Descentrando el populismo. José Abelardo Díaz Jaramillo

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Descentrando el populismo - José Abelardo Díaz Jaramillo Ciencia política

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      Sánchez, Gonzalo. 1983. Los días de la revolución. Gaitanismo y 9 de abril en provincia. Bogotá: Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán.

      Stavrakakis, Yannis. 2007. Lacan y lo político. Buenos Aires: Prometeo-UNLP.

      Stein, Steve. 1980. Populism in Perú. Wisconsin: University of Wisconsin Press.

      Svampa, Maristella. 2016. Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo, dependencia y populismo. Buenos Aires: Edhasa.

      Torre, Juan Carlos. 1989. “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”. Desarrollo Económico 28 (112): 525-548.

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      Weffort, Francisco. 1968. “O Populismo na Política Brasileira”. En Brasil: Tempos Modernos, editado por Celso Furtado, 49-75. Río de Janeiro: Paz e Terra.

      Weyland, Kurt. 2004. “Clarificando un concepto cuestionado: ‘el populismo en el estudio de la política latinoamericana’”. En Releer los populismos, Kart Weyland, Carlos de la Torre, Gerardo Aboy Carlés y Hernán Ibarra, 9-50. Quito: Centro Andino de Acción Popular.

      1Redacción Clarín. “Mauricio Macri: ‘El populismo es mucho más peligroso que el coronavirus’”. Clarín, 4 de marzo de 2020. https://www.clarin.com/politica/mauricio-macripopulismo- peligroso-coronavirus-_0_LinBbvjM.html

      2Nos referimos al libro compilado por los autores, titulado Populismo. Sus significados y características nacionales. Como sabemos, esta es una clara reminiscencia al inicio del Manifiesto comunista de Marx y Engels. De manera similar, Julio Aibar Gaiete inicia su muy sugestivo texto sobre el populismo afirmando que “un fantasma recorre Latinoamérica: el populismo” (2013, 31).

      3No podríamos dejar de mencionar la crítica a Canovan de Benjamín Arditi (2004), quien, haciendo una lectura derridiana, considera al populismo ya no como una sombra, sino como un “espectro” de la democracia; para el autor paraguayo, algunas de las manifestaciones del fenómeno populista pueden llegar a ser contraproducentes para las democracias mismas. Pese a sus diferencias analíticas, tanto Arditi como Canovan analizan cómo el populismo —in toto o parcialmente— puede minar el régimen democrático liberal.

      4Recuperamos, en nuestra caracterización de las perspectivas y corrientes de pensamiento en los estudios sobre populismo, el aporte de Moira Mackinnon y Alberto Petrone (2011 [1998], 11-55).

      5Esta es la tesis central de Gino Germani (1962; 2003 [1978]), quien formuló la primera explicación científica del populismo en Argentina. Para Germani, el populismo es un proceso de integración autoritario (aunque efectivo) de las masas en contextos de sociedades en transición y de industrialización acelerada. Una perspectiva receptora de esta y que profundizó aspectos puntuales del populismo (como su ideología y relación líder-masa, entre otros) fue la de Torcuato Di Tella. Conforme con este autor, el populismo designa “un movimiento social complejo, multiclasista y socialmente heterogéneo, sostenido en un liderazgo heterónomo proveniente de las clases medias y altas y con apoyo popular hacia un proyecto de tipo reformista” (Di Tella 1973 [1965], 44).

      6Sobre el particular, invitamos a leer el capítulo 1 de este volumen.

      7Señalamos solo algunas críticas célebres, como la de Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola (1988 [1981]). Estos autores consideraron errónea la línea de continuidad que Laclau establecía entre populismo y socialismo, sosteniendo que este último se basa en una concepción pluralista de la hegemonía, la cual se diferencia de manera radical del proceso populista. En palabras de los autores, los populismos “realmente existentes” parten de una concepción organicista de la hegemonía (en oposición a la concepción de hegemonía pluralista del socialismo) y procesan las demandas nacional-populares desde lo nacional-estatal, con lo que generan una suerte de “fetichización del Estado”, por la cual “lo nacional-estatal” usurpa “lo nacional-popular” (Portantiero e Ípola 1988 [1981], 205). Esta crítica sería replicada recientemente por Modonesi (2012) y Svampa (2016), por ejemplo. Para estos autores, el populismo representaría una “revolución pasiva” que, pese a sus esfuerzos progresistas, no logra transformar radicalmente la sociedad. Como resulta evidente, el parámetro de comparación de estas posturas es una idea particular de revolución socialista, prisma desde el cual se desestiman experiencias políticas populistas tanto clásicas como —según estos autores también— contemporáneas.

      8Como The Oxford Handbook of Populism (Rovira et al. 2017). Esta extensa obra recoge tres abordajes teóricos sobre populismo, para luego plantear análisis empíricos que abarcan regiones, períodos y temáticas muy diversas alrededor del globo.

      9Es común colocar el origen del concepto a fines de siglo xix en Rusia, contexto en el cual emergió una corriente filosófica y política que proponía a los intelectuales “descender” hasta la base social: “ir hacia el pueblo” (Narodnichestvo). A la vez que se venía produciendo el llamado narodnik en Rusia, durante el siglo xix, en Estados Unidos, también se identificaba como populista al Partido del Pueblo (“People’s Party”), el cual contaba con una fuente de apoyo de sectores agrícolas del sur y medio oeste del país. En su libro más reciente, titulado Le Siècle du populisme, Pierre Rosanvallon (2020) añade, a la trayectoria anterior, el ingreso de Francia al debate sobre el populismo, hacia 1929, a través de la literatura, y advierte el carácter inconexo entre estos tres contextos de discusión (Rusia, Estados Unidos y Francia). Entre los estudios que han realizado contribuciones significativas desde la “nueva historia intelectual” y la historia conceptual se encuentran: el libro de Claudio Ingerflom (2017), centrado en el pensamiento leninista y en el papel que en él ocupa el concepto de populismo; el artículo de Nora Rabotnikof, “Populismo: conceptos, vocabularios y experiencias” (2018/2019), y algunos trabajos de Magrini (2018; 2019).

      10Posiblemente la mirada más sistemática de este enfoque se encuentra en los trabajos de Pierre Ostiguy (2009; 2014), quien autodenomina a su teoría del populismo como “relacional-cultural”.

      11Hacemos aquí alusión al libro compilado por Luciana Cadahia, Valeria Coronel y Franklin Ramírez (2018), titulado A contracorriente: materiales para una teoría renovada del populismo. Dicho trabajo propone tomar distancia de “los típicos abordajes sobre el populismo”, los cuales, por lo general —según sus autores—, “oscilan entre un historicismo o sociologicismo positivista demasiado apegado a los hechos y una teoría formal poco proclive a mancharse con los procesos políticos realmente existentes” (Cadahia, Coronel y Ramírez 2018, 14).

      12El debate en torno a la constante definición (o indefinición) del término “populismo” puede caracterizarse por tres personajes literarios o épicos: la Cenicienta, Penélope y Sísifo. Como lo sugirieron Mackinnon y Petrone (2011 [1998]) al retomar las reflexiones de Isaiah Berlin, el populismo adolece del “complejo de la Cenicienta”; en analogía al cuento de hadas, sus múltiples reenvíos conceptuales hacen del “populismo” un término que deambula, como el príncipe y su zapato de cristal, en búsqueda de una experiencia política pura con la cual “calzar”. Posteriormente, Gerardo Aboy Carlés (2004) ha descrito el dilema conceptual del populismo como uno semejante al de Penélope. En similitud a la tarea propia de ese personaje de

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