Listos para correr. T.J. Murphy
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Inviertes la última parte de la sesión de carrera en la recuperación activa, con algo tan sencillo como una caminata de cinco minutos. Esto ayuda al sistema linfático a realizar la tarea de eliminar las sustancias de desecho del líquido intersticial que rodea los músculos y tejidos conjuntivos que te han impulsado durante el ejercicio.
Más tarde, en la oficina, intentas sentarte el menor tiempo posible para no bloquear el sistema linfático ni acortar los músculos que mantienen la postura neutra de la columna vertebral. Cuando estás de pie y caminas, controlas la posición de los pies, que deben estar rectos, y mantienes ligeramente activos los músculos de las nalgas y la zona media del cuerpo para que la pelvis y la columna conserven una postura neutra. También adquieres el hábito de intercalar ejercicios cortos de movilidad cada una o dos horas para sanar los pies, mejorar la postura de la columna y trabajar las áreas de movimiento que afectan al rendimiento y aumentan el riesgo de lesiones. Sigues una dieta nutritiva, te hidratas con líquidos que contienen electrolitos y has añadido al armario calcetines de compresión para, de nuevo, ayudar al retorno de la circulación del sistema linfático que elimina los productos de desecho y los remplaza por nutrientes.
Te has desembarazado de las pastillas de ibuprofeno y las has remplazado por una cámara de rueda de bicicleta que guardas en el cajón del despacho para suprimir la inflamación con una sesión con cinta de compresión VooDoo Floss.
Has emprendido una misión cuyo fin es corregir los problemas causados por la disminución de la movilidad y los patrones defectuosos de movimiento.
Por la noche dedicas 10 minutos al esfuerzo de escudriñar signos premonitorios que pueda estar enviándote el cuerpo: señales ininterrumpidas que no debes tratar como incendios que apagas a pisotones, sino como problemas que debes resolver. No se trata únicamente de hacer unos cuantos estiramientos. Tu visión de cómo se resuelven los problemas disfuncionales deportivos se ha expandido mucho más allá de los sencillos e ineficaces estiramientos de isquiotibiales. Ahora has emprendido una misión cuyo fin es corregir los problemas causados por la disminución de la movilidad y los patrones defectuosos de movimiento; ahora sabes que cualquier debilidad en el control motor y en la movilidad son oportunidades para mejorar y afianzar tu rendimiento al correr.
NO EXISTE UNA PÍLDORA MÁGICA
Este libro no es un manual de estiramientos. Es un libro para corredores de Fórmula 1 que buscan estar sanos y conseguir un elevado rendimiento a largo plazo y por el resto de sus vidas. Todos los seres humanos deberían poder y querer realizar un mantenimiento básico de sí mismos. La medicina del deporte cumple su papel, pero tú tienes el derecho y la responsabilidad de saber qué le sucede a tu cuerpo, cuidar de ese aspecto en la medida de tus posibilidades y disfrutar de esos buenos resultados que hay en ti, pero todavía no has descubierto.
Todo lo cual nos conduce al tema de por qué un libro como éste. Correr forma parte de tu estilo de vida deportivo. Pero existe un fallo funesto en el universo del running y tiene que ver con el organigrama de la toma de decisiones que los corredores han empezado a usar.
¿Alguna vez has experimentado la siguiente secuencia de problemas, ideas y acciones?
1. Sales a correr.
2. Después de correr, notas un dolor punzante en los puntos dolorosos habituales: rodillas, tobillos, caderas y espalda.
3. Te aplicas hielo y haces estiramientos, pero al término del día el dolor sigue ahí.
4. Al día siguiente, esperando que todo haya sido un mal sueño, te atas los cordones de las zapatillas y sales por la puerta de casa para rodar 6,4 kilómetros de prueba.
5. Te duele durante el primer kilómetro y medio. Entonas una corta y apasionada oración a los dioses del atletismo para que esa pesadilla desaparezca. Te detienes junto a un árbol, intentas estirar y continúas.
6. A mitad de camino, decides volver caminando o acabar de correr a pesar del dolor, que te obliga a cojear y que no hace sino agudizarse.
7. Mientras vuelves caminando, piensas: «Creo que necesito zapatillas nuevas». Eso podría significar elegir un modelo diferente de zapatillas o remplazar las zapatillas desgastadas. Tienes la esperanza de que si acudes a una tienda especializada, el problema se desvanecerá con un solo pase de la tarjeta de crédito.
Esta forma de pensar es el fallo funesto: el problema no son las zapatillas. Nunca lo han sido y nunca lo serán.
El problema no son las zapatillas. Nunca lo han sido y nunca lo serán. Se trata de ti.
Cuando se trata de la prevención de lesiones, las zapatillas son como el parachoques de un coche: ofrecen una primera protección contra el impacto de la calzada. Pero cuando se trata de la prevención de las lesiones intrínsecas que son crónicas y causadas por una mecánica defectuosa, las zapatillas no son la clave de la ecuación.
El hilo conductor de estas ideas equivocadas tal vez sea el concepto de la píldora mágica. Tienes un problema que hay que resolver, y sería estupendo poder entrar en una tienda y hacer que fuese tu tarjeta de crédito la que trabajase y acabar así con el dilema. Ese mismo aliciente se desprende de las visitas a las clínicas de medicina del deporte, a los masoterapeutas y similares. Aunque estos servicios puedan ser excepcionalmente valiosos en tu vida como atleta, son los buenos fisioterapeutas los que te enfrentan a la dura verdad de que la solución no depende de unas zapatillas y unas plantillas. El problema no es el calzado.
¿Y cuál es? Todo se reduce a la capacidad que tienes de iniciar un cambio real y duradero, que tenga el valor añadido de prevenir lesiones y sacar de ti un rendimiento hasta ahora desconocido.
No se trata del calzado: se trata de ti.
LISTOS PARA CORRER
¿Qué significa «estar listos para correr»? Tanto si eres el clásico corredor con personalidad tipo A descrito arriba, como si correr es parte de tu deporte o trabajo, quiero que asumas un sistema de comprobaciones que te informará sobre lo bien puesto a punto que está tu cuerpo y lo adecuado que es tu estilo de vida para las diversas agresiones que experimenta un cuerpo al correr. Al cumplir todas las normas puestas de relieve en la segunda parte de este libro, o al menos al aproximarte en lo posible a esos estándares, tendrás confianza en que estás mejorando tu capacidad y reduciendo al mínimo el riesgo de lesiones. Los estándares guardan relación con las zapatillas, con la aptitud física, con la capacidad para adoptar buenas posturas, con los esfuerzos por prepararte y recuperarte de las sesiones de entrenamiento y las elecciones respecto a un estilo de vida que influyen en la salud general y la condición física.
Si estás «listo para correr», ya has conseguido las siguientes cosas:
• Has adquirido el hábito de beber más de tres litros diarios de agua mezclada con un producto con electrolitos, lo cual garantiza que los tejidos estén correctamente hidratados y sanos.
• El grado de movilidad de las caderas en extensión es normal, lo cual es clave para permitirte un funcionamiento óptimo de las caderas y generar más potencia, lograr un mayor rendimiento y conseguir una mejor mecánica del sistema musculoesquelético.