Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar

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Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile - René Millar

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del entierro de Rosa y lo escribió días antes que se celebraran las solemnes honras fúnebres presididas por el arzobispo y el virrey el 4 de septiembre de 1617. El documento en cuestión se encuentra en la sección Manuscritos de América de la Biblioteca Nacional de Madrid junto a una copia incompleta de las visiones que tuvo Luisa Melgarejo a la muerte de Rosa54. Por cierto que ambos documentos son manuscritos, en letra del siglo XVII, aunque los copistas son distintos. Se desconoce por qué vía llegaron esos papeles al actual repositorio, pues lo único cierto es que dicha sección está constituida por documentación proveniente del antiguo fondo de la Real Biblioteca, por papeles que pertenecían al archivo del duque de Osuna y por compras efectuadas por Pascual Gayangos. Figura bajo el título “Noticia de la vida mística de sor Rosa de Santa María de Lima y de las curaciones obradas por su intersección” y tiene siete folios.

      El hecho de que esté junto con el texto de las visiones de Luisa Melgarejo no puede ser casual. Estas refieren la santificación de Rosa por Dios Padre, que la recibió en el cielo como esposa de Jesucristo. Por su parte, la relación anónima, en el fondo, refiere la santificación que el pueblo hizo de Rosa durante las honras fúnebres y entierro en respuesta a una vida de virtud. Esta hagiografía se divide en dos partes, en la primera se mencionan aquellos hechos de la vida de Rosa que muestran de manera patente que gozaba de dones sobrenaturales y que practicaba en grado heroico las virtudes cardinales y teologales. En la segunda se describen con cierto detalle las incidencias que se generaron en su entierro y los milagros que por su intercesión se realizaron.

      No deja de resultar interesante que el autor anónimo destaque una serie de hechos de la vida de Rosa, que también serán resaltados por las biografías posteriores. Para valorar esa situación debe considerarse que esta relación se escribió antes que se iniciara el proceso ordinario de beatificación, es decir, sin que se dispusiera de las testificaciones a las que, entre otros, tuvo acceso Hansen. Por el tipo de información que contiene esta “Vida” pareciera que las fuentes principales de que se nutrió el autor fueron los decires de algunos confesores. En la hagiografía queda en claro que Rosa fue poco conocida debido a su gran humildad; también se menciona que a los cinco años hizo voto de castidad, el que mantuvo hasta su muerte; se resalta el tiempo que le dedicaba a la oración, que llegaba a las 12 horas y que no iba a más porque muchas veces la vencía el sueño, que era uno de sus peores enemigos; en este tema recoge la historia de que para no ser vencida por él se ataba el cabello a un clavo que puso en la pared de su oratorio. De hecho, las mortificaciones que realizaba ocupan un espacio importante en el texto, pues a la práctica anterior añade la mención a la aspereza de la cama en que dormía; al uso de una corona con puntas metálicas, siguiendo en ello a Santa Catalina de Siena; también alude a las disciplinas y ayunos que acostumbraba practicar y que tenían un significado similar al que le asignaban las santas medievales, que veían en el sufrimiento y en la abstinencia un medio para el encuentro con Dios al imitar la pasión de Cristo55. Por último, destaca la oración contemplativa que practicaba en el jardín de su casa o en el convento de Santo Domingo, que la llevaba a tener visiones sobrenaturales y al encuentro con Jesús, con quien se desposó, teniendo a la Virgen como madrina.

      En cuanto a la otra parte del texto, el autor describe el impacto que provocó en los vecinos de Lima la muerte y entierro de Rosa de Santa María. Menciona con cierto detalle la aglomeración que se produjo en la casa de Gonzalo de la Maza cuando los fieles se enteraron del fallecimiento; luego se refiere al traslado de los restos al convento de Santo Domingo y a las incidencias que allí se vivieron hasta que pudo ser enterrada. Sobre el particular describe los tumultos que se produjeron a raíz de los intentos de los fieles por acercarse al féretro y obtener alguna reliquia de la difunta. También menciona la comprobación de la flexibilidad y fragancia de su cuerpo que realizó el arzobispo y oidores de la audiencia. Por último, se detiene en la enumeración de los milagros que realizó el Señor por la mediación de Rosa. El contacto con el cuerpo de la difunta hizo posible que varios tullidos y mancos sanaran, lo que también les aconteció a otros que se frotaron con tierra de la sepultura en que recién la habían enterrado.

