Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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comprendió entonces por qué Kirtash no había matado a Alsan aún.

      Era un cebo.

      Kirtash colocó suavemente, casi con mimo, el filo de su espada sobre el cuello del inerte Alsan. Jack sabía que Shail tenía razón y que solo lo estaba provocando, pero la idea de que Alsan fuera a morir le resultaba tan insoportable que no pudo quedarse quieto. Con un grito de rabia y los ojos llenos de lágrimas, desenvainó su propia espada y corrió hacia Kirtash. Victoria gritó su nombre y Shail alargó la mano para retenerlo, pero no lo logró.

      Todo fue muy rápido. Kirtash pareció recibir con satisfacción la embestida de Jack, pero con un solo movimiento de su espada arrojó lejos el arma del muchacho, que quedó indefenso frente a él.

      —¡No! –chilló Victoria–. ¡¡JACK!!

      Quiso correr hacia él, pero Shail la detuvo. Victoria se debatió entre sus brazos, desesperada, gritando el nombre de su amigo, luchando por acudir junto a él. Pero Shail no la dejó marchar.

      Temblando de rabia, odio y miedo, Jack se quedó parado ante Kirtash, sintiéndose humillado. La punta de Haiass estaba apoyada en su pecho.

      Había vuelto a hacerlo. Se había dejado arrastrar por sus emociones, había perdido la cabeza y ahora iba a morir. Y lo peor de todo era que no había conseguido nada con ello, no había logrado ayudar a Alsan. «Perdóname», pensó. «He vuelto a fallarte. Pero, si he de morir, no bajaré la mirada».

      Levantó la cabeza y clavó los ojos en Kirtash, desafiante. Pero este parecía... ¿decepcionado?

      Si lo estaba, desde luego no dijo nada al respecto. Sin una sola palabra, Kirtash hizo un elegante movimiento con la espada. Rápido, certero y letal. Jack aguardó que el frío acero de Haiass se hundiera en su pecho.

      Y entonces...

      ... Entonces algo detuvo la espada de Kirtash, algo claro y resplandeciente, como un escudo de luz, que rodeó a Jack y apartó de él el acero que iba a matarle. Sorprendido, Kirtash retrocedió unos pasos, y Jack se volvió hacia todos lados, sin comprender qué estaba pasando.

      Y descubrió que aquella luz no emanaba de su cuerpo, sino que lo envolvía como un manto protector. Y procedía del Báculo de Ayshel...

      ... que ya no estaba en su lugar, clavado entre las rocas, sino en manos de una sorprendida Victoria, que no sabía muy bien cómo sujetarlo. Cómo había llegado hasta allí era algo que ni siquiera Kirtash parecía entender.

      —¿Qué está pasando aquí? –dijo Shail, desconcertado, apartándose de Victoria.

      Kirtash reaccionó. Blandió de nuevo su espada, pero se dio cuenta de que la luz del báculo aún envolvía el cuerpo de Jack. Victoria pareció comprender que el objeto había respondido a sus deseos de salvar la vida de su amigo, y reaccionó por fin, sujetándolo con más fuerza y avanzando unos pasos. Las piernas le temblaban, pero se esforzó por mostrar una determinación que, en el fondo, estaba lejos de sentir.

      Jack comprendió que tenía una oportunidad de salvar su vida. Lentamente, se acercó a Victoria y al báculo protector que portaba. Cuando los dos estuvieron juntos, Jack se sintió lo bastante seguro como para lanzar una mirada desafiante a Kirtash.

      —Tenemos el báculo –dijo.

      El joven esbozó una media sonrisa.

      —Y yo tengo a vuestro príncipe –dijo; su voz era suave y sugerente, apreció Victoria, pero fría y sin emoción.

      Jack se dio cuenta, con horror, de que el filo de Haiass reposaba otra vez sobre el cuello de Alsan.

      —¿Me entregarías ese báculo a cambio de su vida? –preguntó Kirtash.

      —No puedes usarlo –dijo Jack, comprendiéndolo de pronto–. Por eso estabas aquí. No conseguiste sacarlo de las rocas, ¿verdad? Pero el báculo ha acudido a la llamada de Victoria. Le pertenece a ella ahora.

      —Eso tiene fácil arreglo. Te propongo un cambio: la chica y el báculo a cambio de la vida de Alsan.

      Jack apretó los dientes y se colocó ante Victoria para protegerla, con su cuerpo y con su vida, si era necesario. No soportaba la idea de que Kirtash pudiera ponerle las manos encima.

      —Ni hablar.

      La espada se hundió un poco más en la carne de Alsan. Un fino hilo de sangre recorrió su cuello. Jack tragó saliva.

      Percibió que Shail se acercaba a ellos por detrás, y se sintió algo consolado por su presencia. Pero también Kirtash lo había detectado.

      —No des un paso más, mago –advirtió–, o tu amigo morirá.

      —Y si te entregamos el báculo, Victoria morirá –dijo Jack–. ¿Qué diferencia hay?

      —La diferencia consiste en que a ella la necesito viva –explicó Kirtash amablemente– para utilizar el báculo. Así que decide, Jack. No tengo todo el día... y Alsan tampoco.

      Por alguna razón, Jack no se sorprendió de que conociera sus nombres. Cerró los puños con tanta fuerza que se hizo daño.

      —Basta –dijo entonces Victoria–. No le hagas daño: voy contigo.

      —¿Qué? –soltó Jack–. No, Victoria. No lo permitiré. Pero eso significaba que Alsan moriría. Jack se sintió comido por la angustia. Quería salvar a su amigo, pero tampoco iba a dejar que Kirtash se llevase a Victoria. Sabía que no soportaría verla marchar y, además, lo ahogaba la rabia solo de pensarlo. Una vez se había jurado a sí mismo que haría cuanto pudiera por protegerla, y no pensaba dejarla en la estacada a las primeras de cambio.

      Sin embargo, ella se separó suavemente de él y miró a Kirtash. Y, a pesar del miedo que sentía, su voz sonó serena y segura cuando dijo:

      —Tienes que jurar por lo que sea más sagrado para ti que no harás daño a mis amigos. A ninguno de ellos. Si cumples esa condición, iré contigo... sin oponer resistencia.

      —No, Victoria... –empezó Jack, pero no pudo continuar, porque los acontecimientos se precipitaron.

      La atención de Kirtash se desvió hacia ella solo unas centésimas de segundo, y algo pareció estremecer el ambiente cuando las miradas de ambos se cruzaron. Pero Shail ya había dado un paso al frente y colocado las manos sobre los hombros de Jack y Victoria. Entonces, súbitamente, Jack comprendió qué era lo que iba a hacer el mago. Se volvió hacia él, furioso.

      —¡No, Shail! ¡¡¡NO!!!

      Demasiado tarde. Shail había cogido también a Victoria del brazo y de pronto todo daba vueltas...

      —Los has dejado escapar –dijo Elrion–. Con el báculo. Kirtash no se movió. Se había quedado mirando el lugar donde momentos antes se habían encontrado los tres amigos.

      —Deberías haber dejado que interviniera –añadió el mago.

      Kirtash se volvió hacia él. No había rabia ni frustración en su rostro. Al contrario; sonreía. Elrion lo miró, indeciso. A la hora de entender las cosas, Kirtash siempre iba muy por delante de él. Muy por delante de cualquiera, en

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