Billete de ida. Jonathan Vaughters

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Billete de ida - Jonathan Vaughters

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de los patrocinadores. A cada uno de nosotros nos daban gratis la ropa ciclista y un casco. Nos pagaban todos los gastos que teníamos en los viajes. Era una especie de nirvana ciclista para un chico de dieciocho años. Yo estaba acostumbrado a pagar la gasolina con el dinero que obtenía con los premios y a dormir en los sofás de otros. Ahora me alojaba en hoteles y no tenía ni que preguntarme cuánto costaba la inscripción para las carreras. ¡Y cada mes me pagaban! Aquel equipo tenía pasta.

      Cenábamos chuletones en el Chart House, nos hicieron reportajes fotográficos en la sede de la revista Sunset y nos grabaron en vídeo para usar nuestra imagen en anuncios de coches. Nos creíamos las estrellas del rock de la escena ciclista de California. La verdadera estrella de rock del equipo, Bob Mionske, apareció muy pronto en la concentración. Para nosotros aquello fue como la segunda venida del profeta.

      Bob era el motivo por el que existía aquel equipo, ya que iría a los Juegos y la gente creía que incluso tenía posibilidades de medalla. Desde luego, los de Saturn creían que la iba a conseguir. Esta creencia se sustentaba sobre la cuarta plaza que había logrado en los Juegos de Seúl de 1988. Aquella llegada a meta también había alumbrado un apodo de los más gracioso.

      A Bob le encantaba broncearse al sol. No le gustaba tener el moreno tan característico que tienen todos los ciclistas, y se pasaba horas tumbado al sol, bronceándose. Durante muchos años la gente le llamó «Bronce Bob». Pero el caso fue que, después de haber terminado cuarto en los Juegos, cuando casi logró la medalla de bronce, el apodo mutó a «Casi Bronce Bob»

      Pero, a él, aquello no le hacía mucha gracia.

      En la recepción de Los Gatos también conocí a mis nuevos compañeros de equipo y de habitación durante la concentración. Andrew Miller era un licenciado en ciencias e ingeniería computacional o algo así. Leía un montón, estudiaba matemáticas como hobby y le gustaba contar historias de cuando partía planchas de boro con un láser en el laboratorio de ciencias de la universidad.

      El otro era Dave McCook. La mayor afición de Dave era mirar a través de la ventana del estudio para ver a las mujeres hacer yoga y aerobic. Se podía tirar horas haciendo aquello, señalando a las que le parecían más atractivas.

      A pesar de la diferencia de intereses entre nosotros nos divertíamos viajando y entrenando juntos en las carreras del norte de California. Y cocinábamos juntos, sobre todo usando mi olla eléctrica Crock-Pot. Era una olla milagrosa: metíamos en ella un montón de comida y cuando regresábamos a casa después de un largo entrenamiento aquello se había convertido en una suerte de masa comestible que nos comíamos para cenar.

      Por desgracia, en una ocasión en la que fuimos a Oregón para una carrera de una semana nos olvidamos de que nos habíamos dejado la Crock-Pot haciendo unas judías pintas en nuestro palacio de Los Gatos. Por fortuna, una mujer del servicio del hotel la desconectó tras un par de días. En lugar de que nuestra habitación quedara calcinada por las llamas de un cortocircuito eléctrico, a nuestro regreso nos encontramos el soso y prístino rezumar de unas judías pintas cocinadas una semana atrás, pudriéndose en el fondo de la olla.

      Aquel año competimos por todo el país, participando en las carreras más importantes y, en ocasiones, enfrentándonos a los mejores equipos profesionales. Pero el gran objetivo del equipo Saturn eran las clasificatorias para los Juegos.

      Los Juegos eran la razón por la que Saturn se había metido en el ciclismo. Gibbo nos dejó muy claro lo importante que esas carreras eran para el equipo y para el patrocinador. Lo mínimo que se esperaba de nosotros era meter a Casi Bronce Bob en el equipo olímpico, y Gibbo también esperaba que un segundo ciclista del Saturn acudiese a los Juegos de Barcelona de 1992.

