Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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salto. Se había movido muy rápido, y Jack parpadeó, sorprendido: ya los estaba esperando en la puerta.

      Volvieron a exponerse al sol del desierto, y Jack echó de menos la fresca cueva de Kopt. Por fortuna, no había que ir muy lejos. El yan los guiaba hasta una montaña cercana, en cuya base se abría la boca de una gran caverna.

      Jack cambió el peso de una pierna a otra, incómodo. Por alguna razón, sintió que no le apetecía nada saber qué era lo que se ocultaba en el interior de la cueva.

      Kopt ya los aguardaba en la entrada. Alsan echó de nuevo a andar sin previo aviso, y los demás lo siguieron.

      Entraron en la cueva y recorrieron un amplio túnel; al fondo, la galería se abría para dar paso a una caverna iluminada por un claro resplandor, y Jack supo que era allí a donde se dirigían. Alsan seguía al yan, firme, sereno y orgulloso, y el chico admiró una vez más su fuerza interior y su seguridad en sí mismo y en sus ideales. Y recordaría durante mucho tiempo la figura de su amigo, bañada por la luz que emergía de la caverna, porque fue la última imagen que tuvo del Alsan que había conocido.

      —Espera –dijo Victoria, reteniendo a Jack del brazo. El chico se volvió hacia ella y advirtió un rastro de temor en sus ojos oscuros. Shail también la miró, interrogante.

      —Hay algo malo ahí dentro –dijo ella–. El yan nos ha engañado.

      —¿Pero qué...?

      Jack miró a su alrededor y no vio a Kopt por ninguna parte. Avanzó unos pasos hacia la cueva y algo parecido a una garra gélida le oprimió el corazón. Y en ese mismo momento supo, de alguna manera, que Victoria estaba diciendo la verdad. Pero entonces descubrió, con horror, que Alsan ya había entrado en la enorme caverna. Y supo con total certeza qué era lo que iba a encontrar en su interior.

      —¡Alsan! –gritó–. ¡¡ALSAN!!

      —... Alsan... Alsan... Alsan... –repitió el eco.

      Jack se dispuso a correr hacia él, pero la mano de Shail lo detuvo.

      —¿Se puede saber qué os pasa a vosotros dos?

      —No sé si ese báculo está o no en esa caverna –dijo Jack, respirando agitadamente–. Pero, en cualquier caso, Kirtash ha llegado primero, y sigue allí dentro.

      Victoria ahogó un grito. Shail los miró a los dos, desconcertado.

      —Pero, ¿cómo...?

      Jack podía haberle explicado lo de la sensación de frío, el repentino sentimiento de odio y aversión que lo había invadido al acercarse a la caverna, pero no había tiempo.

      —¡Maldita sea, Shail, confía en mí! ¡Hay que sacarlo de ahí como sea!

      Shail lo miró un momento, con el ceño fruncido; entonces se giró bruscamente y echó a correr por el túnel. Jack y Victoria lo siguieron.

      La galería se abrió, dejando paso a la caverna por la que había desaparecido Alsan. Era una enorme abertura en el interior de la montaña, iluminada, sin embargo, por la luz natural que se filtraba por un enorme boquete del techo. Al fondo había un montón de rocas y, clavado en ellas como una lanza, estaba el Báculo de Ayshel, emitiendo un suave resplandor sobrenatural.

      Pero ninguno de los tres se fijó en el extraordinario objeto.

      Porque vieron ante el báculo el cuerpo inerte de Alsan, tendido sobre la arena, y junto a él una inconfundible figura que vestía totalmente de negro incluso en pleno desierto, y que se movía con agilidad felina.

      Kirtash sacudió la cabeza para apartarse el pelo de la frente y fijó en ellos la mirada de sus fríos ojos azules.

      En ellos, no. En Jack..

      El muchacho respiraba entrecortadamente. El sofocante calor que lo agobiaba incluso allí dentro le nublaba los sentidos y le impedía apreciar desde allí si Alsan seguía vivo o no. Le pareció que lo veía moverse, y se aferró a aquella esperanza. Pero seguía sintiendo la mirada de Kirtash clavada en él, y no pudo seguir eludiéndola.

      Estaban a unos veinte metros del joven asesino, demasiado lejos como para que él pudiese llegar a dañarles... todavía. Sin embargo, ni Jack ni sus amigos se atrevieron a moverse un solo paso. Kirtash tampoco hizo ademán de avanzar hacia ellos.

      Tras él apareció otra figura, la de Elrion, el mago que solía acompañarlo. Este parecía impaciente por actuar, pero Kirtash se mantenía sereno e imperturbable.

      Victoria inspiró profundamente al volver a ver a Kirtash por primera vez desde su encuentro en el metro. De nuevo, aquellos sentimientos de atracción y repulsión se adueñaban de su corazón, y se sentía muy confusa.

      Kirtash pareció darse cuenta de la presencia de Victoria, porque volvió su mirada hacia ella. La chica se estremeció de pies a cabeza y quiso apartar la vista, pero no fue capaz. Sabía que a aquella distancia él no podía alcanzar su mente; sin embargo, se sintió indefensa de pronto, como si Kirtash la desnudara interiormente para conocer todos los secretos de su alma. Quiso huir, quiso gritar; pero también se dio cuenta, sorprendida, de que una parte de ella deseaba... acercarse más a él.

      El joven entornó los ojos. Jack habría jurado que apreciaba algún tipo de emoción en su rostro. ¿Curiosidad, quizá? ¿Interés? Sí, tal vez, pero no por él.

      Por Victoria.

      Jack percibió que Shail respiraba hondo, y casi entrevió que comenzaba a concentrarse. Sabía que el joven mago podía hacerlos regresar a su escondite en Limbhad en cualquier momento. Pero... ¿abandonarían a Alsan?

      «No, Shail», pensó con desesperación. «No lo hagas». Shail dudaba. Kirtash estaba retándoles a que se atreviesen a enfrentarse a él para rescatar a su amigo. El mago no sabía qué hacer. Si intentaba salvar a Alsan, podían acabar todos muertos. Pero no se sentía capaz de abandonarlo. En cuanto a Victoria...

      Victoria seguía con la mirada clavada en Kirtash. Y, desde el fondo de la caverna, también él la miraba a ella.

      —¿Qué es lo que quieres? –preguntó Jack, sin poder soportarlo más.

      Kirtash apartó por fin los ojos de Victoria. Ella suspiró débilmente y se apoyó en Shail, como si de pronto le hubiesen fallado las fuerzas. Jack sintió que los ojos azules de su enemigo se clavaban en los suyos, y algo en su interior estalló como un volcán.

      —¿Qué pretendes? –repitió.

      Kirtash se inclinó junto al cuerpo caído de Alsan y posó suavemente la mano derecha sobre su cabeza. En ningún momento dejó de mirar a Jack. «Me está desafiando», pensó el chico, con rabia.

      No pudo contenerse.

      —¡Aparta las manos de él! –gritó–. ¡Apártalas o...! Algo lo retuvo. Se dio cuenta entonces de que casi había echado a correr hacia Kirtash, y de que Shail lo había agarrado por la camisa al pasar por su lado.

      —Te está provocando –susurró el mago–. No caigas en su trampa.

      Pero Kirtash sacó a Haiass, que llevaba a su espalda en una vaina, y avanzó unos pasos. El filo de la espada relució un momento,

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