La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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es la “clase social” que se define por características principalmente económicas. Lo que más se asemeja es el “grupo étnico”; pero haríamos bien en tampoco exagerar este aspecto.

      Porque las cosas son siempre complejas, llegados aquí conviene sacar a relucir el abordaje de Balmurli Natrajan, que nos hace ver lo problemático y arriesgado de exagerar el aspecto etnicista o cultural de la casta. Natrajan advierte de que «las castas no se han substancializado (o independizado del sistema de castas) lo suficiente para ser consideradas grupos étnicos».59 Según Natrajan, la visión de la casta etnicizada nos presenta a las comunidades de castas como sanamente “diferentes”; grupos que buscan el reconocimiento de sus diferencias en una sociedad multicultural, en un mundo que celebra la diversidad.60 La tesis de Natrajan es que:

      «El fenómeno de la casta-como-cultura es en sí mismo una adaptación ideológica estratégica de la casta, y no un avatar benigno de la casta en el siglo XXI que aparentemente tiene que ver con la diferencia y no con la desigualdad y la jerarquía».61

      Estimo, con Natrajan, que es importante no despolitizar la casta –como ya tendremos ocasión de ver a lo largo de la obra–, so pena de caer en una visión que camufla las desigualdades de casta, la opresión de casta (o de patriarquía) y el vínculo de la casta con el poder. Como hemos visto, las castas poseen rasgos culturales propios y una clara tendencia a facilitar y acomodarse a la diferencia, pero de ahí no hay que inferir que sean grupos “naturales”. Como pone la historiadora Uma Chakravarti:

      «Cada jati tiene sus tradiciones culturales, con sus costumbres de alimentación, rituales, códigos de vestimenta y hasta formas de arte propios, y así pueden “aparentar” funcionar meramente en un eje de diferencia».62

      Pero no olvidemos que el poder (económico, político o ritual) produce las distinciones culturales y las jerarquías. Las diferencias étnicas que encontramos en una sociedad occidental, por ejemplo, no son meramente culturales. Las diferencias étnicas se producen en las relaciones sociales y políticas. Si lo que ha sucedido en India es que se ha pasado de un sistema de castas a un sistema de grupos étnicos, el sistema sigue siendo, en cualquier caso, jerárquico. La casta existe como sistema de poder y se camufla como la cultura y la tradición de comunidades específicas.63

      Ver la casta sólo como cultura, como algunas corrientes hoy tienden a subrayar, es una manera deliberadamente “positiva” de ver el asunto. Las castas devienen diversidades culturales en el contexto de la globalización. Esta visión tiende a ver las desigualdades como si fueran únicamente diferencias culturales. Como pone V. Geetha, a propósito de los dalits:

      «Aunque se les “permite” elaborar y seguir sus propias formas de culto y organizar sus propios festivales culturales, eso no les garantiza un lugar en el espacio público mayor del pueblo […] Ese permiso es de poca consolación ya que es también la fuente de su miseria».64

      Lo que hoy parece estar sucediendo es una adaptación de la casta bajo la forma de una comunidad cultural. Como veremos en el siguiente capítulo, transformándose las jātis en samājs (asociaciones culturales) la casta transmigra en el siglo XXI. La casta “culturalizada” puede sobrevivir como una minoría, grupo étnico o comunidad religiosa. En otras palabras, más que haberse transformado en grupos étnicos, «las castas han reivindicado la “cultura” como su modo de reproducción y de estabilidad esencial», en palabras de Balmurli Natrajan.65 Son sobre todo las élites de la casta las que invocan estos rasgos culturales para legitimar y renovar la casta. Se trata de convertir la jāti histórica en una nueva forma de asociación (samāj). El nuevo discurso político aprueba esta culturalización de la casta porque de esta forma puede acomodarla a la democracia parlamentaria.

      El proceso de etnicización o culturalización, que para algunos representaba virtualmente el fin del viejo sistema de castas, ha otorgado nueva fuerza a la identidad de casta.

      5. EL “SISTEMA” DE CASTAS

      El “sistema” de castas siempre se circunscribe a una localidad o comarca reducida. Desplacémonos unos kilómetros y hallaremos otro subsistema, con otras castas, diferentes relaciones, distintas jerarquías y nuevos protagonistas. Lo pertinente es hablar de los sistemas de castas.

      Cada región lingüística posee “su” sociedad de castas [véase en La casta es local]. En Gujarat, por ejemplo, sorprende la gran cantidad de castas dedicadas al comercio (genéricamente conocidas como baniās o vāṇiyās) y la altísima posición que ocupan. En Karnataka, en cambio, apenas existen castas que entren en la clásica categoría “comerciante” (vaiśya). El panorama está dominado por dos castas agrícolas poderosas: los okkaligas y los liṅgāyats. Pero si del centro de Karnataka nos desplazamos a la costa, veremos que estas dos castas desaparecen y otras tienen mayor preeminencia. En Himachal Pradesh, las llamadas “castas altas” representan el 56% de la población; en Tamil Nadu, sólo el 3%. En Sri Lanka, cada grupo social de la isla (cingaleses budistas, tamiles esrilanqueses o tamiles indios) tiene sus castas, sus jerarquías y formas de discriminación. Las relaciones entre las castas en Assam, Cachemira o Andhra Pradesh pueden ser muy dispares. Los que en un lugar dominan en otro puede que no; y los tabúes que encontramos en una región desaparecen en otra. Además, las diferencias entre las grandes ciudades y las aldeas son considerables. En un país de más de 600.000 poblados las variaciones pueden ser notables. Existen aldeas compuestas por una sola jāti, mientras que en otras conviven 60.

      Como estos diferentes subsistemas regionales se solapan, interseccionan y entrecruzan, ha cuajado la idea de un sistema único y panindio de castas. Varios elementos, además, parecen tener una presencia destacada y refuerzan la sensación de unicidad. Los antropólogos suelen invocar tres instituciones sobresalientes: la casta dominante, el cabeza de aldea y el concilio de la casta.

      LA CASTA DOMINANTE

      Las soberanías históricas de la India se han caracterizado por una intensa fluctuación e indefinición de sus fronteras. Con frecuencia, los reinos han estado compartimentados en regiones y comarcas controladas por una casta o una coalición de castas poderosas.

      La existencia y protagonismo de estas castas dominantes parece ser uno de los rasgos característicos de la sociedad india. En ocasiones han coexistido dos castas dominantes en una región, lo que inevitablemente conlleva tensiones, pugnas y rivalidad en pos del dominio. La casta dominante no ha creado nada parecido a una organización feudal (aunque puede haber alumbrado alguna dinastía). Fundamentalmente, posee y controla la tierra. El sociólogo M.N. Srinivas, que es uno de los padres de la noción, la definía así:

      «Una casta puede llamarse “dominante” si es numéricamente preponderante en relación a otras castas y si ejerce también un poder político y económico preponderante».1

      Por supuesto, el número no es el único factor. Sabemos de pueblos demográficamente dominados por intocables pero de facto subordinados a castas más poderosas. Conocemos castas insignificantes en número pero en posición de dominio. Ello llevó a Srinivas a añadir:

      «Un grupo de casta numeroso y poderoso es más fácilmente dominante si su posición en la jerarquía local no es demasiado baja».2

      Contra Srinivas, no obstante, en términos de varṇa pocas de estas castas dominantes son de alto rango. (Tampoco suele tratarse de castas artesanales, ya que estas suelen estar territorialmente dispersas.) La gran mayoría son

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