      ¿A quién estaba destinado este texto? ¿Con qué objetivo fue escrito? Como lo hemos indicado, el autor es un miembro de la Orden de Santo Domingo y lo escribió para sus compañeros de religión. Pretendía que aquellos que no la conocían supieran de su admirable vida. Pero además, le interesaba mostrar a Rosa como un miembro de la orden con todo lo que eso significaba para el engrandecimiento de la misma56. Ellos debían alabar a Dios por haberles dado esta “santa” en “tan calamitosos tiempos”. Tenían que estar agradecidos con Él por lo que significaba Rosa para la Iglesia, para la Orden de Santo Domingo y para la patria, es decir, para la tierra que la vio nacer. Esta última idea, que tendía a identificar a la “santa” con el terruño, la reitera57. El autor trata de resaltar que Dios había hecho posible que en ese medio naciera y viviera una santa: “Niña entre nosotros, nacida en nuestra propia tierra y patria, de nuestra misma masa, con quien conversamos y tratamos”. También destaca el aporte de la Orden de Santo Domingo en cuanto contribuyó a hacer realidad esa maravilla. Sobre el particular señala que fue alimentada con “la leche de nuestra doctrina (y) sustentada con el buen ejemplo de los religiosos de esta casa”. Pero además de todo aquello, el autor buscaba comprometer a la orden en torno a la “devoción de la virgen soror Rosa de Santa María, nuestra hermana”; e incluso iba más allá en su objetivo como puede desprenderse del siguiente texto: “Nosotros padres pues, con nuestro ejemplo, con nuestra exhortación y palabras, hacemos santos, debiendo siempre, según el estado, aventajarnos, no nos quedemos atrás”. Esa impresión, en cuanto a que buscaba promover el proceso de beatificación de Rosa también parece confirmarla la frase con que termina el escrito: “Yo tendré cuidado, con ánimo de que Dios sea engrandecido, de enviar a Vs. Rs. un traslado de la certificación de la vida y milagros de esta santa, que a su cargo ha tomado el cabildo de esta ciudad”.

      Tal como se desarrollaron los acontecimientos pareciera que ese objetivo se cumplió con plenitud. Por los mismos días, específicamente el 1 de septiembre de 1617, el procurador general de la Orden de Santo Domingo, Fr. Francisco de Balcázar, presentaba al arzobispo una solicitud para que se recibiera “información ad perpetuam rey memoriam de la prodigiosa vida e insignes milagros de Sor Rosa de Santa María, religiosa beata de mi sagrado hábito”58. Simultáneamente, el cabildo de la ciudad hacía una petición similar al arzobispo con el objeto de que la vida y prodigios de aquella fueran conocidos en España y en estos reinos “y en los unos y los otros se haga estimación de vida a tal santa y a la tierra que ha producido tal fruto”. Por otra parte, las preguntas del cuestionario que debían responder los testigos de la causa, presentadas por el procurador general de la orden, abordaban con bastante detalle la vida, muerte y milagros de Rosa y, como era lógico, resultaban muy coincidentes con muchos de los puntos contenidos en la relación. El 5 de septiembre, el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero autorizó la apertura de las informaciones solicitadas.

      En consecuencia, la génesis de la “santificación” de Rosa de Santa María está asociada a Luisa de Melgarejo, que informó a la sociedad limeña del ingreso glorioso de aquella al cielo, pero también desempeñó un papel determinante el entierro y las honras fúnebres que se le dispensaron al cadáver. Las circunstancias que rodearon esos acontecimientos fueron, a los ojos de los fieles, la demostración más palpable de la acogida que Dios le había dispensado a Rosa. Los frailes dominicos, conscientes de la trascendencia de la reacción popular, de inmediato buscaron la manera de encauzar institucionalmente ese fervor popular, por lo que ello podía representar para el engrandecimiento de la Iglesia, de la patria y de la propia orden.

      Alabemos al Señor. Padres engrandezcamos su nombre y démosle gracias por los beneficios que de su mano recibimos, en especial por el cual al presente, en tan calamitosos tiempos recibimos de su mano.

      Fue su Majestad servida para gloria suya y honra de nuestra sagrada orden, darnos a nuestra buena hermana y beata Soror Rosa de Santa

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