La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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de gran prestigio. Su pañchāyāt siempre incluye al cabeza de casta, el terrateniente más anciano, un sacerdote y un mensajero.10

      Algunas castas poseen su concilio en una ciudad sagrada (Haridvar, Ujjain, Nasik, etcétera) donde se yergue el templo principal de la comunidad. El pañchāyāt básicamente se encarga de administrar el templo, que hace también de albergue para los peregrinos de la casta. Otros jāti-pañchāyāts organizan festivales a las divinidades.

      Igual que el viejo concilio de aldea, los jāti-pañchāyāts son instituciones que van a la baja. Oliver Mendelsohn menciona el caso de Behror, una aldea de Rajasthan. La casta dominante es la ahīr. Y, sin embargo, está hoy fuera de su capacidad arbitrar en disputas internas de otras castas. Entre otras cosas, porque los ahīrs de la zona no actúan ya como bloque, no tienen una comunidad de intereses clara y siquiera poseen un pañchāyāt reconocible.11

      Puesto que el concilio de casta suele ser un cuerpo bastante conservador (no en vano su misión consiste en respetar la traditio), suele darse un choque generacional con las secciones más jóvenes de la jāti. Es importante, en todo caso, no confundir estas viejas instituciones con las modernas asociaciones (sabhās) de casta, de las que hablaremos más adelante.

      La justicia a nivel local

      La mayor parte de litigios inter- o intra-casta ha tenido que ver con riñas entre familias, costumbres de matrimonio, dotes o problemas de acoso sexual. En la lista de litigios, antiguamente también era frecuente hallar infracciones relativas a la comensalidad, sobre la muerte de una vaca o acerca de conductas inmorales. Quizá el aspecto en el que más vigilante está el pañchāyāt de casta sea el de las reglas de matrimonio. Incluso el Estado y su aparato judicial (y policial) deja que sea el grām-pañchāyāt el que se encargue de dirimir litigios no resueltos. Ocurre que el grām-pañchāyāt democrático dejará que los jāti-pañchāyāts zanjen la cuestión internamente. Sólo en muy raras ocasiones un cabeza de aldea o un grām-pañchāyāt actuará en contra de un jāti-pañchāyāt o chaupār tradicional.

      Las disputas de cierta seriedad han recaído en el pañchāyāt de la casta dominante. Esta asamblea tiende a erigirse en árbitro en casos de litigios intercastales relativos a la propiedad de tierras, deudas, usurpación de clientela, cuestiones de protocolo ritual, robo, etcétera. Obviamente, en zonas donde la casta dominante no esté en posición tan hegemónica, existirá mayor tendencia a resolver la cuestión dentro de la propia casta o en el tribunal de la capital del distrito. Pero incluso cuando estas disputas van al moderno juzgado, las castas dominantes pueden ser consultadas.

      Al administrarse la justicia de forma pública, y a falta de una autoridad singular, se entenderá que el sistema legal indio haya tendido al arbitrio y la reconciliación. O dicho de otra forma, en lugar de buscar una decisión rápida con un ganador y un perdedor (como sucedería en un juzgado moderno en la ciudad), en el pueblo tradicional indio se preocupan mucho por llegar a un consenso.12 Se trata de zanjar la disputa llegando a un compromiso de cierta equidad. (Se parecería más al tribunal de arbitrio o juzgado de paz de la tradición legal occidental.) Incluso cuando esto no es posible se mira que los que salen perjudicados no pierdan su honor y, en el caso de las disputas entre castas, «al menos mantener la ficción de un compromiso», en palabras de Bernard Cohn.13 De donde la importancia de la oratoria, el buen temple y la ecuanimidad del cabeza del concilio. Incluso los mahilā-pañchāyāts o mahilā-samitis, esto es, los comités de justicia y empoderamiento para las mujeres (alternativos a los jāti-pañchāyāts, siempre controlados por los varones y con un claro sesgo a favor de los varones y los poderosos) buscan la aceptación y el consenso de toda la comunidad.14

      Normalmente, eso se llevaba a cabo haciendo circular notas entre todos los pueblos de la región pidiendo el boicot al transgresor por parte de sus correligionarios de casta. Eso equivalía a no comer, beber o fumar con él; y claro está, no dar a sus hijos o hijas en matrimonio a los suyos. Hoy, que las cartas de expulsión ya no se envían (ya que la Constitución del país no permite la discriminación por razón de casta), el asunto se lleva más en privado. Pero ello no impide que los correligionarios boicoteen al transgresor, ya que todo el mundo es libre de invitar o no a sus colegas. Una de las formas más eficaces de condenarlo al ostracismo es tratarlo como a un “intocable”: no comer con él, no dejarle utilizar el pozo, etcétera.18

      Aunque hace ya décadas que acciones drásticas como la excomunión apenas ocurren, siguen dándose con matrimonios que han transgredido los principios de endogamia o exogamia. Un caso es el de la pareja de amantes de castas o subcastas que no deberían de tener vínculos maritales que es pillada in fraganti. En alguna ocasión, los dos jóvenes han llegado a ser quemados vivos por sus propios familiares (u obligados a convertirse en “hermanos/as”, o han sido humillados públicamente, se ha boicoteado a las familias, etcétera). Cuestión de “honor” (izzat). Esto muestra que los litigios intracastales pueden ser mucho más intensos que los intercastales. El caso de una pareja que no respeta la exogamia de pueblo, por ejemplo, puede ser considerado como un gravísimo caso de incesto en las zonas rurales del Punjab.19 Puesto que los casos de incesto familiar tienden a ocultarse públicamente y dado que los pañchāyāts de casta tienden a esquivar las cuestiones familiares (si es que no a apoyar abiertamente el “honor” y la “tradición”), resulta que son las cuestiones que atañen a la casta las que tienden a realzarse y vigilarse.

      En cualquier caso, hay bastante consenso en que los asuntos de casta no deberían llevarse a los tribunales, en los que se sigue sin confiar. Incluso personas amenazadas de muerte o de expulsión del pueblo rechazan dar ese paso, ya que dudan de que la ley pueda protegerlos de la coacción y la amenaza del khap-pañchāyāt.20 Ir al tribunal supone una nueva transgresión de las normas de la comunidad. Los aldeanos piensan que los juzgados de la capital, controlados por jueces y abogados que no tienen ni idea sobre las normas de la comunidad (lo cual sin duda es cierto), se oponen a la casta y sus costumbres. Por contra, los jāti-pañchāyāts son mucho más rápidos, baratos y conocen las normas de la comunidad. El pañchāyāt tradicional se erige, así, en una institución que reafirma el poder de los varones de edad de las castas dominantes sobre las mujeres, los jóvenes y las secciones más débiles.

      Con todo, el poder de los jāti-pañchāyāts a la hora de castigar, excomulgar o demás acciones ligadas a la ideología tradicional de la casta ha disminuido considerablemente. Con el desarrollo del

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