Viaja conmigo a Ítaca. Julio Marco Barroso

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Viaja conmigo a Ítaca - Julio Marco Barroso

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mucho?

      ¿Cuál sería tu zona de confort? ¿Tu familia, tus amigos de toda la vida, el trabajo que llevas años haciendo y que controlas perfectamente…?

      El problema es que, con los años, esa zona de confort se va reduciendo cada vez más.

      En realidad, la zona de confort es el lugar menos seguro donde vivir.

      La «zona de confort» muchas veces es realmente una zona de «dis-confort» o resignación.

      ¿No conoces a personas que llevan años en trabajos donde se sienten seguros pero que les espantan, o relaciones de años de parejas que están fatal pero que piensan: «pa lo que hay por ahí», «y si luego es peor…»? Nos autojustificamos y decimos: «¡¡¡Si no estoy tan mal!!!»

      Somos de «Virgencita que me quede como estoy», de «más vale lo malo conocido…», que de conseguir la felicidad o buscar la recompensa. Por eso nos cuesta tanto salir de nuestra zona de confort.

      Un barco atracado en un puerto está seguro, pero eso no es para lo que fue creado.

      Aferrarnos a lo conocido es totalmente limitante y nos impide adentrarnos en otros espacios de descubrimiento, aprendizaje y evolución. Es decir:

      Lo contrario de vivir es no arriesgarse.

      Existe una zona más allá de la zona de confort, otra realidad posible cuando esa en la que vivimos ya no nos produce alegría ni ilusión, donde pasan las cosas mágicas y es nuestra zona de potencialidad donde utilizamos nuestro hemisferio derecho que es el de lo nuevo, lo desconocido, el aprendizaje.

      Cada vez que salimos de nuestra zona de confort, modificamos nuestra estructura cerebral.

      Prueba cosas nuevas, aprende, conoce gente, perdona, atrévete, rompe con las personas tóxicas, cambia…

      A veces hay algo o alguien (hacemos más cosas por los demás que por nosotros mismos) que nos inspira a pasar de lo conocido o a lo desconocido. Otras veces –por suerte– nos pasa que alcanzamos el «umbral máximo de dolor», tocamos fondo y decimos «¡basta ya!», «¡hasta aquí hemos llegado!», y decidimos dar un salto al vacío, romper la situación que nos tenía anclados, cortar nuestras cadenas para pasar de gusano a mariposa y descubrir una vida mucho mejor.

      La vida realmente empieza al final de nuestra zona de confort.

      Te recomiendo que escuches un podcast del programa que hago en la radio en Coaching Capital. Puedes hacerlo con ayuda de este bidi:

      X. Atrevete coño

      En la radio utilizo mucho la expresión «¡Atrévete coño!» Viene de una experiencia que tuve con un cliente a quien fui a ofrecer mis servicios de formación y coaching. Era el director general de la compañía y, de vez en cuando, mientras hablábamos y yo le iba proponiendo cosas, él miraba un marco de fotos que tenía enfrente. Cuando terminamos la conversación y nos estábamos despidiendo, vi que en el marco –que yo pensé que sería una foto familiar– había una frase que decía: «¡Atrévete coño!» Entonces no pude contener la curiosidad y le dije sonriendo: «¿Y esa frase?», a lo que él respondió: «Verás Julio, hace no mucho tiempo yo era el director financiero de esta compañía y como tal siempre traspasaba las decisiones importantes a mi jefe. Pero cuando me hicieron director general ya no podía hacer eso y un coach me recomendó crearme ese anclaje. Y cada vez que tengo que tomar una decisión, lo miro y la tomo, porque si hay algo que no puedo hacer en mi nuevo puesto es no atreverme a tomar decisiones. A mí me funciona y además cada vez me cuesta menos hacerlo. Y soy mucho mejor tomándolas de lo que yo creía».

      O sea, que ya sabes, aplícate el cuento y «¡Atrévete coño!» o, como diría Guy Kawasaki: «¡Aunque tenga miedo, hágalo!»

      Hace años, Elizabeth Ross, en varios de los principales hospitales americanos, preguntó a los enfermos en su lecho de muerte de qué se arrepentían más en sus vidas. Y la contestación, en la mayoría de los casos, fue, no de no haber conseguido cosas materiales, una gran casa, un coche, mucho dinero; no de haberse equivocado en lo que habían hecho, sino que la mayoría se arrepentía… de lo que no había hecho. La mayoría se arrepentía de no haberse atrevido y arriesgado más.

      Y es que el mayor enemigo del éxito está en el conformismo.

      Lo vas a ver muy claro con la historia de la vaca que puedes descargarte con la ayuda de este bidi:

      Ahora piensa que todos tenemos una vaca que nos permite sobrevivir. Que nos ancla a nuestra zona de confort y nos permite ir tirando, pero que a la vez nos impide desarrollarnos y crecer. Que nos ata a una vida confortable pero mediocre.

      ¿Has pensado cuál es tu vaca?

      Por lo tanto mi consejo es: encuentra tu vaca, y ¡mátala!

      XI. Cambia, Todo cambia

      Cambios, cambios y más cambios. El mundo está en estado de cambio permanente. La vida es cambio. Las células de nuestro cuerpo se renuevan totalmente cada siete años. Hoy el cambio es la norma, por lo que es necesario reinventarse para crecer y no estancarse.

      Y, entonces… ¿por qué no nos gusta el cambio?

      ¿Por qué, cuando oímos hablar de cambio, nos ponemos alerta? Pues porque anticipamos algo que afectará a nuestra tranquilidad.

      Un cambio, la mayoría de las veces supone un «paso a ciegas». Es como saltar al vacío sin paracaídas. Un proverbio zen dice: «Salta y la red aparecerá…» Pero hay que tener muchas narices para hacerlo. Entonces nos autojustificamos diciéndonos: «si no estoy tan mal». Hasta que llegamos a un punto denominado el «umbral máximo de dolor» que inesperadamente se vuelve nuestro aliado y entonces decidimos cambiar y saltar al abismo (y luego nos alegramos de ello).

      En Oriente al cambio lo llaman «impermanencia» y lo aceptan como una ley universal que nos recuerda el carácter transitorio de las cosas. Cuando aceptamos la impermanencia no sufrimos cuando llega el inevitable cambio.

      ¿Qué nos depara el futuro? Pues nadie lo sabe. Lo único seguro es que no tendrá nada que ver con lo que estamos viviendo y que cuando el ritmo de cambio fuera de la empresa es superior al ritmo de cambio dentro de ella, el final está cerca.

      Tras la crisis que hemos vivido, ya nada volverá a ser igual. El estilo de liderazgo tendrá que ser más abierto, cercano y colaborativo. Habrá revisiones culturales en las compañías. Ya no vale lo del «es que aquí siempre se ha hecho así». Con la globalización, las fronteras serán cada vez más líquidas y la comunicación y las redes sociales serán clave. Tendremos que dejar de buscar trabajo fijo. Los sueldos serán variables. Se trabajará por proyecto. Tendremos que aprender a vivir en la incertidumbre.

      Todo esto supone tener que «cambiar el chip»... Tenemos que sustituir el miedo por la confianza para afrontar esos cambios.

      Cuanto más conservador seas, más miedo tendrás porque el miedo está asociado a la necesidad de control y a la inseguridad, a ver el cambio como amenaza.

      Víctor Frankl

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