El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero

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El erotismo y su sombra - Enrique Carpintero Psicoanálisis, sociedad y cultura

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rel="nofollow" href="#ulink_033dbb5d-bd76-50a0-83de-68f74aff4318">5. Cacciari, Massimo, Diálogo sobre la solidaridad, editorial Herder, Barcelona, 1997.

      Capitulo 2

      La corporsubjetividad

      Las señales que podemos encontrar en nuestra cultura del padecimiento subjetivo son numerosas. Quisiera detenerme en un tema que caracteriza nuestra cultura: el aceleramiento del tiempo subjetivo.

      Hace 2.500 años, el filósofo griego Heráclito dejó una gran cantidad de conceptos fragmentarios que han llegado hasta la actualidad. Uno de ellos lo enunció con una metáfora: nunca podemos meternos dos veces en el mismo río porque, cuando entramos por segunda vez, el río habrá cambiado, ya no será el mismo. Lo único constante es el cambio. Sin embargo hoy, el cambio mismo ha cambiado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se ha acelerado nuestra concepción del tiempo en la relación con nosotros mismos y con los demás.

      A lo largo de la historia, el tiempo fue una de las variables importantes en las relaciones humanas, aunque no siempre se lo midió de la misma manera. Hasta el Medioevo a nadie le importaba medir el tiempo en horas y minutos. Recién fue en el siglo XVI, con el inicio del capitalismo incipiente, que las campanas de Nüremberg comenzaron a sonar cada cuarto de hora. En la actualidad podemos caracterizar nuestra época por el nanosegundo. Éste es una unidad de tiempo que se usa en la física cuántica, equivalente a la mil millonésima parte de un segundo. Pareciera que no alcanza para medir el tiempo con las horas y los segundos. Debemos medirlo en nanosegundos. Todo debe ser ya y cuando llegó es tarde. Tenemos la impresión que los días pasan a la velocidad de un nanosegundo. Sin darnos cuenta finaliza un año en el que nos quedaron muchas cosas sin hacer. La sensación de velocidad produce la paradoja de crear impaciencia, de hacernos sentir que no hay tiempo que alcance. Por ello, la ansiedad es uno de los síntomas de nuestra época.

      Es que nuestra subjetividad esta construida en una cultura donde el aceleramiento es adecuado para consumir en el mercado de compra y venta en que se ha transformado nuestra sociedad. No es importante lo que se compra, lo que interesa es comprarlo. La consigna es “compre ya”. Puede ser un sacacorchos automático, un curso acelerado de yoga, diez sesiones para curar una fobia, un psicofármaco de última generación, o un Viagra para tener más relaciones sexuales. Lo importante es no detenernos. No detenernos para encontrarnos con el otro. No detenernos para pensar. No detenernos para conocer nuestro deseo. Algunos dirán: para qué detenernos si hay un sistema que nos ofrece todo lo que necesitamos. En realidad éste es el problema: no es que necesitemos lo que nos ofrecen, sino que porque lo ofrecen lo necesitamos.

      El escritor Don DeLillo sitúa el comienzo de este aceleramiento subjetivo del tiempo en la década del noventa. Ésta es la década en que se afirmó mundialmente la hegemonía del capital financiero. Es la década del pensamiento único de este capitalismo llamado neoliberal. El objetivo era obtener ganancias rápidas y fáciles. Pero también fue la década del dinero virtual, de las empresas PuntoCom. Internet se transformó en el medio para invertir dinero a través de agencias que cotizaban en la bolsa de valores. Para ello, era necesario tener datos que cambiaban continuamente. Se ganaba y perdía dinero rápidamente sentado cómodamente frente a una computadora. Por supuesto, cuando explotó la burbuja virtual, pocos ganaron y muchos perdieron.

      Esta cultura de la velocidad abarca el conjunto de las relaciones cotidianas donde lo único importante es un futuro permanente. En la perspectiva del capitalismo tardío el pasado no tiene más importancia; todo es viejo y pasado de moda. Como dice Don DeLillo siempre hay que ir para adelante, nunca atrás. La duda que nace de la experiencia del pasado ha sido eliminada. Su resultado es haber “inventado una nueva teoría del tiempo. Ésta es la amnesia del futuro. Un lugar sin memoria”.

      Sin embargo la memoria aparece. Lo que no queremos recordar interrumpe nuestra velocidad y nos detiene. Allí aparecen los síntomas característicos de nuestra época. Síntomas que dan cuenta de la singularidad de una subjetividad que se construye en la relación con el otro en el interior de una cultura.

      Esto nos lleva a definir que entendemos por subjetividad.

      La noción de subjetividad se ha tornado compleja porque no es un dato dado, no se hereda. Tampoco se limita al campo de la conciencia como pretende la filosofía a través de escuelas que diferencian el par idealismo-materialismo y las relaciones sujeto-objeto. Desde la psicología se explica a la subjetividad y lo subjetivo como perteneciente a lo psíquico. En la mayoría de los desarrollos psicoanalíticos se comparte esta posición, aunque debemos recordar que es un concepto que nunca fue utilizado por Freud.

      Sin embargo lo dilemático de esta propuesta es dejar de lado las relaciones que se establecen entre los ámbitos “objetivo” y “subjetivo”. De allí que, para salir de este problema, se enuncia que el ser humano es bio-psico-social. Pero esta posición encubre que, los que la enuncian, establecen una prioridad en toda producción de subjetividad al sostener un reduccionismo que puede ser biológico, psicológico o sociológico.

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