Violencia social, violencia escolar. Silvia Bleichmar

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Violencia social, violencia escolar - Silvia Bleichmar страница 10

Violencia social, violencia escolar - Silvia Bleichmar Conjunciones

Скачать книгу

esta escuela tenemos padres que han quedado totalmente deportados de la vida. Cuando decimos que no se levantan para trabajar… ¿a dónde, en qué, de qué? Si lo que reciben del Estado es más de lo que cobrarían en negro y, además, a veces ni siquiera consiguen un trabajo. Entonces, tenemos que rescatar al sujeto social y la escuela tiene que ser un lugar de contención de la subjetividad y de recomposición.

      Es evidente que los medios no lo van a hacer, porque son corporativos y tenemos muy pocas fuerzas contra esas corporaciones. Es evidente que venimos de un país que ha destruido la salud, la educación y el trabajo, y tenemos que recomponerlos. Pero lo primero que tenemos que recomponer es el proyecto educativo. Y decidir qué proyecto queremos: ¿el proyecto es transmitir conocimientos que van a ser perimidos en cinco años, o el proyecto es transmitir capacidad de pensar o capacidad de inserción con el otro para un país que queremos construir?

      También hay que convocar a los padres para esto, sacarlos de la pasividad. Es una tarea hercúlea, pero no es mayor que la que se planteó Sarmiento para alfabetizar, no es mayor que la que se propusieron muchos de los que construyeron este país. Fue una tarea enorme y ellos no estaban desgastados porque tenían un futuro por delante y nosotros tenemos un pasado muy atroz por detrás. En un siglo hemos hecho una colección de infamias, y eso está inscripto en los argentinos de una manera profunda. Quiero pasarme el próximo siglo sin tener que buscar a los desaparecidos, ni las manos de Perón, ni el cuerpo de Lavalle, ni todo eso que ha marcado mi historia y, además, retribuir a los chicos del presente esa posibilidad que nos dieron a nosotros. No es sencillo, pero es la única vía que veo. Entonces hay que establecer un reordenamiento psíquico en los niños de primaria, y ubicar el nivel inicial en los términos en que tiene que estar: como semillero de sujetos sociales. Frente a esto, me importa muy poco la acomodación psicomotriz.

      Con respecto a esta cuestión, voy a referirles un caso. Cuando me tocó dirigir, en conjunto con Carlos Schenquerman -que además de ser mi marido compartió conmigo la dirección del proyecto de recomposición para las víctimas del terremoto de México y del atentado a la AMIA-, la asesoría de un proyecto para menores infractores en el estado de Tabasco, México, nos encontramos ante un chico que había liquidado a un taxista de una puñalada directa al corazón. Entonces le hicieron todos los test, y el informe decía: “se nota una excelente acomodación perceptivo-motriz”. ¡Cómo no la iba a tener, si le dio justo en el corazón pasando la hoja entre las costillas! No hacía falta hacer un test para darse cuenta de eso. A quién le importa la acomodación perceptivo-motriz, lo que tiene que interesar es otra cosa. Olvidémonos de la acomodación perceptivo-motriz, salvo cuando es un problema que indica no descentramiento con respecto al semejante. Preocupémonos cuando el chico no tiene descentrado el espacio con respecto al otro.

      En nuestras escuelas de la infancia, pese a todas sus virtudes, estaban más preocupados por la caligrafía que por enseñarnos el valor y la continuidad de la historia argentina. Nos aburría el acartonamiento de los próceres, que sentíamos tan ajenos…

      En definitiva, es momento de repensar qué vamos a enseñar y a transmitir. Y en los niños de nivel inicial, esta cuestión es fundamental.

      Tengo una preocupación muy grande respecto del pasaje a la escolaridad, inclusive porque toda la preparación previa pasa por la organización de normas de conocimiento y no solamente de aprendizaje.

      Llega a la primaria el niño que puede entender que hay una secuencia numeral, que hay espacio y que hay tiempo. Y el espacio y el tiempo son construcciones del sujeto. Si uno ve a una persona adulta desubicada en tiempo y espacio, piensa que tiene una desorganización psíquica. Por el contrario, hay una tendencia a pensar que, si un niño de seis años está desubicado en tiempo y espacio, tiene un retraso. ¡No! Un niño de seis años que está desubicado en el tiempo no tiene un retraso, tiene una no-construcción de la organización subjetiva y no puede ubicarse en un contexto que lo determine.