      Era un objetivo demasiado ambicioso, ya que solo había tres plazas. Lance ya era dueño de una de ellas al 100%, con lo que en realidad quedaban solo otras dos. Pero eso era lo que Gibbo nos exigía, con un apremio como nunca antes había presenciado. Desapareció aquel cálido mentor con alma de abuelo y en su lugar apareció el despiadado hombre de negocios.

      Las clasificatorias olímpicas eran un asunto muy sencillo. Se disputarían dos carreras de un día, ambas con la misma distancia y características topográficas que tendría la prueba en ruta de los Juegos. Pasarían un par de días entre ambas, y quienes lograran una mayor suma de puntos tras los días de competición lograrían una plaza de manera automática en el equipo olímpico de los EE. UU.

      El primero de los días sirvió también para celebrar los campeonatos nacionales, y gracias a tener tantos efectivos el Team Saturn dominó la carrera. Chann McRae logró la victoria, con unas tácticas de equipo maestras que lograron aislar y dejar sin respuesta posible a los, a priori, dos claros favoritos, Lance Armstrong y Darren Baker. Pero yo estuve a punto de joderlo todo al atacar en el momento más inoportuno, desencadenando la furia de Lance.

      Mis compañeros estaban muy cabreados conmigo, y es normal que lo estuvieran. Fue una estupidez por mi parte, pero aquellos eran los años en los que todavía no existían los pinganillos y era complicado lograr información.

      Ese es uno de los motivos por los que soy un firme defensor del uso de las radios en las carreras: ayuda a acabar con los movimientos estúpidos en las carreras y hace que todas las decisiones se tomen en base a información real. Sea como sea, dejando de lado mi imbecilidad, logramos ganar aquella carrera, lo que nos puso todo de cara para meter a dos tíos en el equipo olímpico.

      Al comenzar la segunda carrera clasificatoria para los Juegos yo estaba decidido a enmendar mi estupidez, y muy pronto me vi en el grupo de cabeza junto a otro compañero, John Lieswyn. John era un poco mayor que el resto de miembros del Saturn, y una suerte de tapado para lograr entrar en el equipo olímpico. Se le conocía por el nombre de «Tornado», ya que a principios de año sufrió una torsión testicular durante una carrera y tuvieron que operarlo de urgencia para ponerle todo en orden.

      Desde entonces había necesitado un acolchado extra bajo el culote. Tornado me caía bien, muy bien. Era un marginado y un rebelde. Me parecía un tío que molaba.

      No estaba entre los favoritos de los directores, pero era la típica oveja negra capaz de ganar una gran carrera. Así que, en cuanto Tornado y yo, acompañados de otros pocos ciclistas, tuvimos el suficiente hueco sobre el pelotón yo tiré lo más fuerte que pude para poner tierra de por medio respecto de los grandes nombres. Y funcionó.

      A falta de una vuelta al duro circuito contábamos con una buena ventaja sobre el pelotón. En la vuelta final cerré tantos ataques en la fuga como pude para ayudar a Tornado y, tras ellos, exhausto tras tanto tirar y cerrar huecos, me quedé descolgado del grupo cuando apenas quedaban unos kilómetros.

      Aunque no pude aguantar a la cola del grupo escapado seguía teniendo el empuje suficiente como para acabar bien en la carrera de un día de, quizás, mayor prestigio entre los ciclistas amateur de los EE. UU. Sería algo de lo que estar orgulloso y pintaría muy bien en mi CV.

      Pero mientras pedaleaba rumbo a la meta comencé a hacer unos rápidos cálculos mentales y me di cuenta de que (si quedaba por delante de Casi Bronce Bob) le arrebataría algunos puntos que este necesitaba para asegurarse un puesto automático en el equipo olímpico. Sabía que Bob podría adjudicarse el esprint en el grupo trasero, casi seguro.

      Sabiendo esto, y consciente de la mierda de compañero que había sido en la anterior prueba de las clasificatorias, decidí que lo mejor que podía hacer era esperar hasta que Bob me pasara antes de cruzar la línea. Opté por esperar, pedaleando muy despacio, hasta casi detenerme y, obviamente, perdiendo toda posibilidad de poder fanfarronear con mi posición en la carrera.

      No estoy muy seguro de cuáles fueron los factores y los puntos que se usaron para la

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