas políticas definidas en la institucionalidad propuesta por el régimen. Sin embargo sigue mostrándose vacilante.

      Mientras, por una parte, algunos personeros caen en el pecado de la soberbia de cuestionar la validez del plebiscito y la legitimidad del camino institucional planteado (siendo castigados por esto), por otra parte, se exige al gobierno se le señalen los límites para su oposición aceptable.

      En todo caso, parece primar la idea de la DC de insistir en su respetabilidad, alejándose cada vez más de la oposición de izquierda y preparándose para asumir un papel dentro de la nueva institucionalidad.

      La dificultad básica está constituida por el hecho de que sectores duros del gobierno rechazan totalmente a la DC. No sólo porque les parezca inconveniente dentro su concepción de régimen político, sino porque eventualmente podría lograr algún tipo de acuerdo con sectores «blandos» del Gobierno. Sin embargo, a partir del plebiscito, estos sectores «blandos» también se alejan de la DC ante el temor de ser definidos como oposición por el Gobierno, perdiendo, así, posiciones de poder.

      La postura de la DC aparece, en este momento, como de extrema debilidad, aislada de los grupos en el poder y del resto de los sectores opositores, enfrentada al reflujo generalizado de la DC en América Latina, (en Venezuela se desgasta rápidamente, mientras en El Salvador su respaldo y participación en la Junta Cívico-Militar la compromete con el fracaso de ésta), sin apoyo norteamericano debido a la elección de Reagan. Por último, diluyéndose su otrora férrea unidad con la Iglesia que se vuelca en los misterios de la eucaristía.

      Este último punto tiene una importancia especial. La Iglesia ha demostrado en este último tiempo poseer una gran capacidad de movilización y convocación. Pero tal convocación se hace en nombre de la unidad y la conciliación, limándose las aristas críticas que la jerarquía eclesiástica mostró con respecto al Gobierno. La Iglesia habla cada vez más en nombre de la unidad invocando la paz y la conciliación. El multitudinario acto con que se cerró el Congreso Eucarístico es demostrativo de este nuevo espíritu.

       LA UNIDAD DIVERGENTE

      En los grupos políticos de izquierda la situación sigue siendo confusa y, lógicamente, de escasa información y mucha especulación. La llamada «crisis de la izquierda chilena» difícilmente parece superable en el corto plazo y en las condiciones imperantes.

      Ante la incapacidad programática, persiste la insistencia en la organización. Pero esta no impide la fragmentación de los movimientos de izquierda.

      En el caso de las divisiones del PS, los intentos de lograr una convergencia entre las diversas fracciones y otros movimientos de izquierda no comunista, difícilmente logran avanzar. Más aún, parece que nadie tiene interés en ello. En primer lugar, los comunistas son aislados cada vez más en estos intentos de convergencia socialista, lo cual está lejos de contentar su vieja política de alianzas. En segundo lugar, los movimientos «chicos» de la izquierda talvez tengan esperanzas en crecer como herederos reales del PS.

      Por su parte, el PC, enfrentado al fracaso de su política de apoyo a la apertura que eventualmente pudiera lograr la DC, se vuelca nuevamente a una política de alianza con las izquierdas. El problema es que los intentos de convergencia socialista lo han marginado y hasta más de un hijo ingrato le vuelve la espalda. Es natural entonces que vea con buenos ojos un reflotamiento de la UP, ya bastante olvidada, como forma de evitar el aislamiento.

      En todo caso, lo que sigue pareciendo difícil es que la izquierda (unida o desunidamente) sea capaz de actuar políticamente en las actuales condiciones. Actualmente sólo aparece apoyando a posteriori al movimiento social de oposición.

       EL DISCRETO ENCANTO DE LA VIOLENCIA

      En el presente mes no sólo ha continuado la ola de violencia eficaz iniciada recientemente, sino que ha aumentado con hechos de cierta espectacularidad.

      La acción coordinadora que voló tres torres de alta tensión (dejando a oscuras a gran parte de la capital) y simultáneamente incendió un centenar de automóviles recién importados, mostró niveles de envergadura y eficacia poco comunes en el país. Otros hechos confusos y un gran despliegue policial colaboraron en traer momentáneamente a primer plano el tema de la violencia.

      Es importante señalar al efecto que esta violencia, si bien criticada por la oposición parlante, aparece como explicable en función del carácter del régimen y del cierre político de la institucionalidad adoptada.

      Más aún, la existencia de la violencia contra el régimen es aprovechada en la argumentación de prácticamente, todos los actores políticos: para el gobierno como justificadora del autoritarismo del régimen; para los sectores DC como una advertencia de los peligros que entraña ese mismo autoritarismo en la medida que no emprende una real apertura política; para la izquierda (que no asume ni niega esa violencia como política) como la demostración de una fuerza oculta que no se puede dejar de tomar en cuenta.

      Lo cierto es que la violencia, hasta cierto punto esperada, tiende a pasar a constituirse en un hecho cotidiano en la vida política nacional de la misma manera que la represión regular del régimen. Resulta difícil vaticinar su destino, pudiendo mantenerse constante pero en actos aislados. Lo que es innegable es que su existencia no asombra.

       NO SÓLO DE REAGAN VIVE AMÉRICA

      El actual momento político, caracterizado primordialmente por la formulación del programa del Gobierno de transición que se inicia el 11 de marzo y por los movimientos políticos que suscita en los sectores adherentes y opositores, se inscribe en un panorama internacional también cambiante.

      La elección de Reagan en EE.UU. pareció para muchos un giro a la derecha que afectaría profundamente a América Latina. Particularmente se esperaba un robustecimiento de la posición de los regímenes autoritarios del Cono Sur.

      Sin embargo, si bien lo anterior puede ser cierto, también debe considerarse que, en América Latina, los países que mantienen políticas distintas a ese autoritarismo emprenden una serie de acciones tendientes a salvaguardar y mejorar sus posiciones. Por una parte, Venezuela y los países del Pacto Andino se empeñan en fortalecer una coordinación democratizante. Por otra, México se empeña en apoyar la democratización en Centroamérica, aun apoyando a sectores de izquierda. Brasil

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