Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola
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Los extranjeros tuvieron una actuación destacada en la minería del carbón en los yacimientos de Lota, Coronel y Lebu, y el establecimiento de numerosas fábricas indujo un reasentamiento de la población, una sostenida demanda de mano de obra y un flujo significativo de foráneos. Cabe recordar entre ellos a Federico Schwager, de incierta nacionalidad, y a Juan Mackay, médico escocés llegado a la bahía de Concepción en 1840. Ya al año siguiente Mackay estaba explotando el yacimiento de Tierras Coloradas, a orilla del río Andalién, y 10 años después adquirió una propiedad minera en Coronel, que en 1855 vendió a Matías Cousiño261. En 1866 formó una compañía con José Tomás de Urmeneta y Maximiano Errázuriz para explotar los yacimientos de Lebu y vender la producción a los establecimientos de fundición de Tongoy y Guayacán262. Este nexo con los mineros del norte explica la presencia de serenenses en Concepción, como fue el caso de Jorge Rojas Miranda, a cargo de una fundición en Talcahuano hacia 1849, y convertido en importante empresario del carbón con el descubrimiento de yacimientos en Puchoco, cerca de Coronel.
Como antes se ha advertido, no solo debe considerarse a los extranjeros que desarrollaron actividades empresariales o gerenciales en la zona de Concepción. Al igual que lo ocurrido en la minería del cobre, para la del carbón se contrató mano de obra extranjera. En Lota, por ejemplo, había más de 50 operarios escoceses263.
La migración desde el campo hacia los nuevos polos industriales y mineros originó en la zona de Concepción, en paralelo a lo sucedido en el norte del país, una masa de operarios desarraigados, a menudo sin familias, que sufría agudas deficiencias en materia de alimentación, vestuario y habitación, y que estaba expuesta a los accidentes del trabajo y a toda suerte de enfermedades. El clima, lluvioso e inclemente, hacía aún más dura la vida del trabajador264. Estas migraciones, que iniciaron la ruptura de las estructuras del mundo rural de la provincia y de otras próximas, obedecieron, con todo, a decisiones perfectamente racionales: siempre el operario de una industria obtendría una remuneración más elevada que en el campo; además, tendría la seguridad de que se le pagaría oportunamente y, más importante aún, le atraía la posibilidad de encontrar en la ciudad ventajas materiales desconocidas en el agro.
El caso de Chillán, por su interés, merece una consideración especial. Después del terremoto del 20 de febrero de 1835, que dejó a la ciudad en ruinas, se dispuso su traslado, con la oposición de muchos vecinos, varios de los cuales permanecieron en lo que después se conoció como Chillán Viejo. El gobierno adquirió el fundo “Huadum”, del vecino Domingo Amunátegui y Aldecoa para alzar allí la nueva ciudad. El plano de ella, con trazado de cuadrícula, fue obra de Ambrosio Lozier, y se concluyó en enero de 1836. Hacia 1840 se habían construido algunas casas, el hospital, la cárcel, los edificios públicos, la recova y el local para la escuela municipal265. A mediados del referido decenio Chillán Nuevo tenía menos habitantes que la ciudad antigua. Según el censo de 1854, la población era de 12 mil 665 personas, estimándose que ocho mil residían en el pueblo viejo266. A partir de 1857 el empedrado de algunas calles, la iluminación de la plaza de armas, el alumbrado público con faroles de parafina en 1865, la conclusión de la parroquia en 1872, el establecimiento del Banco de Valparaíso al año siguiente mostraban el progreso de la ciudad, que si bien era sostenido y rápido, era a la vez inorgánico267. Ese desarrollo se explica porque Chillán, situada en el centro de una rica zona agropecuaria, se benefició del auge del trigo y de la molinería, como consecuencia de la apertura de los mercados de California, de Australia y, en el decenio de 1860, de Europa, y, al mismo tiempo, del desarrollo de la ganadería. La ciudad se convirtió así en la mayor feria de animales de la región, donde concurrían tanto los ganaderos del sur del río Maule como los de la frontera araucana268. El desenvolvimiento económico de Chillán se encontraba frenado, sin embargo, por las dificultades para extraer los productos hacia la costa. En 1852 se dispuso la construcción de un camino a Tomé, caleta de pescadores hacia 1835, que comenzó a poblarse por 1842 al alzarse molinos harineros en las márgenes del río Tomé269. El camino, iniciado en 1854 y concluido al año siguiente, significó un nuevo impulso a Tomé y al crecimiento de Chillán. Pero tal camino no fue suficiente, y, después de algunos estudios previos, en diciembre de 1867 se llamó a propuestas públicas para construir un ferrocarril entre Chillán y Talcahuano. Las obras se iniciaron en 1869 y quedaron concluidas en 1872, pero el tren solo comenzó a circular dos años después270.
LAS CIUDADES DEL CHILE MERIDIONAL
Una ley de 30 de agosto de 1826 dividió al Chile meridional en dos provincias, Valdivia y Chiloé. Esta última comprendía no solo el archipiélago, sino el territorio continental desde el grado 47 sur hasta las tierras magallánicas. Castro permaneció como capital de esta última provincia hasta 1834, no obstante las recomendaciones del intendente Aldunate, hechas en marzo de 1826, de que se prefiriera a San Carlos de Ancud, por su mejor situación geográfica271.
La carencia de cifras confiables hace difícil determinar la magnitud del despoblamiento de la ciudad de Valdivia, que sufrió la ocupación por las armas patriotas y sus consecuencias, pero en 1850 Bernhard Eunom Philippi calculaba la población de Valdivia en mil 500 a dos mil habitantes272.