Sueño contigo, una pala y cloroformo. Patricia Castro

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Sueño contigo, una pala y cloroformo - Patricia Castro Apostroph Narrativa

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moltíssim!

      Alexandra

      ¡Claro tía!

      Júlia

      Bueno, que parlo molt de mi, i tu què amb el Carlos?

      Alexandra

      Pues tengo una relación cerrada y soy monógama, no me planteo otra cosa

      Júlia

      Bueno cuca, com tu vegis, cada una s’ho ha de gestionar a la seva manera

      Todas las conversaciones con Júlia eran delirantes pero yo no lo veía y aquello hizo que me replanteara si las relaciones abiertas tenían sentido porque, claro, como a ella le iba tan bien y todos estaban tan felices pues a lo mejor era el futuro. Quién coño sabía ya.

      Luego resultó que el novio la echó a la puta calle cuando ella llegó a las 7 de la mañana de un sábado, con condones en el bolso, aunque ellos hacía meses que no follaban. Cuando lo del poliamor solo lo practica una de las partes no parece una opción de futuro.

      Aquel desgraciado no sabía que su novia tenía el coño más transitado que la parada de metro de Plaza Catalunya. Júlia, en una de las suyas, había abierto la relación sin decirle nada a David.

      Jugada maestra.

      He conocido a peña rara, sádicos de mierda y gente que le mola que le caguen y meen encima pero lo de Júlia no tenía nombre. Además se follaba a los más subnormales y cabronazos de Barcelona y yo, como buena imbécil, me enamoré de ella. Me daba pena, en el fondo follaba con otros para llenar el vacío que tenía con su pareja, con su familia, con los estudios y la vida. Yo estaba convencida que era una víctima de la sociedad y le ayudaría a cambiar eso ¡Y una mierda! Era una auténtica hijadelagranputa y yo una anormal utópica de mierda. Hay gente que no cambia, no porque no pueda, sino porque no quiere. Les va bien como les va.

      Pasaban los días y la cosa iba bien. Yo seguía con mi vida de mierda, mi curro de pena y mis viejos preocupados diciéndome que del cuento no se vivía —aunque yo siempre he tenido la esperanza que sí— que me tenía que buscar un curro en condiciones y terminar la carrera. Es lo típico que quieren los padres sin darse cuenta que el mundo no es como antes, que ellos son de una generación que pudo “colocarse” sin problemas en un trabajo que, si no era para toda la vida, lo podía ser. Tienen sueldos de miseria pero llegaron el primer día que abrió la empresa, la fábrica, el taller o qué se yo, y les dieron el puesto. A nosotros nos toca jodernos por sueldos todavía más de mierda que no permiten ninguna opción de vida.

      Los jóvenes que leéis esto sabéis de lo que hablo. Antes a la gente le daba para drogarse y ahora hay que contar las pelas hasta para eso. No estoy hablando de hacerse adulto y poder tener una vida, un piso y todas las cosas que las revistas de moda ya se encargan de decirte que ya no se llevan para que te conformes y no notes el peso de tus cadenas y tu miseria.

      Después de una semana de mierda quedé con una colega que me invitó a ir a ver a una amiga suya que daba una charla feminista. En Barcelona, si eres progre y de izquierdas, tienes charlas, talleres y conferencias para elegir cada semana. Salen como setas. No tengo nada en contra del feminismo, yo soy un personajillo de este mundo tan poco estético y de poca monta. Un día deberíamos hablar del por qué la peña de izquierda viste tan mal, me pone de mala hostia pensarlo. En fin, que el feminismo está de moda o, peor, la gente se lo toma como una moda.

      —Total, que lo he dejado con Sara.

      —Joder, qué putada, tía.

      —Dice que necesita conocer a otra gente…

      Ese es el tema de nuestros días: conocer gente. No como quien sale a comprar el pan y habla con la del súper y el tío del estanco. La peña vive en una peli porno emocional y están convencidos que cada dos pasos van a encontrar a otro amor de su vida, otro más que añadir a la lista. Las relaciones, Internet, el puto mundo líquido, la gente se aburre mucho y en vez de plantearse qué narices le pasa se buscan un amante o se cuestionan su sexualidad y se lían con la vecina del cuarto.

      Aunque haya miles de millones de personas en el planeta todos somos unos gilipollas de la hostia. No entiendo a santo de qué les entran a todos las prisas por follarse a más gente —eso es lo único que quería decir conocer gente para este tipo de personas—, sin detenerse a entender al otro o a preocuparse por sus problemas.

      Yo soy la loca desfasada por ser comunista y todos ellos postsubnormales y demás de su gremio son gente que está en el mundo. Gente de mierda.

      Ya sé lo que estaréis pensando los tíos de cuarenta tacos (había escrito cincuenta pero un amigo mío me dijo que bajase la edad a cuarenta, que así os jodería más). Veníais buscando escenas pornolésbicas. Pues os vais a joder, porque las hay pero os pienso dar la matraca hasta entonces. Os va a costar caro pajearos a nuestra costa.

      A lo que iba: conocer gente en Tinder, tirar fichas en Twitter, enviar fotos por privado, la historia de conectar echando un polvo sin saberte el nombre de la persona, claro. Que si queréis follar, pues coño, se dice, y ya ¿Por qué narices tenemos que sufrir todos por vuestra puta hipocresía y cobardía? Nadie se va a escandalizar por eso, joder. Es lo que odio de hoy en día. Nadie llama a las cosas por su nombre ¿Poliamor? Vale ¿Libertinaje? Mejor.

      —Bueno, ahora que lo has dejado con Sara puedes conocer a otra gente tú también.

      —Yo es que supe, desde que la vi, que era el amor de mi vida, Alex.

      —No, si te entiendo.

      —Y cuando fuimos a Londres porque quería ver el museo de Harry Potter me di cuenta que quería estar con ella de verdad.

      Otra de las cosas que me encantan de mis amigas feministas es cómo cargan contra el amor romántico. Se enfadan con todas las parejas heteros que conocen como si fueran el demonio pero ellas romantizan las suyas hasta límites demenciales. Lo que yo odio de las parejas heteros es que vayan a cenar a pizzerías italianas, no que se quieran y se lo pasen bien juntos. Qué lecciones voy a dar yo, si soy una jodida romántica. No quiero ocultar que soy una desgraciada, una desarraigada que nunca va a ser lo bastante feminista, lo bastante comunista y que está poniendo en ridículo a Karl Marx por ser una revisionista de mierda.

      Nunca voy a poder odiar a los hombres con tranquilidad porque me gustan demasiado.

      —Bueno, tú, ahora a salir y a olvidarte un poco de Sara.

      Sí, también se llamaba Sara. Eran las novias siamesas.

      —No, si seguimos siendo amigas… ¡Mira! ¡Ahí viene Ana! ¿Te la he presentado alguna vez?

      —Que va, no la conozco.

      —Toma, Ana, siéntate. Esta es Alexandra.

      —Hola, Ana, ¡me suenas de algo...!

      —Claro, tía, es la que da la charla, la de Twitter, queergrunge.

      —¡Ah, coño! Me flipas, tía.

      —Esta es mi novia, Berta.

      —Qué pasa, tía.

      —Encantada, Alexandra. ¿Qué tal Sara?

      —Pues nada hija, aquí. Le estaba diciendo a

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