El valor histórico-arqueológico del mar. Alberto Gullón Abao

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El valor histórico-arqueológico del mar - Alberto Gullón Abao

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puerto. Esto le hacía ser articuladora de redes internacionales, protagonista en la formación de la economía mundial y adelantada de los cambios espaciales, políticos, económicos, sociales y culturales (Martínez Shaw, 1997).

      La ciudad cartagenera era un ámbito enredado e inestable donde confluían distintas fuerzas estatales y locales, donde las redes transatlánticas formaban complejas relaciones de poder, donde se articulaba el mundo marítimo y terrestre, y las comunicaciones postales hacían posible todo ello. De forma que nuestro trabajo parte de una historia local, centrada en el estudio de la Administración de Correos de Cartagena de Indias, hacia una historia global, donde se examinan las comunicaciones postales en los imperios coloniales. Esto brinda un atractivo diálogo político, social, económico y cultural entre los distintos lugares a través del análisis de los sistemas postales, y refleja el efecto de lo global mediante lo local (Brown, 2015). Este juego de escalas permite comprender los fenómenos y las prácticas de comunicación postal intensas y diversas tanto a nivel global como a nivel local.

      Los rasgos comerciales y defensivos, junto con su excelente ubicación, convirtieron a la urbe cartagenera en un lugar clave de comunicación no solo del interior con la Costa, sino también con otros territorios americanos, la Península y las distintas potencias extranjeras. Por eso, Cartagena de Indias llegó a ocupar un lugar de preferencia en el sistema de comunicaciones imperial desde los inicios del período colonial, lo que influyó en la decisión de situar allí una de las administraciones de correos principales de la monarquía hispánica con la reforma del correo ya en la segunda mitad del siglo XVIII.

      Nuestro estudio sobre los servicios postales en los imperios ultramarinos se centra en ese mismo siglo. En este periodo de fuerte competencia imperial había una gran circulación de información a través de los giros postales que circularon globalmente por los distintos espacios. Además, se originaron una serie de proyectos de reforma postal en los imperios británico, hispánico y portugués que tenían la necesidad de crear una institución que soportara la circulación de la información por los diferentes territorios de sus Estados. Estos pretendían que el gobierno ejerciera un rol de mayor intervención en el servicio postal a través de la instauración de una comunicación organizada, rápida y eficaz para consolidar el control y dominio sobre sus posesiones. Para este propósito, era primordial que tuvieran una eficaz infraestructura de correos entre las metrópolis y las colonias con el fin de entablar una comunicación más fluida para recopilar conocimiento de estos lugares con el objetivo de aumentar la accesibilidad territorial, tomar decisiones sobre ellos, fomentar el cumplimiento de órdenes y alcanzar la prosperidad comercial, puesto que el correo era la base del intercambio comercial. De esta manera, el sistema postal se convirtió en una vía para conseguir los propósitos comerciales y políticos para los distintos actores sociales de los imperios.

      Por esta razón, desde finales del siglo XVII en el caso británico y ya en el siglo XVIII en el caso hispánico y portugués, se inició el interés de los gobiernos estatales por incorporar la gestión y la administración del correo bajo su mando, ya que hasta entonces pertenecía al ámbito privado ya fuera por medio de los Correos Mayores en Iberoamérica o a través de los comerciantes que transportaban sus cartas entre ambas orillas atlánticas con sus navíos mercantes (en el caso británico los denominados advicesboatso shipletters (Steele, 1986) y el hispánico donde los navíos de aviso eran despachados por el Consulado de Cargadores a Indias (Heredia Herrera, 1994).

      El imperio británico fue el primero que intentó adherir a su mando el gobierno postal entre finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII (1660-1711), y sirvió de ejemplo a los demás, no solo por su temprana incorporación de los correos a la Corona, sino por su regularidad, puesto que en la segunda mitad del siglo XVIII ya tenía establecido un correo ordinario semanal con cuatro paquebotes que traían y llevaban la correspondencia de Inglaterra a sus posesiones americanas (Garay Unibaso, 1987). Esto hizo que la monarquía borbónica tomara de modelo a los ingleses, tal y como lo ilustra un informe del conde de Campomanes, en 1762, que impulsaba la Reforma Postal en España, donde afirmaba lo siguiente:

      No obstante, tuvo que superar numerosos obstáculos y fracasos ilustrados en los intentos fallidos de personajes como Thomas Neale y Andrew Hamilton en el caso del servicio postal en el interior de América, quienes tuvieron que enfrentarse sin éxito a las autoridades locales; y Edmund Dummer y William Warren en el caso del servicio de paquebotes entre Gran Bretaña y América, quienes encontraron circunstancias no apoyadas por el gobierno británico como el gran desembolso de capital en la adquisición de barcos, o incidentes como el naufragio o captura de los navíos.

      Esta transformación del sistema postal tuvo lugar gracias al empeño personal de Rodrigo de Sousa Coutinho que era Ministro y Secretario de Estado de la Marina y los Dominios Ultramarinos que, además, impulsó la abolición del oficio de Correo Mayor (“Correio-Mor”) del Reino y la incorporación del correo a manos de la Corona portuguesa (Machado, 2002). Su objetivo era reformar para aumentar la prosperidad económica del Reino y construir un fuerte y poderoso imperio a través de establecer una comunicación regular entre Portugal y sus colonias, para mejorar las transacciones económicas, pero también, para intentar controlar el vasto imperio. Sin embargo, esta instauración encontró muchas resistencias entre los individuos que hasta ahora administraban el correo americano, dificultades en algunas zonas debido a la oposición de los poderes locales, así como a las vastas distancias del territorio americano que imposibilitaban la presentación de los administradores de correos en diversos sitios (Guapindaia, 2013).

      Es evidente que estos imperios ultramarinos ansiaban la institucionalización del correo que se impulsó a través de experimentos tentativos que tuvieron un éxito incierto. Esto nos hace ver que, aunque fueran distintos modelos de soberanía —monarquía absoluta en el caso de las monarquías de España y Portugal o parlamentarismo en el de la monarquía británica— sus esfuerzos políticos y administrativos se dirigían a establecer un monopolio postal gubernamental eficaz (Zilliacus, 1964).

      A ello, se le unía la idea de centralización que poseían estos gobiernos absolutistas que pretendían llevar a cabo proyectos de reorganización política, económica y social con el objetivo de afianzar un aparato burocrático sólido y centralizado en sus Estados, donde el correo constituía una herramienta fundamental. Estos imperios ambicionaban que las relaciones entre saber y dominio estuvieran bajo las condiciones impuestas por

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