Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig

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bien, paso la última página del libro, seguía con la misma frase del inicio y acababa: «¿Y tú por cuál puerta vas?», y abajo de todo en el centro del libro, decía: «Enhorabuena, acabas de leer tu propia historia... Por favor, responde si eres tú».

      Juliana estaba desconcertada, se quedó mirando hacia el horizonte.

      —Esto era lo que no quería que leyera Viviana, no tiene sentido.

      —¿Cómo que no, Juliana?, la respuesta la tienes.

      —Soy yo. —De repente, Juliana hizo parar el coche, salió de él, le pareció ver a alguien—. ¡Sam! ¡Sam! —Se dio la vuelta el hombre—. Lo siento, me habré equivocado.

      —¡Juliana! ¿A dónde vas?

      CAPÍTULO 2

      CAMBIOS

      Unos años antes...

      Kallen vivía en una ciudad de bastantes rascacielos, desde el accidente temía a equivocarse, iba todos los días a una oficina a entregar unos sobres con un contenido confidencial, Viviana, su madre, no le encontraba sentido.

      —Kallen, no quiero que asustes a Juliana, ya sabes que su memoria... Y con Mathew a cuestas no es conveniente que la vayas asustando.

      —Pero mamá, recibirá mi carta y para entonces me encontrará.

      —¿Y qué harás cuando te encuentre? Si ni siquiera te conoce.

      —Claro que me conocerá, habrá leído el libro que le di a su padre. Pero antes debo irme a hacer algo, ahora que se ha marchado.

      —K, vuelve, no creo que sea buena idea.

      —¿Por qué no, mamá?, prométeme una cosa, ni se te ocurra impedirle que lea el libro.

      —Eso jamás, para eso llevo su informe.

      —Ten cuidado con lo que haces, mamá, te vigilaré de muy cerca.

      —¡Oye, Sam Kallen Mathew!, a mí no me diriges la palabra de esta forma.

      K salió esa misma noche junto a su supuesta hija Nir.

      —Papa, siento que siempre estamos de viaje.

      —Cariño, la vida se compone de eso, de viajes más largos o más cortos.

      —¿Y cuándo llegaremos?

      — Cuando queramos abrir la siguiente puerta.

      Sam Kallen y Nir coincidieron en el mismo barrio donde vivían Juliana y Mathew.

      —Nir recuerda una cosa, no decir a nadie que...

      —Mathew y yo somos hermanos, lo sé, «papa», pero sabes que él sabe quiénes somos, y le pasará lo mismo que a ti.

      —Lo sé pero por ahora no ha pasado, tu hazte amigo para que me pueda acercar a...

      —¿Mamá?

      —¡No, Nir! Juliana.

      —Vale, papa, no te enfades, tendrías que aprender a estas alturas que me gusta bromear, por cierto, deberías volver a ponerte las gotas para los ojos o llevar las gafas, darías mucho el canto si sales con esa intensidad de ojos.

      —Ahora, ¿podrías volver a tu forma de más niña?

      —¿Por qué?

      —Nir, si aparentas tener la edad de tu hermano o un poco menos, os haréis amigos rápido.

      —Vale, está bien, pásame el agua.

      Nir, criatura descendiente de un ser incomparable y diferente, la habilidad de estar en la Tierra, al ser un planeta de agua, Nir, la única de la familia o no tan única, era capaz al beber el agua para cambiar de forma.

      —¿Y no crees que deberías dejar de llamar a eso que sucedió un accidente? Estoy bastante cansada.

      —Tranquila, todo se solucionará, ya perdí a uno de vosotros, no quiero perderla a ella... Nir.

      Nir bebió un sorbo de agua que había en la botella y empezó a transformarse hasta aparentar una niña con dos coletas a ambos lados.

      —Así está mejor, papa.

      —Sí, gracias, y que sepas que no soy tu verdadero papa.

      —Vale, papa —le remarcó Nir con una plácida sonrisa.

      Como ya sabéis la historia, Nir se hizo amigo de Mathew, hasta que ocurrió el día en que perdió la voz. Nir y Sam iban a casa de Juliana a enseñarle al pequeño Mathew el lenguaje de signos.

      —Papa —le dijo Mathew a Sam.

      —¿Sí?

      —¿Hasta cuándo voy a tener que ocultar lo que soy a mama?

      —¿Por qué lo dices?

      —Porque ella no ha perdido del todo la memoria.

      Juliana no entendía mucho lo que decian, ya que estaban aprendiendo el lenguaje de signos.

      —¡Hala! Muy bien, qué rápido aprende.

      —Sí, cuando son niños es fascinante a la velocidad que aprenden.

      —Me enseñarás a mí también.

      —Claro, puedes unirte a las clases con Mathew.

      Esa misma noche, Sam se acercó a Juliana.

      —¿Puedo decirte algo en privado?

      —Claro. —Dejando a los niños jugando en la habitación.

      —¿Por qué puerta vas?

      —¿Es broma?

      —No, no, es que he visto que estabas leyendo el libro ese... ¿Cómo se llama?

      —Lo que de verdad escondes.

      —¡Sí!

      —¿Y por qué, querías saberlo?

      —Porque lo leí hace tiempo, hace dos años, cuando mi mujer se fue de viaje.

      —Entiendo.

      —Y pensé que quizás tú...

      —¿Yo qué?

      —Te pasó algo.

      —No, nada que deba preocuparte.

      Megan pasó de largo, saludó a Juliana y se metió al cuarto de Mathew, Nir salió.

      —Papa, vamos ya.

      —Claro,

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