Nueva pangea. Jesús M. Cervera

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Nueva pangea - Jesús M. Cervera страница 10

Автор:
Серия:
Издательство:
Nueva pangea - Jesús M. Cervera

Скачать книгу

y, sin perder tiempo, decidieron que irían a rescatar a Likaon, aunque no estuvieran del todo preparados y presumían que rescatar a su amigo supondría un suicidio. Partieron hacia la ciudad, con cuidado pues podrían quedar más policías por el camino o no tardarían mucho en mandar refuerzos para peinar la zona.

      —Tal vez será mejor que volvamos a la ciudad por la montaña paralela a la carretera, eso hará que sea más difícil vernos, no estamos muy lejos de la ciudad, a buen paso enseguida llegaremos.

      Mientras tanto, Likaon se encontraba en el gran edificio negro de la comisaría, esposado en la habitación en la que había estado Alexander. Se abrió la puerta y entraron los hermanos Lukhas y se le quedaron mirando. Likaon parecía muy tranquilo.

      —Tal vez cuando sepas lo que hemos pensado, empezarás a ponerte más nervioso.

      Mientras lo decía, esgrimía una sonrisa malvada, al tiempo que su hermano Hammer Lukhas ponía sobre la mesa una carpeta con fotos y documentos.

      —Sabemos de sobra quién eres y qué intentas, pero créeme no lo conseguirás pues no te mandaremos a una cárcel normal y corriente, tu plan no saldrá como esperas.

      Acto seguido los hermanos recogieron los papeles, salieron del cuarto y cerraron la puerta. Hammer se detuvo en medio del pasillo.

      —Preparadlo para el traslado, lo llevaremos al Keimusho.

      El policía abrió de nuevo la puerta de la habitación donde estaba Likaon, apagó la cámara, se arremangó el camal del pantalón y sacó un arma pequeña que tenía escondida, pero en vez de llevar balas con jeringuillas de líquido morado. Sin dudar, disparó varias jeringas a Likaon en el pecho, y este perdió el conocimiento. El policía le quitó las jeringas, las guardó en el bolsillo y volvió a conectar la cámara antes de salir de la habitación. A los pocos minutos entraron otros policías distintos, vestidos de azul, cogieron a Likaon y se lo llevaron al sótano, lo esposaron en la parte trasera de uno de los furgones, cerraron las puertas y dieron tres golpes para que el conductor arrancara el furgón en dirección a Keimusho.

      Pasadas unas horas, Marian y Alexander aparecieron por un camino entre montañas. Habían conseguido volver a Reicon. Se preguntaban cómo entrar en la comisaría y sacar a Likaon sin armar mucho alboroto. Parecía imposible. Un extraño ruido llamó mucho la atención de Alexander. Golpes. Empezó a seguir el sonido hasta que llegó a un pequeño callejón cercano en el que había varias chicos y chicas. Alexander no pudo contener su curiosidad y se acercó para ver qué ocurría y vio que estaban golpeando una pared de hormigón al final del callejón.

      —¿Qué estáis haciendo?

      —¿Eres nuevo? Están apostando quién deja una marca de su puño en esa pared.

      A Alexander le pareció la tontería más grande del mundo, una moda.

      —Tú estás fuerte. ¿Por qué no lo intentas?

      —No tengo interés.

      Se giró para marcharse, pero el chico insistió.

      —Si lo consigues, ganarás el bote de hoy.

      Alexander se asomó al interior del bote y vio que estaba lleno de reales.

      —Está bien… Lo haré.

      Así que se puso frente a la pared, cerró los ojos, cargó su puño hacia atrás y se centró en generar suficiente fuerza en su mano derecha como para hacer un agujero, pero sin destrozar la pared. Mientras tanto, Marian miraba apoyada en la esquina de callejón. Alexander lanzó un puñetazo contra la pared sin dudarlo e hizo una muesca diminuta, al ver esto, Marian decidido intervenir, pasó por medio de los chicos, se acercó a Alexander con la mirada seria y le dio una sonora bofetada, que enmudeció el callejón.

