Santidad, falsa santidad y posesiones demoniacas en Perú y Chile. René Millar
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Fue una cosa de espanto que con no poderse enterrar el día de San Luis, que fue el siguiente de su muerte; a la mañana viernes, con poner el cuerpo en un túmulo alto y dos sacerdotes arriba y otros muchos religiosos y guarda de alabarderos para que no pudiesen llegar seglares al cuerpo no fue posible; y así fue necesario, por las muchas voces y ruido que en la iglesia había al oficiar de la misa porque no se oía en el coro aunque se hacía señal con campanillas, viniesen algunos religiosos al mismo altar mayor y allí respondían; y como el pueblo sintiera acabado el oficio que la querían enterrar fueron tantos los alaridos, las voces y muchedumbre de gente que por entre las alabardas procuraron subir al túmulo, como de hecho subieron algunos, entre los cuales fue una la mujer de Jacome Carlos, manca y impedida de un brazo, la cual, con la devoción que pudo, hizo que una mano desta dichosa virgen la tocase el brazo enfermo y luego al punto sanó. Aquí fue donde todos se abalanzaron al cuerpo y viendo que le hacían pedazos los hábitos, procuraron hacer que la enterrasen dentro del convento; y entre la una y las dos, con el mayor secreto que pudo, la enterraron. Está dentro de una caja de cedro, cubierta la sepultura de ladrillos; y porque sabiendo el pueblo que la habían enterrado llegaron con tan grande extremo a llevar tierra de la sepultura que temimos la desenterrasen; pero el Señor, que se honra de sus santos, ha obrado mil maravillas en esta santa, con cojos, mancos, tullidos y otras mil enfermedades y achaques. A dos mancos impedidos de todo punto, que oraron encima de su sepultura refregando el brazo dolorido encima del, les concedió Dios salud. El uno es un sacerdote, hermano del padre fray Joan de Aranda, que apenas podía decir misa y ya manda el brazo como si no hubiera tenido enfermedad. El otro es un moreno conocido de todo el reino. El mismo día de su entierro en la tarde dio salud a un tullido que estaba sobre su sepultura llamado Alonso Díaz Durán, que por esta ciudad andaba arrastrando pies y manos pidiendo limosna. A un mulatillo, que ni aun con muletas podía andar sin arrimarse a las paredes, le dio esta virgen manos y pies tan ágiles que podía dar carreras y saltar sin ayuda de muletas. Aquella noche siguiente, a las diez de la noche, cobró salud en su sepultura un hombre llamado don Diego de Zúñiga, que había mucho que andaba notablemente contrecho de una pierna y padecía gravísimos dolores. Una india cacica de Chincha estaba hacía cuatro años tullida, habiéndose tocado con una reliquia de la bendita Rosa pidió vestir y se levantó buena y sana. A un hombre que tenía una pierna disformemente hinchada, una reliquia de esta virgen le dio salud. A otro hombre tullido, que en una silla le trajeron al sepulcro, que de otra suerte no podía menearse, le sanó de todo punto. En el Callao, la tierra de su sepulcro y sus reliquias han hecho muchos milagros que por abreviar la relación no los refiero.
El sábado 26 de agosto se mostró la imagen de nuestra Señora del Rosario, que está en este convento, con los colores del rostro tan encendidos y bañados de tan hermosos resplandores de luz que a todo el pueblo, que había concurrido a un milagro, le pareció que la imagen sudaba levantando el grito con un clamor grandísimo de devoción y con muy grandes lágrimas decían ser así. Averiguose que no sudaba sino que era un resplandor y alegría que mostraba la imagen en significación del excesivo y nuevo gozo que la emperatriz soberana tenía con las maravillas de su linda Rosa. Justo es pues Dios, nos ha hecho favores. Padres, que los conozcamos; que si los de fuera agradecidos de los referidos bienes que Dios a su Iglesia, a nuestra religión y a su tierra dichosa hace muestra tan gran de alegría; y exteriormente la ternura de su alma y corazón protestando mejorar la vida doliéndose de sus pecados. Nosotros padres pues, con nuestro ejemplo, con nuestra exhortación y palabras, hacemos santos, debiendo siempre según el estado aventajarnos, no nos quedemos atrás. Conozcamos las maravillas de Dios, engrandezcamos su nombre en sus santos y pues también hemos saber honrar a los suyos lleguémonos a él. Amémosle y con dolor de nuestra vida pasada pidámosle favor en la porvenir, acordándonos de la devoción de la virgen soror Rosa de Santa María nuestra hermana. El domingo que viene celebran en este convento sus honras por haberlo pedido así el Señor Virrey y Audiencia, el señor Arzobispo y cabildo. Pidiéndole juntamente para aquel día el altar y coro, vendrá el Señor Arzobispo vestido de pontifical, los señores del cabildo con sus capas de tel... y los demás señores clérigos en forma de comunidad con sus sobrepellices y el padre maestro Velázquez predicará por haber sido su confesor. Yo tendré cuidado con ánimo de que Dios sea engrandecido de enviar a Vs. Rs un traslado de la certificación de la vida y milagros de esta santa que a su cargo ha tomado el cabildo de esta ciudad.
