La población, siglos XVI al XX. Elsa Malvido

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La población, siglos XVI al XX - Elsa Malvido Historia económica de México

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en grupos errantes, mal llamados chichimecas, pues no todos lo fueron.

      Ahora bien, cuando hacemos cronologías de las epidemias debemos ser muy cuidadosos con los documentos para encontrar los caminos que siguió la enfermedad, pues en ocasiones el inicio de la epidemia se registró en un sitio, pero algunas veces regresó, o bien, tardó hasta 100 años en recorrer a la población susceptible que se encontraba dispersa en un vasto territorio, por lo cual pareció que registrábamos la entrada de otro brote y no del mismo. De suerte que ios años de su incursión no corresponden con los de su expansión en años posteriores. Aquí entraron en acción otros elementos, como la velocidad de la enfermedad, que varió si hallaba poblaciones congregadas o dispersas, si iba a pie o a caballo, por tierra o por agua, y si se trató de poblaciones rebeldes o en guerra. Todo ello tomó tiempos distintos, quedándose endémica en algunos sitios (como la gripe que afecta a algún familiar y luego tarda un tiempo en recorrer a los restantes miembros susceptibles dentro de una casa; no obstante, siempre habrá alguno que se salve del contagio; el tiempo de su recorrido dependía del número de individuos que vivían temporal o permanentemente en la casa, del estado de resistencia al virus específico, del nivel alimenticio de cada uno de sus miembros, y el mal fue peor entre más contagios o pasos realizó, porque el virus se fue reforzando).

      Por otro lado, en poblaciones vírgenes a estos males, el contagio, los síntomas y la mortalidad adquirieron características particulares; aumentaron a niveles impredecibles y sus síntomas fueron muy variados y graves. Cronistas y conquistadores no entendieron lo que sucedió y reportaron que como las enfermedades eran nuevas para los nativos, despoblaron sitios densamente habitados antes; murieron familias enteras y nadie pudo atender a los enfermos por estar todos contagiados; el olor de la descomposición de los cadáveres dentro de las casas fue muy intenso y la única medida lógica que se tomó consistió en tirar las casas e incendiarlas, por no haber quien enterrara a los muertos, a pesar de estar prohibida la incineración de los cuerpos por la Iglesia católica.

      En términos globales de despoblación, la conquista de México y del Nuevo Mundo sólo puede compararse con los efectos mortales y destructivos que la guerra atómica produjo en Japón en tiempos modernos: arrasó pueblos enteros, dejó secuelas en dos generaciones posteriores y aún no sabemos cuántas más, con el agravante de que hay que traducirla a un espacio cientos de veces mayor, el continente americano.

       1519-1619

      El ejemplo más claro para nosotros, después de 30 años de estudiar las epidemias, fue lo que sucedió con la incursión de la primera viruela en tierra firme en 1519, que junto con conquistadores y conquistados recorrió el espacio de los pobladores primigenios lentamente; conforme los fueron sometiendo a lo largo de 100 años (1519-1619), infectó a toda la población virgen susceptible y, claro, los documentos señalan que hubo viruela aquí o allá, pero se trató de la misma, que lenta pero acuciosamente recorrió casa por casa, poblado por poblado, mientras se sometió a la despoblada o contagiada Nueva España.

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      Analicemos la importancia que tuvo la inicial pandemia de viruela para los nativos del México central. De entrada afirmaríamos que durante la lucha de conquista de Hernán Cortés contra México-Tenochtitlan, la viruela ayudó primero a los mexicas, porque los tlaxcaltecas y cempoaltecas que apoyaron a los castellanos ya venían contagiados, pero no lo supieron, y lucharon estando enfermos, lo cual en buena parte hizo que perdieran la batalla, haciendo huir a Cortés en su "Noche triste" acompañado de algunos sobrevivientes; las pérdidas humanas fueron terribles. Terminada la contienda, narran los documentos, los mexicas y sus aliados saquearon los cadáveres de los enemigos como se acostumbraba, y se mantuvieron en contacto con los cautivos de guerra vivos, o medio vivos, pues no sólo estuvieron presos, sino enviruelados. El contagio se extendió también por el simple contacto con los objetos, animales, hombres vivos y muertos, en los que puede permanecer el virus por meses. De esta manera, los mexicas contrajeron y distribuyeron con el botín la propia enfermedad, que ahora cobró su cuota entre ellos, destruyendo a la población, y continuando su camino sobre amigos y enemigos por 100 años, como ya dijimos (1519-1619).

      Meses después de ese evento, las tropas españolas regresaron con otros aliados a tomar México-Tenochtitlan; la encontraron casi despoblada y la pudieron vencer sin muchos problemas.

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      Los síntomas no siempre fueron identificados por los descubridores y conquistadores debido a la gravedad que presentaron, pues en Europa y África la viruela fue ya un mal endémico o domesticado, que mató sólo a niños de cero a cinco años, si bien la densidad de población y su extensión territorial no eran comparables con las del Nuevo Mundo.

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      Además, las medidas que se tomaron no fueron siempre las más acertadas para lograr que la población se recuperara, antes bien, insistieron en continuar con la destrucción, la guerra, la caza de esclavos, la búsqueda irracional del oro y la ambición despertada por los bisoños descubrimientos mineros, desperdigando con ellos por estas nuevas tierras los males y sus secuelas.

      Las enfermedades pandémicas, al atacar a todos los grupos de edad, y las endémicas

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