      —¿Para eso has estado entrenando? ¿Para no romper ni una estúpida pared?

      Alexander se volvió a poner en posición, cerró los ojos, echó el brazo hacia atrás, concentró su energía, y la tierra tembló levemente cerca de él cuando golpeó la pared. Generó una gran grieta ante los estupefactos muchachos.

      —Esto es otra cosa.

      Y dio la enhorabuena a Alexander con un leve beso en la mejilla. recogieron el dinero y Marian se acercó a una tienda. Uno de los chicos del callejón se plantó delante de ella.

      —Si necesitáis más dinero, podéis bajar a las alcantarillas. Allí se organizan peleas ilegales muy bien pagadas y con la fuerza de tu amigo seguro que más de una pelea ganaría.

      —No, ya tenemos lo que necesitamos, piérdete enano.

      El chico se quedó callado observando con cara de frustración cómo Marian volvía al lado de Alexander, y cuando iba a darle la bolsa de comida, el chico del callejón de una gran carrera cogió la bolsa y salió corriendo. Los dos amigos salieron tras él. Recorrieron varias calles, esquivando a la gente y saltando por encima del mobiliario urbano, parecía una carrera de parkour, pero el chico era bastante rápido, giró por un callejón y saltó por un agujero redondo. Marian quiso parar a Alexander porque se imaginó que estaban siendo forzado a ir a las alcantarillas, pero Alexander saltó sin dudarlo al agujero llevándose a Marian con él. Descendieron por un túnel y acabaron cayeron en medio de una especie de ring de piedra con algunos desperfectos y pequeños charcos de agua, iluminados por unos débiles focos. Los dos amigos se pusieron en pie rápidamente. Para estar en un agujero de las alcantarillas había bastantes personas y mucho más sitio de lo que se podía imaginar, aunque la mayoría eran críos y jóvenes, gritando con odio. Un chico flaco, con varios tatuajes, pelo mohicano salió del grupo y se dirigió a ellos.

      —Bienvenidos a mi budokan ring, me llamo Jack Allen y estos son mis dominios, así que ahora lucharéis si queréis salir de aquí sanos y salvos.

      Marian empezaba a estar de mal humor. Un joven fornido de diecisiete años bajó al ring con ganas de pelea. Quería quedar bien delante de sus coleguitas, pero sin mediar palabra, Marian le metió un golpe en el pecho que lo mandó volando a lo alto de las gradas nuevamente.

      —Devolvednos nuestra comida o esto va a acabar muy mal, para vosotros.

      Entonces Jack hizo una seña y otros dos chicos acompañados de una chica bajaron al ring en busca de pelea, pero ni Alexander ni Marian estaban para bromas y tanto los chicos como la chica acabaron subiendo a las gradas más rápido de lo que habían bajado y con alguna fractura de más. Así que fue Jack Allen en persona el que bajó al ring.

      —Puedo ser un pandillero, pero me considero un caballero, así que no peleare contigo, monada, pero le desafío a él, y como ya habéis visto, nos gusta apostar, así que la cosa es sencilla: ganadme en un combate y os iréis de aquí con vuestra comida, y sin más problemas, pero si perdéis, os quedaréis aquí y me perteneceréis como todos los demás.

      —Hecho —dijo Alexander.

      Marian se retiró del ring con cara de pocos amigos. Las gradas estaban llenas de gente joven. Un hombre bastante grande y corpulento al fondo miraba los combates. En el ring, Alexander se puso en guardia, pero Jack levantó la mano pidiéndole calma.

      —El reto de las alcantarillas de Reicon consiste en pasar una serie continuada de combates en aumento, primero contra dos, luego tres, cuatro y hasta cinco rivales. Una vez superados, el reto termina. Así que comencemos con la sangre.

      Mientras

Скачать книгу