El valor histórico-arqueológico del mar. Alberto Gullón Abao

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El valor histórico-arqueológico del mar - Alberto Gullón Abao

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el control de los estados imperiales y cuestionaba los ansiados procesos de centralización política, pues, no solían coincidir en un aumento lineal y progresivo del poder en el centro, sino que ampliaron los márgenes de acción local debido en mayor medida a las enormes distancias que le daban al gobierno de ultramar un carácter indirecto, incompleto, ineficaz y lento (Brendecke, 2012).

      Junto a este problema de la lejanía de los territorios ultramarinos se hallaban las fuertes tensiones entre poderes centrales y locales que hacían muy complicado consolidar un firme dominio imperial en los territorios americanos y sostener una eficaz infraestructura comunicativa que además se veía teñida también de los conflictos internacionales entre las distintas potencias europeas. Esto quiere decir que el pretendido buen funcionamiento por parte de los gobiernos del correo marítimo se veía profundamente afectado por distintas causas, como eran también los obstáculos geográficos y climáticos, los continuos fraudes y contrabandos, las resistencias y oposiciones a los planes reformistas, la incertidumbre de los transportes, las interminables demoras, las cartas extraviadas, etc. Estos factores disminuían la velocidad de la circulación del correo y aminoraban la vigilancia del poder.

      Además, en las colonias americanas operaban dos sistemas de comunicación de forma paralela. Por una parte, los servicios postales oficiales auspiciados por los gobiernos; y, por otra, los sistemas de comunicación informales que operaban en innumerables redes de conexión a lo largo de las costas, el interior y alrededor del Atlántico (Adelman, 2010). De esa forma, los sistemas postales de los imperios ultramarinos estaban teñidos de tensiones perpetuas entre ambiciones imperiales y arreglos locales, de vínculos desiguales que ayudaron a estructurar el panorama social y político, y de coexistentes articulaciones de poder paralelas que permearon todos estos territorios (Dubcovsky, 2016).

      El proyecto de renovación postal en el imperio hispánico

      Con la subida al trono de los Borbones en el siglo XVIII se inició una etapa de pretendidos cambios y transformaciones en las distintas esferas del imperio hispánico que procuraron llevar a cabo un proyecto de reorganización política y económica con resultados que deambulaban por una fina línea entre el logro y la frustración. Bajo este contexto del reformismo borbónico, la monarquía borbónica tuvo el afán de convertir al correo en una herramienta clave para administrar su gobierno y, por lo tanto, se proyectó una renovación del sistema postal, que fue una de las reformas más destacadas, porque sin una comunicación fuerte y segura entre el imperio hispánico y sus colonias de ultramar no se podía ejecutar un eficaz gobierno ni defenderse de los enemigos a batir.

      En el contexto de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y bajo el reinado de Carlos III se intensificó el plan de renovaciones a causa de que se hicieron más duraderas y ambiciosas en ambos lados del Atlántico a partir de 1762 con la toma de Manila y La Habana por los ingleses y principalmente en 1763 tras el final de la guerra. Esto se debe a que la Monarquía adquirió conciencia de la importancia estratégica de las colonias americanas, principalmente del Caribe, intimidadas por las potencias extranjeras que las acechaban continuamente y mermaban el intento de control que pretendía la Corona sobre ellas, causando obstáculos y peligros a través del contrabando y de los conflictos bélicos. Por estas razones se replanteó instaurar un sólido plan de cambios que estabilizara y fortaleciera su dominio en las Indias. Y uno de los medios esenciales para alcanzar este propósito fue la renovación del correo, cauce de comunicación con los territorios de ultramar.

      La publicación de este decreto suscitó protestas debido, sobre todo, a una de las medidas más polémicas del establecimiento de los Correos Marítimos que era situar el puerto de salida de los mismos en La Coruña, en detrimento del de Cádiz desde donde solían partir hasta entonces los navíos de avisos que llevaban las cartas a América. Esta decisión de designar a La Coruña como sede central del sistema postal ultramarino estaría muy acorde con el relanzamiento del norte de España por parte de los Borbones, característica que contrastaba con la política metropolitana meridional desarrollada por los Habsburgo. Así, se pretendía revalorizar el comercio y la industria de Galicia, lo que suponía un desafío de Carlos III. Además, La Coruña estaba menos expuesta al ataque de embarcaciones enemigas y contaba con una serie de puertos cercanos alternativos, como el del Ferrol, refugio seguro para las embarcaciones en caso de tempestades o persecuciones (Ulloa, 2001).

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