Tirso de Molina. Tirso de Molina

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Tirso de Molina - Tirso de  Molina

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y digo jugaba

      para que sepáis con esto

      que de cuantos vicios hay

      es el primer padre el juego.

      Quedé pobre y sin hacienda,

      y yo —me he enseñado a hacerlo—,

      di en robar de casa en casa

      cosas de pequeño precio.

      Iba a jugar, y perdía;

      mis vicios iban creciendo.

      Di luego en acompañarme

      con otros del arte mesmo:

      escalamos siete casas,

      dimos la muerte a sus dueños;

      lo robado repartimos

      para dar caudal al juego.

      De cinco que éramos todos,

      sólo los cuatro prendieron,

      y nadie me descubrió,

      aunque les dieron tormento.

      Pagaron en una plaza

      su delito, y yo con esto,

      de escarmentado, acogíme

      a hacer a solas mis hechos.

      ···············

      A treinta desventurados

      yo solo y aqueste acero,

      que es de la muerte ministro,

      del mundo sacado habemos:

      los diez, muertos por mi gusto,

      y los veinte me salieron,

      uno con otro, a doblón.

      Diréis que es pequeño precio:

      es verdad; mas, voto a Dios,

      que en faltándome el dinero,

      que mate por un doblón

      a cuantos me están oyendo.

      ···············

      No respeto a religiosos:

      de sus iglesias y templos

      seis cálices he robado

      y diversos ornamentos

      que sus altares adornan.

      Ni a la justicia respeto:

      mil veces me he resistido

      y a sus ministros he muerto;

      tanto, que para prenderme

      no tienen ya atrevimiento.

      Y, finalmente, yo estoy

      preso por los ojos bellos

      de Celia, que está presente:

      todos la tienen respeto

      por mí, que la adoro; y cuando

      sé que la sobran dineros,

      con lo que me da, aunque poco,

      mi viejo padre sustento,

      que ya le conoceréis

      por el nombre de Anareto.

      Cinco años ha que tullido

      en una cama le tengo,

      y tengo piedad con él

      por estar pobre el buen viejo;

      y como soy causa al fin

      de ponelle en tal extremo,

      por jugarle yo su hacienda

      el tiempo que fuí mancebo.

      Todo es verdad lo que he dicho,

      voto a Dios, y que no miento.

      Juzgad ahora vosotros

      cuál merece mayor premio.

      Pedrisco.

      Cierto, padre de mi vida,

      que con servicios tan buenos,

      que puede ir a pretender

      éste a la corte.

      Escalant.

      Confieso

      que tú el lauro has merecido.

      Roldán.

      Y yo confieso lo mesmo.

      Cherinos.

      Todos lo mesmo decimos.

      Celia.

      El laurel darte pretendo.

      Enrico.

      Vivas, Celia, muchos años.

      Celia.

      Toma, mi bien; y con esto,

      pues que la merienda aguarda,

      nos vamos.

      Galván.

      Muy bien has hecho.

      Celia.

      Digan todos: “¡Viva Enrico!”

      Todos.

      ¡Viva el hijo de Anareto!

      Enrico.

      Al punto todos nos vamos

      a holgarnos y entretenernos.

      (Vanse.)

      ESCENA XIII

      Paulo.

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