Coaching para coaches. Leonardo Wolk
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He cumplido treinta y nueve años como psicoterapeuta y diecisiete como coach.
Haciendo un cálculo aproximado (siempre fui malo para las matemáticas), de 100 h x mes x 10 meses = 1000 h x año x 17 años = 17.000 h. ¡Mientras estoy escribiendo este libro llevo trabajando diecisiete mil horas como coach!
Millones de segundos, miles de minutos hablando, escuchando, emocionando, conversando. Dando vueltas juntos. Enseñando y aprendiendo. No es retórica ni lo correcto que se debe decir; es mi verdad cuando digo que aprendí de mis maestros, mis pacientes y mis coacheados.
Atención flotante, escucha activa, comprensión, ser compasivo; a veces, muchas, no siempre. Des-atento, disperso, distraído, irritado, confuso; a veces, no muchas, no siempre.
Pasé por todos los estados; a veces, en algunos momentos, me sentí genial, brillante e inspirado por la divinidad, semidios. Orgulloso de lo que sé y de quién soy. En otros, dudando de todo, irritado conmigo mismo, avergonzado, culpable, incompetente.
Cada coach elige aquella teoría y aquella práctica que más le conviene (conviene = viene conmigo). Aliento el pluralismo y sostengo que el hecho de que las teorías no sean validadas por otros, no significa que sean inválidas. El sectarismo es contrario al espíritu mismo y a la ética del coaching.
El coaching que practico es una síntesis integradora, resultado de mi propio recorrido profesional.
Construí mi manera de trabajar sobre la base del desarrollo de muchos maestros en el tema como Fernando Flores, Rafael Echeverría, Fred Kofman, Julio Olalla, Humberto Maturana y otros, con algunos de los cuales tuve la oportunidad y el privilegio de aprender y trabajar.
En esencia, mas no exclusivamente, la orientación es ontológica: ¿cómo no integrar lo sistémico si la díada coach-coacheado es en sí misma un sistema?, ¿cómo trabajar con equipos si no los pienso sistémicamente? ¿Cómo no integrar el conocimiento del estudio de lo corporal y las emociones, si estamos hablando de diferentes dominios de observación? ¿Por qué no integrar al pensamiento guestáltico, a los cognitivistas y a tantas otras visiones?
Entonces, más tarde, esos aprendizajes iniciales se fueron articulando con conceptos y reflexiones personales provenientes tanto del campo de la psicología, el aprendizaje transformacional y organizacional, la teoría de los sistemas y la comunicación, así como de concepciones y aportes personales que fui consolidando en el desarrollo de mis cursos, prácticas, nuevos aprendizajes y experiencia.
EL ARTE Y EL OFICIO DEL COACHING
Cierta vez una muy entusiasmada novata coach me dijo que para ella el coaching era un estilo de vida. No acordé con esa definición. Para mí, ser coach es una función, un arte y un oficio; por eso, aunque no suene poético o romántico, hablo de trabajo.3 Es un rol. Que ejercemos con entrega, dedicación, amor y responsabilidad. Es una profesión. Tanto como ser médico, albañil o maestro. Suelo decir que no “tenemos” hijos; “somos padres” de nuestros hijos. Ser padre también es una función.
Me irritan –y me aburren– algunos colegas psicólogos cuya vida gira alrededor de interpretar todo y en todo momento al igual que algunos colegas coaches que hacen lo mismo hasta en sus conversaciones más triviales como las que se dan en las reuniones entre amigos. Hacen de ello un modo de estar en el mundo. Ser coach (o ser psicólogo) no es ser el agente 007, no es tener licencia para matar. James Bond lleva un arma, pero solo la usa en determinadas y justificadas situaciones. Como coaches no tenemos armas sino herramientas poderosas y posibilidades de hacer distinciones que sugiero que sean utilizadas en determinados espacios, cuando corresponda y con el pedido o la autorización del ocasional interlocutor.
Personalmente no entiendo el coaching como un estilo de vida. Es una muy noble tarea y de una tremenda responsabilidad en la que nos involucramos profesional, ética, física y emocionalmente.
Además, tenemos que reconocer que el coaching tiene sus limitaciones y nosotros como coaches tenemos las propias.
QUÉ ES COACHING
Coaching es un proceso
de aprendizaje
transformacional
de asunción de responsabilidad.
Es aprendizaje en la medida en que se entienda el aprender como el proceso que posibilita expandir la capacidad de acción efectiva de un individuo, de un equipo o de una organización.
Es un proceso para obtener resultados diferentes. Poder hacer hoy lo que ayer no sabía o no podía hacer. Pero desde la concepción ontológica hay una distinción fundamental ya que se entiende que no se trata meramente de un aprendizaje conceptual o de nuevas habilidades, sino de obtener aprendizajes a partir de una transformación personal.
Es transformacional porque en ese proceso se produce una transformación del tipo de observador del mundo que cada persona es. Tiene el sentido de aquello que transmuta. Por eso me gusta decir que el coaching es un proceso alquímico y el coach un alquimista. Tener mayores posibilidades de hacer distinciones permite observar de manera diferente, pensar diferente y, por ende, decidir acciones diferentes. Estas acciones nos conducirán a resultados diferentes y muchas veces extraordinarios.
Es asunción de responsabilidad o, mejor aún, respons(h)abilidad, ya que implica asumir el protagonismo de ese poder transformador. Es concebirnos como cocreadores y coautores de la gestión de una empresa o una organización, como así también de nuestras propias vidas y decisiones. Significa habilidad para RESPONDER frente a las circunstancias que la vida nos enfrenta.
EL ROL DEL COACH
Es un provocador y un facilitador durante ese proceso en el que ofrecemos, establecemos y hacemos posibles las condiciones y los recursos necesarios para que los individuos sean gestores de sí mismos. Como coaches somos coautores y cocreadores de esas condiciones trabajando con otros sobre sus propias capacidades.
Parafraseando a Martin Buber (1994) diremos que el yo coach no le dirá al otro quién o cómo ser, sino que con su “soplido” creador estimulará al tú del coacheado a ser un cocreador de sí mismo y a responsabilizarse por ello.
El coaching contribuye también al ejercicio de la libertad, entendida como potencial para la creatividad y para la expansión del autoconocimiento y la capacidad, para actuar en forma responsable como un yo en el respeto del otro como un tú.
EL QUIEBRE Y LA BRECHA
Hablo de quiebre para referirme a aquello que aqueja al coacheado. Es esa situación que provocó o desencadenó lo que define como problemático; el dolor, incomodidad, molestia, sentimiento de incapacidad o incompetencia frente a una circunstancia y que se transforma en motivo de consulta.
La brecha, por su parte, es ese espacio o distancia entre lo que el coacheado sabe y no sabe, entre lo que puede y no puede, entre lo que tiene y lo que no tiene, pero quiere.
Coachear es declarar que hay algo que no puedo pero que quiero. Esta declaración implica una herida narcisística.4 Es declarar que hay algo que no sé. Pero al mismo tiempo requiere una declaración de querer saber.
Este es un requisito indispensable para entrar en proceso de coaching. Sin brecha no hay coaching posible. Puedo declarar que hay algo que no sé pero que, al mismo tiempo, no me interesa saber; por lo tanto no hay brecha.