Nueva pangea. Jesús M. Cervera
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Marian cerró los ojos y se puso en posición de jinete. Pasado un tiempo y muchos intentos, un aura amarilla intensa empezaba a recubrir su cuerpo.
—Impresionante, Marian, solo has tardado seis minutos, ahora abre los ojos poco a poco, pero no dejes de concentrar la energía.
Y así lo hizo. Continuó acumulando energía nega que sus ojos cambiaron de color y su cuerpo se transformó muy poco a poco en una mujer un poco más alta con una armadura de oro y un escudo, pero cuando estaba a punto de terminar la transformación, Marian se desconcentró y volvió a su estado normal, sin aura amarilla. Likaon aplaudió un poco pues estaba gratamente sorprendido de que a la primera hubiera podido conseguir tanto. De normal los iniciados apenas llegaban a sacar algo de energía.
—Enhorabuena, Marian, tienes un gran poder, ahora relájate. —La ayudó a sentarse en el suelo fuera del tatami para que se recuperara. Se giró hacia Alexander—. Es tu turno, sube si estás preparado.
Alexander accedió sin problemas. Estaba ansioso por descubrir su poder.
—Ahora ya has visto cómo se hace, solo tienes que intentar repetirlo.
Sin pensarlo, Alexander se puso en jinete, cerró los ojos y enseguida notó cómo una gran masa de energía salía de su corazón recubriendo su cuerpo de un aura dorada y cegadora. Se transformó en un hombre fornido con armadura y alas, pero al igual que había sucedido con Marian, tanto poder lo desbordó y perdió la concentración. Retornó su estado natural, y cayó de rodillas un poco exhausto. Al instante, levantó la cabeza esperando la sabia opinión de Likaon.
—Alexander, seas lo que seas, eres un Niju de los más poderosos que he conocido. Amigo mío, vas a tener muchos problemas pues tu poder es muy codiciado, algunos para usarte, otros para hacerte gladiador y otros, incluso, para extraerte ese poder que llevas dentro, pero tenéis que saber que, si el poder se separaba de vuestro cuerpo, moriréis.
—¿Morir?
—Sí, pero ahora volvamos a subir, y quedaros a cenar conmigo y a dormir esta noche por favor, debéis de descansar.
Los dos amigos aceptaron sin preguntar más. Likaon colocó un mantel marrón sobre la mesa y una ensalada en el centro, llevó un plato de carne para cada uno y, una vez hubieron cenado, les sirvió unos tés que tomaron tranquilamente a la agradable luz de la chimenea.
—Decidme algo, ¿por qué estáis corriendo por el mundo?
—Estamos buscando a mi madre y nos han dicho que está en la ciudad de Cervera.
La cara de Likaon cambió totalmente.
—Quiero haceros una propuesta, amigos míos.
Durante unos minutos solo se oyó el chisporroteo de las llamas, el silencio de la noche y algunos grillos en el exterior de la casa, hasta que Likaon rompió el silencio.
—Si os quedáis aquí durante un mes, prometo entrenaros a conciencia para que uséis vuestros poderes sin problemas y, a cambio, os acompañaré en vuestro viaje.
Alexander y Marian se quedaron callados y muy sorprendidos pues no esperaban esta propuesta, pero Alexander se puso en pie y extendió su brazo hacia Likaon para ofrecer su mano derecha en señal de amistad, Likaon aceptó y, a partir de ese instante, se unió a esta desconocida aventura de dos amigos.
Tal y como habían quedado, durante varias semanas los dos amigos fueron entrenados severamente por Likaon con distintas técnicas. Tenían que limpiar la cabaña, cortar leña de los árboles, cazar para comer y cenar donde él les decía, conseguir agua de un río y todo esto con sus propias manos y astucia. No podían ayudarse. Por las tardes entrenaban la lucha unas horas junto a Likaon, que se sorprendía gratamente de lo rápido que aprendían los dos amigos, pero lo que más le llamaba la atención era el poder latente de Alexander. Llegado cierto día, Marian salió a por agua al río, mientras Alexander decidió conseguir leña de un árbol cercano a la casa, así que se concentró y su impresionante aura dorada comenzó a brillar, y arremetió contra el árbol con varios puñetazos y una brutal patada que lo destrozó. Lo sujetó mientras caía y lo dejó en el suelo suavemente sin dañar la cabaña.
Likaon apareció rápidamente, gritándole desde lejos.
—¡No hagas eso, apágate rápido! ¡APÁGATE!
Alexander hizo caso a Likaon y rápidamente volvió a su estado normal.
—Recuerda lo que os expliqué hace días, cuanta más energía uséis, más fácil será que los cazadores nos encuentren con sus máquinas.
Y sin más, Likaon empujó a Alexander detrás de unos arbustos pues sabía que los policías de negro del gobierno no tardarían en invadir la casa. Así fue. A los pocos segundos, aparecieron coches negros de todos los lados con sus respectivos agentes, Likaon comenzó a transformarse y a luchar como una bestia, tumbando coches, golpeando agentes y destrozando pistolas, pues las balas no le afectaban, ni siquiera se le clavaban en la piel, pero cuando la victoria de Likaon estaba casi asegurada, apareció Hammer Lukhas y nada más verlo, Likaon se tiró contra él, enfurecido, pero Hammer empezó a llenarse de un aura gris y levantó solo su brazo derecho transformándolo en un brazo bastante grande, muy forzudo, lleno de pelo gris y su mano se transformó en una garra gigante con la que cogió a Likaon en el aire y lo golpeó violentamente contra el suelo repetidas veces. Uno de los policías disparó a Likaon con un arma especial de jeringas que, al clavarse en la piel, desprendieron un suero morado y Likaon se transformó de golpe, volvió a su estado natural, desaparecieron su aura y su fuerza y fue esposado sin problemas. Lo subieron a uno de los coches.
—¡Peinad y rastread bien la zona, quiero encontrar a los otros dos vivos! Si alguien los mata, responderá personalmente ante mí.
Casi todos los coches arrancaron y se marcharon. También el que llevaba a Likaon, mientras el resto de agentes se quedaban recogiendo muestras y pruebas en la casa de Likaon. Marian, que venía del río con dos cubos de agua, vio a Alexander tumbado tras unos arbustos observando a los policías que escudriñaban la casa de Likaon, así que se acercó despacio y con cuidado y le hizo señas para que retrocedieran sin llamar la atención de los guardias, pero justo cuando empezaban a moverse, uno de los policías les vio y avisó a todos sus compañeros para apresarlos, pero los dos amigos no estaban precisamente de buen humor, así que Alexander dejó brotar su aura y golpeó rápidamente al policía que los había visto y lo estampó contra uno de los árboles cercanos. En ese momento, notó un leve pinchazo en la pierna derecha, era la misma jeringa que le habían disparado a Likaon así que, conforme tocó la piel de Alexander, su fuerza y su aura desaparecieron y cuando el policía del arma extraña se preparaba para disparar otra jeringa contra Marian, descubrió que ya no estaba ahí, sino a su lado, y con su mano derecha, Marian sujetó el arma para golpear al policía con el reverso de la izquierda y mandarlo a volar contra unas rocas cercanas. Cuatro agentes de policía se acercaron a ellos. El aura de color brillaba en ella. A uno de los agentes lo mandó de un buen golpe al río cercano, a otros dos les estampó sus cabezas la una contra la otra y al que quedaba, le dio un fuerte puñetazo en el estómago que le hizo caer dolorido. Después se acercó a Alexander, y aunque este se encontraba bien, no podía hacer emerger su poder, debido a la jeringa que le habían inyectado en la pierna. Los dos amigos