Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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y sintió, de nuevo, que los ojos se le llenaban de lágrimas.

      Algo parecido a una mano helada aferró el corazón de Jack, que por un breve instante se olvidó de latir.

      —¿Qué le ha pasado a Shail? –preguntó en un murmullo.

      Pero Victoria simplemente se miró las manos, desolada. No encontraba palabras para explicar lo que había sucedido. Shail se había desintegrado ante sus ojos. Ni siquiera quedaba de él un cuerpo que pudieran llorar. Era demasiado horrible como para creer que fuera cierto y, sin embargo, lo era...

      —Shail ha muerto por salvarme la vida –dijo finalmente, en voz baja.

      Estalló en nuevos sollozos, estrechando en su mano derecha la Lágrima de Unicornio que Shail le había regalado, mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Jack.

      El chico, por su parte, inspiró profundamente y cerró los ojos, con cansancio. No había llegado a tener con Shail la confianza que lo unía a Alsan, pero siempre había apreciado al joven mago, jovial, agradable y, sobre todo, un buen amigo en el que se podía confiar.

      Pero para Victoria era mucho más que eso, comprendió Jack enseguida. Shail y ella habían estado muy unidos, eran casi como hermanos. ¿Qué iba a hacer ella sin él?

      Jack intuyó que, de alguna manera, él mismo debía esforzarse por llenar aquel vacío en su corazón, sobre todo después de lo que le había sucedido a Alsan. Abrazó a su amiga con fuerza y se dio cuenta de que no habría soportado perderla a ella también. Victoria hundió la cara en su hombro, sintiéndose un poco mejor. Jack acarició su pelo y se sorprendió de lo suave que era.

      —Lo siento mucho, Victoria –dijo en voz baja–. Ha sido Kirtash, ¿verdad?

      —No –respondió ella–. Ha sido Elrion. De hecho, Kirtash...

      «Kirtash también trató de protegerme», recordó súbitamente. La voz de la lógica le dijo que eso se debía, sin duda, a que la necesitaba viva para utilizar el báculo. Aunque... ¿no había dicho que debía matarla? Pero, entonces, ¿por qué la había dejado marchar?

      Sacudió la cabeza. No tenía fuerzas para intentar descifrar las razones del extraño comportamiento de su enemigo.

      Entonces se oyó un aullido, y ambos alzaron la cabeza, alerta.

      Un enorme bulto peludo se precipitó en el claro, corriendo hacia ellos. Lo perseguía un grupo de szish armados, que arrojaban dagas contra él.

      —¡Alsan! –exclamó Jack.

      —¿Alsan? –repitió Victoria.

      —¡Vámonos de aquí! –rugió Alsan.

      Victoria se quedó quieta. Alsan estaba a punto de alcanzarlos, y a la chica le pareció tan terrorífico que reaccionó de pronto y aferró su báculo instintivamente, justo cuando aquel ser, mitad hombre, mitad bestia, llegó hasta ellos...

      «¡Alma!», chilló Victoria mentalmente. «¡Alma, sácanos de aquí!».

      Y, por primera vez, logró realizar la invocación de manera instantánea. Lo último que pensó, antes de desvanecerse, fue que Shail habría estado orgulloso de ella.

      Los szish se abalanzaron sobre los tres jóvenes, pero lo que quedaba de la Resistencia ya no se encontraba allí.

      —Han escapado, señor –informó Assazer.

      Kirtash asintió, sin una palabra. Se había asomado al ventanal y contemplaba el paisaje nocturno, de espaldas al szish.

      —¿Qué hacemos... con el cuerpo del mago? –preguntó este, vacilante.

      —Traedlo de vuelta al castillo –respondió Kirtash suavemente.

      El szish no añadió nada más, ni hizo el menor comentario. Se retiró sin ruido, y Kirtash no pudo reprimir una leve sonrisa. Aquellas criaturas le obedecerían sin dudarlo aunque les mandase de cabeza a una muerte segura.

      Porque ellos sabían, y cuando miraban a Kirtash veían más de lo que podía apreciar cualquier humano.

      —Kirtash.

      La voz era fría y profunda, y no admitía ser ignorada. El muchacho se volvió con lentitud.

      En el centro de la estancia había aparecido una figura incorpórea, alta y oscura, envuelta en sombras. Kirtash inclinó la cabeza ante su señor, Ashran el Nigromante.

      —¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Elrion?

      —Cometió su enésimo error y tuve que deshacerme de él –murmuró Kirtash.

      Ashran cruzó los brazos ante el pecho.

      —¿Eres consciente de lo que me cuesta encontrar magos que cumplan tus exigencias? –preguntó, y su voz tenía un tono peligroso.

      —Te pido perdón, señor. Pero los humanos no están a la altura de lo que exige la misión. Nos movemos en un mundo extraño. Se requiere no solo habilidad, sino también capacidad para adaptarse, discreción... y obediencia absoluta –añadió con suavidad.

      —Comprendo. ¿Qué sugieres, pues?

      —Soy consciente de que las habilidades de los szish como magos son muy limitadas, puesto que no han tenido la posibilidad de ingresar en la Orden Mágica para desarrollar su arte. Los yan, por su parte, son imprevisibles e impulsivos, y los varu no son muy eficaces en misiones en tierra firme. Tal vez alguien del pueblo feérico...

      —Los feéricos se han opuesto en bloque al imperio de los sheks. No contamos con ninguno de sus hechiceros en nuestras filas. Pero veré qué puedo hacer.

      Kirtash asintió, pero no dijo nada.

      —¿Habéis aplastado ya a la Resistencia? –quiso saber Ashran.

      —Podría decirse que sí, mi señor. Se han quedado sin mago, y el príncipe Alsan de Vanissar se ha visto transformado en un híbrido incompleto. No creo que esté ya en condiciones de liderar ningún grupo de renegados.

      —¿En serio?

      —Elrion decidió experimentar con él cuando lo apresamos. El príncipe es un joven orgulloso. Cuando se dé cuenta de todo lo que implica su nueva situación, quedará anímicamente destrozado.

      —¿Y los otros?

      —Dos niños, mi señor.

      —Se te han escapado.

      —La muchacha llevaba el Báculo de Ayshel. He tratado de apresarla con vida, pero Elrion ha intervenido con intención de matarla. Su inoportuna intromisión ha provocado la huida de la chica... y la muerte del propio Elrion –añadió.

      Ashran miró a Kirtash a los ojos. El muchacho sostuvo su mirada. Nada en su actitud serena traicionaba la verdad que había ocultado a su señor: que Elrion había intentado matar a Victoria porque, seguramente, había estado espiándolos y había descubierto sobre ella lo mismo que Kirtash. Las últimas palabras de Elrion resonaron en su mente: «No

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