Sueño contigo, una pala y cloroformo. Patricia Castro
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—Claro, no puedo ir al hospital en Inglaterra porque todo es privado, y mi seguro es una mierda, no me cubre ni las visitas con el de cabecera, ¿sabes? Me salía más barato comprar los billetes de avión a Barcelona y así de paso veo a mis padres ¿Ale, estás ahí? Pues eso, que me hace falta sol, me ha dicho el doctor, que en Londres llueve demasiado y siempre está lleno de nubes. También me ha dicho —es mi médico de siempre, el de la familia— que vaya al psiquiatra otra vez, que lo del sol y que la gente sea tan gilipollas por allí no me va bien para lo mío. Pero tía, no sé, yo estoy bien allí, el máster en el King’s College es la hostia y por aquí no hay mucho futuro. Aunque sigo currando de camarera los findes porque la ciudad es carísima, con lo de la beca solo me da para pagar el cuarto que tengo alquilado.
Vaya chapa, colega.
Alexandra
Me ha encantado conocerte
Le mandé un whatsapp a Júlia mientras Inés me seguía taladrando. Respondió al segundo.
Júlia
A mi també, cuca
Dudé entre seguir escribiéndole o cerrar el móvil. No quería saturar a la chavala, me gustaba demasiado y tenía miedo de que se asustara o se agobiara.
Todavía me siento idiota por pensar que en algún momento la presioné cuando siempre fue ella la que controló los tiempos y llevaba las riendas de nuestra relación.
Alexandra
Me tienes que enseñar tanto…
Júlia
Com?
Alexandra
De feminismo digo, eres una crack tía
Júlia
Ja serà menys, això són els ulls que em miren
Alexandra
Lo que tú digas, pero quiero que participes en mi sección, si quieres
Júlia
I tant que vull, així et torno a veure, Alex
Alexandra
Me parece genial
Júlia
Et deixo cuca que he de posar les rentadores encara, he arribat fa res a casa i estic morta
Alexandra
Un abrazo enorme, ¿vale?
Júlia
Un altre per a tu
Inés y yo llegamos al restaurante frente al Mercat de l’Abaceria cruzando Travessera de Gràcia. Entramos. Estaba hasta los topes. El camarero nos trajo las cartas y pedimos la bebida. Yo quería una cerveza normal pero las birras convencionales no eran veganas, se ve que contenían productos lácteos o trituraban a los conejos y los echaban en polvo dentro de las latas, yo qué sé. Acabé bebiendo una cerveza artesanal de piña. Era lo más apetecible que tenían.
No tengo nada en contra de los veganos y su lucha me parece muy loable y digna, el problema es que siempre que voy a comer con amigos —no iría nunca por propia voluntad a que me sablearan— me quedo con hambre.
Cuando sé que voy a ir a comer a uno de estos sitios tan bonitos, modernos e insustanciales empiezan a rugirme las tripas. Estos sí que hacen pasar hambre y no los comunistas, joder.
No es el animalismo lo que me molesta sino que la quinoa, el tofu y las plantas no me llenan. Nada más. Esto no es político, es gastronómico. Ya lo aviso, que luego no quiero malos rollos. Suficiente tengo con la loca sociópata de Júlia, que además de querer chuparme la sangre también me odia profundamente, porque no me he sometido a su voluntad.
Poco más pasó aquel día. Llegué a casa reventada. Era casi de noche y la cabeza me daba mil vueltas. Solo podía pensar en Júlia. Me puse a ojear sus redes sociales. Descubrí que salía en otro medio catalán de mala muerte peleándose con más señoros que la trataban como una mierda solo por ser mujer y joven. Pillé el portátil y me tumbé en la cama. Júlia estaba guapísima con sus ojos azules, los labios rojos y su melenaza rubia. El rato que estuve leyéndola solo se dedicaba a criticar condescendientemente a esos periodistas rancios que olían a naftalina y les decía lo machistas que eran.
Su actitud prepotente, clasista y de guerrera vikinga me ponía muchísimo. Me podría haber masturbado —estaba muy mojada— pero aún era demasiado mojigata para pensar que el amor era sexo sucio y deseo carnal. Hice una foto de uno de los artículos de Júlia y se lo mandé. No tardó en contestar.
Júlia
Al final serà veritat que ets fan meva
Tardé varios segundos en saber qué responderle.
Alexandra
Eso y más
Sonreí pícara mirando la pantalla del móvil.
Júlia
Ha estat un molt bon dia, descansa molt…
Alexandra
Això faré, Júlia…
Júlia
Bona nit cuqui
Alexandra
Descansa
Al principio las únicas ganas que tenía de matarla era a polvos o a besos. Mejor las dos cosas juntas a la vez, para que nos vamos a engañar. No soy una Don Juan, ni tampoco el baboso de Ted Mosby. Como mucho me podéis llamar Safo, y ni eso. Soy Alexandra, una tía que quiere a rabiar a la mujer que más daño y rota me ha dejado nunca. También os digo que prefiero que me haya machacado el corazón a no haberla conocido jamás.
A partir de aquel día mi edredón no dejó de oler a coño por las noches.
II
Júlia era coja, estúpida y muy manipuladora, con un culazo y unas tetas que flipas y una cara de zorra que no podía disimular. No tenía nada de especial, no sé qué vi en ella pero me gustaba demasiado y, desgraciadamente —o no, porque de no ser por su puta crueldad yo no estaría borracha escribiendo esto— lo sigue haciendo.
Los días pasaban, ella me hablaba, yo le hablaba, todo era bonito y no había ningún problema. Sí, ya sé qué me vais a decir ¿qué pasó? Si todo iba bien ¿qué nos hizo naufragar? ¿Cómo fue que la muy perra me rompiera el corazón?
Bueno, es fácil. La tía es una sociópata, una narcisista incapaz de sentir empatía. Vamos, que te quiere como un crío de cinco años; los niños, cuando son tan pequeños, de tanto que les gustan las cosas y como no se saben controlar las acaban rompiendo; pues eso era Júlia. Una puta loca.
Ya sé que lo nuestro es imposible