Coaching para coaches. Leonardo Wolk
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Diferente es la cuestión cuando un coacheado tuvo un quiebre en su trabajo; por ejemplo un malestar con un superior por una baja evaluación de desempeño que considera injusta y teme las consecuencias de confrontarlo en una conversación. Declara: “Me siento desmotivado y enojado”; su juicio: “Las injusticias de mi jefe”; su deseo: “Aclarar las cosas y recuperar mi motivación.” Su brecha: “No sé cómo, pero quiero hacerlo”.
Entre uno y otro polo de la brecha podemos graficar que hay obstáculos que están impidiendo acortarla. Y, justamente, el trabajo de coaching será el de procesar esos obstáculos, disolverlos o resolverlos asumiendo responsabilidad, protagonismo y poder. En ese proceso, el coacheado transformará el observador que es para encontrar nuevos sentidos, nuevas respuestas, con la finalidad de expandir su capacidad de acción efectiva en procura de alcanzar los resultados deseados.
LA ONTOLOGÍA
Según su etimología, la ontología se ocupa del estudio del ser. “Onto”, en griego, significa ser, estar. “Logos” es tratado, estudio, teoría.
Este término surgió a principios del siglo XVII; se define como la rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza y la organización de la realidad; es decir, de lo que “existe”. Muchas preguntas tradicionales de la filosofía pueden ser entendidas como preguntas de ontología: ¿existe Dios? ¿Existen entidades mentales, como ideas y pensamientos? ¿Existen entidades abstractas, como los números?
La ontología en el sentido que aquí le doy es la investigación del ser en tanto que ser, o del ser en general, más allá de cualquier cosa en particular que es o existe.
Más específicamente, la ontología se encarga de determinar qué categorías del ser son fundamentales y se pregunta si a los objetos incluidos en esas categorías se los puede calificar de “seres”, y en qué sentido.
Echeverría, Maturana y otros pensadores no conciben a la ontología en un sentido metafísico como convencionalmente se define esta noción;5 la refieren a aquellas dimensiones que compartimos como seres humanos y que nos confieren una particular forma de ser. En este sentido, el lenguaje es la clave para comprender los fenómenos humanos. Ese lenguaje de la interacción entre los seres humanos; no como un fenómeno biológico sino social. Un objeto es definido como tal en un dominio consensual con otros y es constituido en el lenguaje. De ahí que digamos que los seres humanos vivimos en un mundo lingüístico y coordinamos acciones con otros a través de él. (Echeverría, 1995)
Siempre que hablo de este tema surge una pregunta y una legítima inquietud en alguno de mis alumnos: “Pero hay especies que también tienen lenguaje propio y coordinan acciones. Por ejemplo, las jaurías o los pájaros”. Efectivamente es así. Sin embargo, hay dos aspectos bien diferenciados entre humanos y otras especies:
1 los humanos tenemos un número mayor de signos consensuados y seguimos creando nuevos;
2 el lenguaje humano es recursivo. Esto significa que podemos hacer girar el lenguaje sobre sí mismo; podemos hablar sobre nuestro hablar o podemos pedir especificaciones sobre algo que ha sido dicho.
Dice Echeverría (1995, pp. 51-52):
Esta capacidad es la base de lo que llamamos reflexión. Los metafísicos vieron la reflexión como una propiedad de la mente, escindida de alguna conexión con el lenguaje (de ahí la caracterización de seres racionales). Sin embargo, la razón es una función del lenguaje. Somos seres racionales porque somos seres lingüísticos viviendo en un mundo lingüístico.
LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE
Es una tesis que trata de explicar al ser humano como un ser intrínsecamente lingüístico. Está basado en trabajos desarrollados por pensadores como Fernando Flores, Humberto Maturana, Rafael Echeverria, Francisco Varela, partiendo de previas lecturas de Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Martin Buber, Ludwig Wittgenstein, John L. Austin y John Searle.
Los tres postulados básicos de la ontología del lenguaje son:
1 Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos.
2 Interpretamos al lenguaje como generativo.
3 Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.
El lenguaje es activo. Crea realidades. Esa acción genera ser. Generamos sentido a través del lenguaje y mediante la acción que nos permite transformarnos como observadores, como personas, haciéndonos responsables de nuestra existencia y asumiendo la responsabilidad de transformar nuestro mundo.
Es importante hacer una distinción entre ontología del lenguaje, y, filosofía del lenguaje. El foco de atención de esta última al igual que en la lingüística está puesto en el lenguaje, mientras que el principal interés de la ontología del lenguaje son los seres humanos y el sentido del vivir.
En este sentido, la ontología, nuestra comprensión de lo que significa ser humano, no implica necesariamente la adopción de una perspectiva metafísica. Podemos tener una ontología metafísica, como la tuvieron los metafísicos griegos, pero podemos también generar ontologías no metafísicas, como lo reivindica la ontología del lenguaje. (Echeverria, 1995:28)
EL CONCEPTO DE DISTINCIÓN
El lenguaje nos proporciona la capacidad de distinguir aquello que nombramos. Cuando distinguimos algo nuevo, adquirimos un aprendizaje que amplía nuestra mirada y que, por tanto, modifica nuestra capacidad de acción.
Con el avance de los conocimientos tecnológicos, científicos, médicos, etc., tenemos hoy la posibilidad de observar realidades que ya existían pero que no podíamos ver, como por ejemplo el descubrimiento de nuevos nueroreceptores, planetoides en el espacio, etc. También tenemos más competencias para poder intervenir en ellas en la acción.
Allí donde yo veo solamente cables, metal, tapas, gomas, etc., un mecánico automotor puede ver, definir y operar en un problema de carburación de mi automóvil.
En el mundo empresarial u organizacional acontece lo mismo. Las diferentes áreas o gerencias que la constituyen se especializan en distinciones que responden a distintos ámbitos de acción: ventas, recursos humanos, finanzas, informática, marketing, etc.
Cuanto mayor es nuestra capacidad de hacer distinciones, tenemos más posibilidades de acción.
No podemos distinguir algo que no conocemos, para lo cual no tenemos una distinción lingüística; aquello, en suma, que no podemos nombrar. Solo somos capaces de observar lo que podemos distinguir o separar en el lenguaje como algo diferente. El mundo existe independientemente con todo su misterio a la espera de una observación y explicación.
El poder de acción de una persona o una organización en determinados ámbitos depende del conjunto de distinciones disponibles para observar y operar en ese dominio de realidad.
En coaching utilizamos las distinciones que el lenguaje nos proporciona como herramientas de intervención. Trabajamos con palabras cotidianas que el coacheado suele utilizar en su estilo coloquial con otra interpretación: somos observadores diferentes.
EL OBSERVADOR
Quien distingue