El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero
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6. De Lillo, op. cit. 1.
7. Bourdieu, Pierre, Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal, editorial Anagrama, Barcelona, 1999.
8. Jamenson, op.cit. 2.
9. De Lillo, op. cit. 1.
10. Cacciari, op. cit. 5.
Capitulo 2
La corporsubjetividad
Las señales que podemos encontrar en nuestra cultura del padecimiento subjetivo son numerosas. Quisiera detenerme en un tema que caracteriza nuestra cultura: el aceleramiento del tiempo subjetivo.
La época del nanosegundo
Hace 2.500 años, el filósofo griego Heráclito dejó una gran cantidad de conceptos fragmentarios que han llegado hasta la actualidad. Uno de ellos lo enunció con una metáfora: nunca podemos meternos dos veces en el mismo río porque, cuando entramos por segunda vez, el río habrá cambiado, ya no será el mismo. Lo único constante es el cambio. Sin embargo hoy, el cambio mismo ha cambiado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se ha acelerado nuestra concepción del tiempo en la relación con nosotros mismos y con los demás.
A lo largo de la historia, el tiempo fue una de las variables importantes en las relaciones humanas, aunque no siempre se lo midió de la misma manera. Hasta el Medioevo a nadie le importaba medir el tiempo en horas y minutos. Recién fue en el siglo XVI, con el inicio del capitalismo incipiente, que las campanas de Nüremberg comenzaron a sonar cada cuarto de hora. En la actualidad podemos caracterizar nuestra época por el nanosegundo. Éste es una unidad de tiempo que se usa en la física cuántica, equivalente a la mil millonésima parte de un segundo. Pareciera que no alcanza para medir el tiempo con las horas y los segundos. Debemos medirlo en nanosegundos. Todo debe ser ya y cuando llegó es tarde. Tenemos la impresión que los días pasan a la velocidad de un nanosegundo. Sin darnos cuenta finaliza un año en el que nos quedaron muchas cosas sin hacer. La sensación de velocidad produce la paradoja de crear impaciencia, de hacernos sentir que no hay tiempo que alcance. Por ello, la ansiedad es uno de los síntomas de nuestra época.
Es que nuestra subjetividad esta construida en una cultura donde el aceleramiento es adecuado para consumir en el mercado de compra y venta en que se ha transformado nuestra sociedad. No es importante lo que se compra, lo que interesa es comprarlo. La consigna es “compre ya”. Puede ser un sacacorchos automático, un curso acelerado de yoga, diez sesiones para curar una fobia, un psicofármaco de última generación, o un Viagra para tener más relaciones sexuales. Lo importante es no detenernos. No detenernos para encontrarnos con el otro. No detenernos para pensar. No detenernos para conocer nuestro deseo. Algunos dirán: para qué detenernos si hay un sistema que nos ofrece todo lo que necesitamos. En realidad éste es el problema: no es que necesitemos lo que nos ofrecen, sino que porque lo ofrecen lo necesitamos.
El escritor Don DeLillo sitúa el comienzo de este aceleramiento subjetivo del tiempo en la década del noventa. Ésta es la década en que se afirmó mundialmente la hegemonía del capital financiero. Es la década del pensamiento único de este capitalismo llamado neoliberal. El objetivo era obtener ganancias rápidas y fáciles. Pero también fue la década del dinero virtual, de las empresas PuntoCom. Internet se transformó en el medio para invertir dinero a través de agencias que cotizaban en la bolsa de valores. Para ello, era necesario tener datos que cambiaban continuamente. Se ganaba y perdía dinero rápidamente sentado cómodamente frente a una computadora. Por supuesto, cuando explotó la burbuja virtual, pocos ganaron y muchos perdieron.
Esta cultura de la velocidad abarca el conjunto de las relaciones cotidianas donde lo único importante es un futuro permanente. En la perspectiva del capitalismo tardío el pasado no tiene más importancia; todo es viejo y pasado de moda. Como dice Don DeLillo siempre hay que ir para adelante, nunca atrás. La duda que nace de la experiencia del pasado ha sido eliminada. Su resultado es haber “inventado una nueva teoría del tiempo. Ésta es la amnesia del futuro. Un lugar sin memoria”.
Sin embargo la memoria aparece. Lo que no queremos recordar interrumpe nuestra velocidad y nos detiene. Allí aparecen los síntomas característicos de nuestra época. Síntomas que dan cuenta de la singularidad de una subjetividad que se construye en la relación con el otro en el interior de una cultura.
Esto nos lleva a definir que entendemos por subjetividad.
La corporsubjetividad: la producción de subjetividad es corporal
La noción de subjetividad se ha tornado compleja porque no es un dato dado, no se hereda. Tampoco se limita al campo de la conciencia como pretende la filosofía a través de escuelas que diferencian el par idealismo-materialismo y las relaciones sujeto-objeto. Desde la psicología se explica a la subjetividad y lo subjetivo como perteneciente a lo psíquico. En la mayoría de los desarrollos psicoanalíticos se comparte esta posición, aunque debemos recordar que es un concepto que nunca fue utilizado por Freud.
Sin embargo lo dilemático de esta propuesta es dejar de lado las relaciones que se establecen entre los ámbitos “objetivo” y “subjetivo”. De allí que, para salir de este problema, se enuncia que el ser humano es bio-psico-social. Pero esta posición encubre que, los que la enuncian, establecen una prioridad en toda producción de subjetividad al sostener un reduccionismo que puede ser biológico, psicológico o sociológico.
En este sentido la noción que tengamos de subjetividad tiene implicancias no solo teóricas, sino también en la práctica clínica. Por ejemplo, cuando hablamos de interdisciplina nos estamos refiriendo a una perspectiva epistemológica que rompe con visiones cerradas para entender el padecimiento subjetivo.1 Esta complejidad es la que alude Freud cuando crea el concepto de “series complementarias” para explicar la multiplicidad de factores endógenos (hereditarios, constitucionales y primeras experiencias infantiles) y exógenos (la situación actual desencadenante) que intervienen en la producción de un síntoma. Estos factores son complementarios, pudiendo cada uno de ellos ser más débil cuanto más fuerte es el otro. Ambas series varían entre sí en razón inversa: para que se desencadene un síntoma puede ser un trauma actual mínimo en el caso de un factor endógeno intenso y viceversa.2 Por otro lado en obras como El malestar en la cultura (1930) y Psicoanálisis de las masas y análisis del yo (1921) da cuenta de la relación entre el ámbito “subjetivo” y “objetivo”. En forma errónea se las denomina “sociológicas”, cuando en realidad a Freud no le interesaba analizar los problemas sociales que describía, sino como éstos se inscriben en un aparato psíquico sobredeterminado por lo inconsciente y como éste produce efectos en lo social.
De esta manera vamos a describir la producción de subjetividad dando cuenta de sus múltiples determinaciones en la cual no la reducimos a entenderla como sinónimo de manifestación psíquica. Para ello nos apoyamos en el modelo pulsional freudiano3 y en la filosofía spinoziana que, al romper con la división que hace Descartes entre mente y cuerpo, establece que ambos forman parte de una sola sustancia que se expresa en los modos pensamiento y extensión. Es decir, de cuerpos que afectan y son afectados en el interior del colectivo