Coaching para coaches. Leonardo Wolk
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Mi interpretación es que este caso fue elegido por el grupo dada la urgencia manifestada por Bashir y la resonancia del título que impactó al grupo casi en su conjunto. Cabe destacar que el tema de la violencia en el mundo en general y en los grupos en particular atravesó y estuvo presente en todo el evento.
Coach (C): Cuéntame …
Bashir (B): Estoy atendiendo a un alto ejecutivo de una multinacional. Le indicaron un programa de coaching porque a pesar de ser una persona muy inteligente, hábil y conocedora del negocio, en su gerencia el clima no es bueno. (Silencio.)
C: Cuéntame un poco más.
B: La directora de RRHH está preocupada porque en esa área hay mucha rotación y licencias médicas. Algunas psiquiátricas.
C: ¿Indagaste esto con tu coacheado?
B: Sí.
C: ¿Y cuál es la explicación que recibes?
B: Él dice que no es su culpa. Reconoce que la carga de trabajo es mucha pero que esas personas ya vienen con problemas personales desde antes. Dice que están mal acostumbrados y que hay que tratarlos con rigor. Es parte de la cultura de la compañía y responde a un modelo de gestión. También dice que el problema es que tiene personas a cargo ya mayores, cansados, con mucha experiencia, pero que no se avienen a incorporar la tecnología, y otros, jóvenes entusiastas pero con falta de experiencia.
C: Entonces, ¿qué quieres que trabajemos en relación con esto? ¿Qué te gustaría que pase en esta sesión?
B: Necesito entender qué me pasa con este coaching. Me siento incompetente; a veces perdido. Es una enorme responsabilidad mía ante la empresa y algunas veces no sé qué hacer. Escuchar a mi coacheado me genera rechazo. No acuerdo con algunos de sus comentarios y no los tolero. Me he cuestionado y llegué a cuestionar la validez del coaching como instrumento.
C: ¿Cuál es tu idea? ¿Por qué crees que te pasa esto? En otras palabras, con la experiencia que tienes, ¿cómo lo explicas?
B: No sé. Te digo que no sé. No lo comprendo.
C: ¿A quién, a tu coacheado o a ti mismo?
B: (Después de un silencio reflexivo) Es buena tu pregunta. Creo que algo pasa conmigo, no me comprendo.
C: ¿Qué sientes cuando tu coacheado responde como lo hace?
B: ¡Rabia, enojo! (Lo dice con vehemencia). Es agresivo, descalificador. Si fuera por él despediría a todos los viejos. No le importa nadie. Y a decir verdad, a Recursos Humanos tampoco les importa. Están preocupados solo porque de la casa matriz les exigen que mejoren las evaluaciones de desempeño. ¡A nadie le importa nada! (Gesticula).
C: Y ante eso siento… (Su emocionalidad era muy intensa y mi intención era darle más espacio para expresarse)
B: Rechazo; impotencia, no sé qué hacer, no lo puedo ayudar. Lo quiero matar. Me enoja la empresa, los managers, sus valores; me pregunto a veces qué estoy haciendo.
C: Entiendo tu sentir. Si de algo te sirve, quiero compartir contigo que alguna vez yo he sentido lo mismo con algún coacheado. Pero escuchándote tengo alguna hipótesis que me gustaría investigar contigo. ¿Me permites?
B: Ok.
C: No estamos aquí para juzgar a tu coacheado. Tampoco me interesa en este momento. Quizás luego volvamos sobre eso. Ahora quiero investigar qué es aquello que se transforma en un obstáculo que te impide operar con él. Me resuenan muy fuertes tus palabras como “rechazo”, “impotencia” y más que nada me impactó escucharte decir “lo quiero matar”. Mi hipótesis –y no es un hecho, es solo una hipótesis–, es que hay algo en la supuesta agresividad o violencia encubierta de tu coacheado, que tiene que ver contigo mismo, con tu propia hostilidad. Como si proyectaras en él alguna cosa o cuestión que te obnubila y te impotentiza. ¿Me doy a entender?
B: Entiendo tus palabras pero no veo más allá de ellas.
C: Ayúdame con lo siguiente: entiendo que cuando estás frente a él escuchándolo, algo te enoja y comienzas a sentirte impotente y no sabes qué hacer frente a su narrativa. Esa sensación ¿te mueve a pensar en alguna otra cosa? ¿Te ha pasado en otra situación?
B: (Silencio. Piensa. Luego dice) En pocas semanas se casa mi hermana. No quiero asistir a su boda.
C: (Invitándolo a seguir) Y entonces…
B: No sé qué hacer; si voy tengo conflicto y si no voy también.
C: ¿Cuál es la razón de tu negativa?
B: No me gusta su novio, no lo acepto…
C: Cuéntanos un poco mas al respecto.
B: Es hijo de militares turcos. En mi familia los militares turcos son la peor gente que existe.
Cabe destacar que B es alto, corpulento, de aproximadamente cuarenta años. A esta altura de su relato se lo escucha agitado, gesticula y se expresa con una fuerte intensidad corporal y emocional.
C: ¿Por qué? ¿Cuál es tu historia con eso?...
B: (Gritando) ¡Quiero revancha!... ¡Venganza! (Se para, camina) ¡Quiero revancha!
C: (Me acerco, lo busco con la mirada) ¿Qué está pasando? ¿Qué sientes?
B: ¡No puedo hacer de cuenta que nada pasa! Ellos mataron a mi padre y a mi abuelo. Quiero vengarlos. ¡No puedo aceptar la impunidad y que mi hermana se case con un asesino!
C: Entiendo tu enojo y aunque no lo menciones me imagino también tu angustia y tu tristeza. Tratemos de ver qué podrías hacer con esto. Cuéntame más.
B: Me llamaron mi madre y mi hermana. Me pidieron. Mi padre ya no está. Yo quiero mucho a mi hermana, pero es muy fuerte el odio que siento. ¡No quiero compartir nada con esa basura del novio! Ya hablé con ellas, ya lo hablé con todo el mundo, pero no me sirve. Siento mucho odio y no sé qué hacer.
En ese momento, el intenso lenguaje emocional y corporal de B me decidió a escoger un camino que no fuese solamente verbal.
C: Dices que ya lo hablaste con muchas personas. Piensa con quién más te gustaría conversar si fuera posible hacerlo aquí y ahora. ¿Quién podría ser?
B: (Reflexiona) Si pudiera me gustaría poder hacerlo con mi padre… también mis abuelos…
C: Te propongo un encuentro con ellos. Quizás ellos puedan ayudarte a encontrar una respuesta.
Le propongo elegir de entre los otros participantes del grupo quién puede tomar el rol de padre y quién de abuelo. Lo hace.
C: ¿Te gustaría llamar a alguien más?
B: (Piensa) A mi hermana. Y a mi mamá. (Lo hace)