Tirso de Molina. Tirso de Molina

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Tirso de Molina - Tirso de  Molina

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cristiano

      que sirviendo a Dios y haciendo

      buenas obras, ha de ir

      a gozar de Él en muriendo.

      Este, aunque ha sido tan santo,

      duda de la fe, pues vemos

      que quiere del mismo Dios,

      estando en duda, saberlo.

      En la soberbia también

      ha pecado: caso es cierto.

      Nadie como yo lo sabe,

      pues por soberbio padezco.

      Y con la desconfianza

      le ha ofendido, pues es cierto

      que desconfía de Dios

      el que a su fe no da crédito.

      Un sueño la causa ha sido;

      y el anteponer un sueño

      a la fe de Dios, ¿quién duda

      que es pecado manifiesto?

      Y así me ha dado licencia

      el Juez más supremo y recto

      para que con más engaños

      le incite agora de nuevo.

      Sepa resistir valiente

      los combates que le ofrezco,

      pues supo desconfiar

      y ser, como yo, soberbio.

      ···············

      De ángel tomaré la forma,

      y responderé a su intento

      cosas que le han de costar

      su condenación, si puedo.

      (Quítase el Demonio la túnica y queda de ángel.)

      Paulo.

      ¡Dios mío! Aquesto os suplico.

      ¿Salvaréme, Dios inmenso?

      ¿Iré a gozar vuestra gloria?

      Que me respondáis espero.

      Demonio.

      Dios, Paulo, te ha escuchado,

      y tus lágrimas ha visto.

      Paulo.

      ¡Qué mal el temor resisto! (Aparte.)

      Ciego en mirarlo he quedado.

      Demonio.

      Me ha mandado que te saque

      de esa ciega confusión,

      porque esa vana ilusión

      de tu contrario se aplaque.

      Ve a Nápoles, y a la puerta

      que llaman allá del Mar,

      que es por donde tú has de entrar

      a ver tu ventura cierta

      o tu desdicha, verás

      cerca de allá (estáme atento)

      un hombre...

      Paulo.

      ¡Qué gran contento

      con tus razones me das!

      Demonio.

      ...que Enrico tiene por nombre,

      hijo del noble Anareto.

      Conocerásle, en efeto,

      por señas que es gentilhombre,

      alto de cuerpo y gallardo.

      No quiero decirte más,

      porque apenas llegarás

      cuando le veas.

      Paulo.

      Aguardo

      lo que le he de preguntar

      cuando le llegare a ver.

      Demonio.

      Sólo una cosa has de hacer.

      Paulo.

      ¿Qué he de hacer?

      Demonio.

      Verle y callar,

      contemplando sus acciones,

      sus obras y sus palabras.

      Paulo.

      En mi pecho ciego labras

      quimeras y confusiones.

      ¿Sólo eso tengo de hacer?

      Demonio.

      Dios que en él repares quiere,

      porque el fin que aquél tuviere

      ese fin has de tener. (Desaparece.)

      Paulo.

      ¡Oh misterio soberano!

      ¿Quién este Enrico será?

      Por verle me muero ya.

      ¡Qué contento estoy! ¡qué ufano!

      ESCENAS V a X

      [Paulo, acompañado de Pedrisco, se dispone a ir a Nápoles. El Demonio ha logrado su plan, pues ha infundido la duda en el espíritu del ermitaño.]

      Demonio.

      Bien mi engaño va trazado.

      Hoy verá el desconfiado

      de Dios y de su poder

      el

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