      “Soy vice-directora de una escuela del departamento de Las Heras, provincia de Mendoza.

      ¿Usted cree que recuperar la palabra y el rol que tiene la palabra dentro de la familia le compete básicamente a la mujer, que ha perdido mucho espacio en el gobierno del hogar? El establecimiento de una escuela para madres… ¿permitiría recuperar la confianza y la autoestima de la mujer como guía de sus hijos?”

      Con respecto a este interrogante, la primera cuestión es preguntarse qué ha pasado realmente con el acomodamiento de roles respecto de las madres y de los padres, y si la mujer ha perdido autoridad o no en la familia; ello depende de ciertas condiciones. En algunos lugares, sabemos que las mujeres ejercen la función de madre y padre. En otros casos, sabemos que las mujeres se han insertado en la producción. Esto ha generado una enorme diferencia con los hombres desocupados: en los sectores pauperizados son ellas las que pueden “parar la olla”. Esto produce en general una alteración de las relaciones de pareja y con los hijos. Pero esto no significa que se haya perdido autoridad. En realidad, si la madre trabaja, el padre no pierde autoridad ante los hijos. La madre que trabaja puede perder espacio, puede tener que renunciar a muchas cosas, tiene que hacer el doble de trabajo. De todas maneras, la idea de escuelas para madres me parece interesante.

      ES NECESARIO REDEFINIR EL CONCEPTO DE FAMILIA

      Además, yo no limitaría las escuelas para las madres únicamente. Empecemos por cambiar el concepto de familia. ¿Qué es una familia? No es el papá, la mamá y los hijos. Si seguimos con esa idea, no va a quedar nadie; ni nosotros mismos quedaremos. Un paciente mío decía de un amiguito: “Pobre, ¿sabés que sólo tiene cuatro abuelos?” Esto es extraordinario: la mayoría de los chicos de clase media tienen seis, ocho abuelos. Como vemos, hay que redefinir la familia. Yo la redefino en términos de una asimetría que determina la responsabilidad del adulto con respecto al niño. En la medida en que haya dos generaciones, hay una familia; con la asimetría correspondiente que orienta a la obligatoriedad de la transmisión y de la producción de sujetos en el interior de algún tipo de comunidad humana, que básicamente se estructura con dos personas como base. Para mí, donde hay una madre y un niño, un padre y un niño, un abuelo y un nieto, un tío y un sobrino al que cría, hay una familia, y con esa familia tenemos que contar. A partir de esa familia tenemos que construir, y dejar de lamentarnos si sólo hay madre, padre o tío. Partamos de eso para construir, de lo que tenemos que producir como adultos responsables, sin moralismos idiotas.

      Para que los adultos sean responsables, tienen que ser ellos en primera instancia reinstituidos en su capacidad de sentirse en condiciones de responsabilizarse. Cuando el adulto pierde la capacidad de responsabilidad ante el niño, el sentimiento de la destitución es brutal. Al dirigir en México los proyectos de asistencia a la infancia después del terremoto, (9) para UNICEF, pude ver el sufrimiento, la angustia de los hombres que eran destituidos de su función paterna porque no podían tener ya un hogar, una casa, porque vivían asilados en los albergues. Entonces, tenemos que reanalizar las categorías.

      Lo que me preocupa son las relaciones de poder y las relaciones de género: el problema de la maternidad o de la parentalidad no está en si se es hombre o si se es mujer, sino en cómo se asumen los roles. Tampoco creo que la autoridad sea paterna; me parece lamentable seguir penando por la falta del padre en un país como el nuestro, que ha tenido tantos padres perversos. El problema del padre no es el padre en sí mismo, sino la ley del adulto que se tiene que transmitir a los niños, y esto lo pueden hacer los hombres o las mujeres. De manera que, aquí vuelvo a plantear la diferencia entre la ética y lo moral, el problema es cómo diferenciarlas a partir de las condiciones que tenemos y no quedar entrampados por los aspectos de la realidad que no podemos controlar. ¿Cómo mantener la mente abierta y, junto con la mente abierta, los principios claros? La mente abierta sin los principios claros se va a cualquier lado. Y los principios claros sin una mente abierta se convierten en autoritarismo. De manera que la única forma es esta combinatoria entre principios claros y mente abierta. Es muy interesante la idea de incorporar a las madres y ayudarlas en todo ese proceso de maternidad y de crianza. Pero

Скачать книгу