* Este trabajo fue publicado originalmente en la revista Historia, nº 36, 2003.
1 Peter Burke, por ejemplo, sostiene que las cualidades del individuo no explican por sí sola a la santidad y que tampoco lo hacen las declaraciones de los testigos. A su juicio sería resultado de un proceso de “negociación” entre el centro y la periferia, entre el culto no oficial y el culto oficial, ver “How To Be a Counter-Reformation Saint”, en Religion and Society in Early Modern Europe 1500-1800, edited by Kaspar von Greyerz, London, 1984, pp. 45-55.
2 Jean-Michel Salmann, Naples et ses saints à l’âge baroque (1540-1750), Presses Universitaires de France, Paris, 1994, p. 284.
3 Teodoro Hampe Martínez, Santidad e identidad criolla. Estudio del proceso de canonización de Santa Rosa, Centro Bartolomé de las Casas, Cuzco, 1998, se refiere a las diferentes etapas que culminan en la santificación de la virgen limeña, pero inicia su análisis a partir de 1618, con la intervención del Príncipe de Esquilache, y no se plantea la cuestión que a nosotros nos preocupa.
4 Leonardo Hansen, Vida admirable de Santa Rosa de Lima. Patrona del Nuevo Mundo. Segunda edición, Vergara, España, 1929, p. 394, señala: “Tanto como todo esto montaba en el concepto de todos presenciar el entierro de una pobrecita hija de un soldado apenas conocida en Lima”. El doctor Castillo, como testigo en el proceso ordinario de beatificación dice: “Y lo que admiró a esta general moción, fue que hasta entonces no se habían manifestado sus revelaciones y favores que Nuestro Señor le hacía y sus milagros, y con todo eso, fue y concurrió a su entierro, muy grande concurso de toda la gente de la ciudad, teniéndola por santa y respetándola por tal y que estaba gozando de Dios”, en Primer proceso ordinario para la canonización de Santa Rosa de Lima, Transcripción, Introducción y Notas R.P. Dr. Hernán Jiménez Salas, Lima, 2002, p. 42.
5 En lo que toca a Chile se puede mencionar el caso de Fr. Pedro de Bardeci, lego franciscano de fines del siglo XVII, en proceso de beatificación y que en vida gozó de gran popularidad. Ver cap. IV de este libro. Para el Perú podemos mencionar al jesuita Francisco del Castillo, muy conocido y apreciado por la sociedad limeña de su tiempo, al punto que fue confesor del virrey Conde de Lemos y padrino de tres de sus hijos. Ver Armando Nieto, Francisco del Castillo. El apóstol de Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992, cap. XVII-XVIII y XXI.
6 Sobre la significación de los milagros en la santidad, ver Salmann, op. cit., p. 277 y ss. También, Éric Suire, La sainteté francaise de la Reforme catholique (XVIe-XVIIIe siècles), Presses universitaires de Bordeaux, France, 2001, p. 191 y ss. En todo caso, ambos autores hacen presente que dentro de la actividad milagrosa de los santos, el papel taumatúrgico es desempeñado de manera preferente por los hombres y que las mujeres aparecen sobre todo asociadas a las actividades proféticas.
7 Referencias biográficas sobre doña Luisa puede verse en Fernando Iwasaki Cauti, “Luisa Melgarejo de Soto y la alegría de ser tu testigo señor”, Histórica, vol. XIX N° 2, diciembre de 1995. Del mismo autor, “Mujeres al borde de la perfección: Rosa de Santa María y las alumbradas de Lima”, Hispanic American