Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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pero hemos perdido el báculo.

      —El báculo regresará a nosotros –le aseguró Kirtash con suavidad–. Recuerda que tenemos algo que ellos quieren.

      Elrion bajó la mirada hacia el cuerpo inconsciente de Alsan.

      —¿De veras necesitabas a esa niña? –preguntó, indeciso.

      —Sí –respondió Kirtash solamente.

      «No te imaginas hasta qué punto», añadió en silencio.

      VIII

      EL DRAGÓN Y EL UNICORNIO

      S

      HAIL suspiró y miró a Jack, que se había sentado en el sillón con gesto hosco y jugueteaba con un cordón, enrollándolo y desenrollándolo en torno a sus dedos, buscando liberar de alguna manera la tensión. La Dama se acercó a él, pero Jack la apartó de sí, malhumorado, y el animal, ofendido, fue a refugiarse en el regazo de Victoria.

      El muchacho no le había dirigido la palabra a Shail desde que regresaron de aquella desastrosa expedición al Sahara. El mago no podía culparlo.

      Entre los dos, Victoria se mostraba incómoda. También ella estaba preocupada por Alsan y dispuesta a hacer lo que fuera para rescatarlo, pero, a diferencia de Jack, comprendía que Shail había hecho lo que creía mejor. Aun así, se sentía entre dos fuegos.

      El mago se aclaró la garganta.

      —Bien, eh... escuchad, estamos en una situación muy delicada. Tenemos que rescatar a Alsan. Pero no sé si debemos.

      Jack alzó la mirada para clavarla en él.

      —¿Qué quieres decir con eso?

      —Quiero decir que Kirtash está esperando que vayamos a rescatar a nuestro amigo...

      —Eso, si queda algo que rescatar –cortó Jack con amargura.

      —Alsan es un prisionero muy valioso, Jack –intervino Victoria–. Por eso Kirtash no lo mató cuando lo capturó en la cueva. Además sabe... –vaciló; finalmente concluyó, en voz baja–. Sabe que iremos a salvarlo. Y lo está esperando, está esperando que vayamos para acabar de una vez con todos nosotros... y recuperar el báculo.

      —Por eso no deberíamos ir –asintió Shail–. Mirad, no soy muy bueno tomando decisiones. Mi corazón me dice que debemos arriesgarlo todo por recuperar a Alsan. Pero sé que él preferiría morir antes que ver desaparecer la Resistencia.

      —Me importa un carajo la Resistencia –replicó Jack, de mal talante–. Yo solo quiero rescatar a Alsan, es mi amigo y no merecía que le traicionásemos como lo hicimos ayer.

      Shail acusó el golpe. Abrió la boca para decir algo, pero no fue capaz. Desvió la mirada.

      —Jack, eso es injusto –le reprochó Victoria.

      —El yan nos traicionó –dijo Shail con suavidad–. Era una trampa. ¡Tenía que haberlo imaginado! Kirtash llegó allí antes que nosotros... imagino que le prometería algo a cambio de ayudarle... De cualquier modo, pudo haber sido peor. Podríamos haber caído todos. Si no hubieseis tenido esa extraña intuición...

      Miró a los dos chicos con curiosidad, pero ninguno de los dos estaba de humor como para pensar en ello. Tenían cosas más importantes en la cabeza.

      —Estaban solos, Shail –dijo Jack–. Solos Kirtash, el mago y ese yan. Podríamos haber...

      —¿Qué, Jack?

      —¡Podríamos haber luchado, maldita sea! Ahora, esté donde esté Alsan, será mucho más difícil llegar hasta él.

      —Pero la Resistencia...

      —¡La Resistencia! –cortó Jack, ácidamente–. ¡Míranos y sé realista, Shail! ¡Solo somos tres! ¿Se puede saber qué estaban pensando vuestros magos idhunitas al enviar solo a dos personas para reunir a los magos exiliados? ¡Por Dios, esta misión estaba condenada al fracaso desde el principio!

      Después de haber dicho aquello, Jack se sintió mucho mejor. Aquellas dudas llevaban ya mucho tiempo corroyéndole, pero nunca se había atrevido a expresarlas en voz alta, porque admiraba la inquebrantable fe de Alsan y había llegado a creer en su causa. Ahora que él estaba en peligro comprendía, de pronto, lo mucho que lo echaría de menos si no volvía a verlo. En aquellos meses, el orgulloso príncipe idhunita se había convertido no solo en su tutor y amigo, sino que era para Jack casi como un hermano mayor.

      Pero ahora, Alsan no estaba, y Jack no había podido evitar decir lo que pensaba de aquella absurda Resistencia. Miró a su alrededor para estudiar, cauteloso, el efecto que habían producido sus palabras, y se sorprendió del resultado. Victoria miraba a Shail, como pidiéndole permiso para hablar. El mago, en cambio, parecía pensativo, y se mordía el labio inferior.

      —Bien... –dijo por fin, algo incómodo–. Lo cierto es que esa no era exactamente nuestra misión.

      Jack casi saltó en su asiento.

      —¿Qué quieres decir?

      Shail se sentó frente a Jack y lo miró a los ojos.

      —Nosotros no vinimos aquí para buscar magos exiliados, Jack. Ni siquiera ellos podrían habernos ayudado contra Ashran y los sheks. Pero creo que ya lo sospechabas.

      Jack frunció el ceño. Sí, sabía que había algo más, pero nunca había preguntado; o, si lo había hecho, siempre había sido en los momentos más inoportunos, cuando nadie tenía ni tiempo ni ganas de responder.

      Sostuvo la mirada de Shail sin pestañear.

      —Está bien –dijo con lentitud–. Puesto que hemos decidido sincerarnos, respóndeme: ¿qué hacéis aquí exactamente? ¿Por qué quería Kirtash ese báculo? ¿Quién es Lunnaris?

      El mago suspiró y se recostó contra la silla.

      —Es una larga historia. ¿Recuerdas lo que te mostró el Alma, el día que llegaste?

      —No podría olvidarlo.

      —Te hemos contado alguna vez cómo aquella maldita conjunción astral mató en un solo día a todos los dragones y los unicornios. ¿Nunca te has preguntado por qué?

      —¿Había una razón?

      —Por supuesto: la profecía.

      —¿Una profecía?

      Shail asintió. Su rostro se ensombreció.

      —Los Oráculos predijeron que los sheks regresarían a Idhún de la mano de un puente mortal, una especie de llave que les abriría la Puerta. Y que esa persona sería un mago. Lo cierto es que los Oráculos siempre predicen ese tipo de cosas, así que nadie les prestó mucha atención. El problema no radica en la fiabilidad de los mensajes, sino en los sacerdotes que deben interpretarlos, ¿entiendes? Los magos y los sacerdotes siempre hemos estado enfrentados. No tenía nada de particular que una o dos veces al año algún Oráculo predijese

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