Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig
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—Gracias, Viviana, ¿y tú cómo sabes que se utilizan en terapias?
—Porque me lo dijo un amigo que es doctor y psicólogo, y bueno, te he desvelado un poco el misterio del libro —dijo entre risas nerviosas—. Te dejo, guapa, que tengo que hacer varias cosas.
Juliana se puso el chándal y salió a correr para que le diera un poco el aire. Lo que verdad escondes no solo trataba de lo comentado por Viviana, en verdad era otra mascarilla, disfraz ambiguo para ocultar el verdadero enigma.
«En qué momentos te has preguntado: ¿Quién soy o qué hago aquí? Nacemos en un mundo completamente desconocido para nosotros, aprendemos de la vida, y nos enseñan en la sociedad que vivimos. Anhelamos y luchamos por sobrellevar la mejor vida que podemos, siempre encontrando, alrededor del mundo que nos rodea, una diversidad de millones de estrellas, que contiene un planeta y un universo completamente diferente al nuestro. Diferentes y únicos somos cada uno de nosotros, los héroes existen, aquellos que nos cuidan, nos quieren, esos empáticos, esos humanos y seres que ayudan, salvan vidas, protegen. Y un infinito de estrellas que nos abrazan con luz cada día, al levantar cada amanecer, una oportunidad por disfrutar, conocerte, saber que te gusta. Nunca sabrás qué te puede aportar este maravilloso planeta que nos brinda de la naturaleza más sublime, con el océano más inmenso, que nos sigue regalando si no te abres a ella. ¿Y tú? ¿Quién eres? Seas quien seas, este es tu momento, por descubrir, aventurarte... A todo esto, ¿por cuál puerta vas de tu vida?».
Giró la página y en ella había escrita solo una frase en el centro:
«Los valores es una parte de tu esencia de luz, lo que disfrutas, es tu potencia de luz que te hará brillar junto a otras estrellas».
Juliana cerró el libro y lo dejó encima de su mesita de noche.
La familia estaba preocupada por Juliana, llevaba demasiado tiempo enganchada a ese libro, como si esperase una respuesta, que ella nunca llegaba a descifrar. Una tarde cualquiera estaban en el salón, su hermana Megan se sentó frente a ella.
—¿Qué? —preguntó Juliana.
—¿Cómo que qué? Juliana, llevas semanas absorbida por este libro. ¿Crees que vas hallar alguna respuesta? —le contestó Megan.
—¿Respecto a qué? —Cuando dejó el libro a un lado.
—¡No sé, tú sabrás! —Se levantó dándose la vuelta a ella.
—¡Respecto al padre de Mathew! ¿O me vas a decir que no tienes ni idea de quién es?
—¡Y no sé quien es!
—¡¿Cómo que no?! Alguien me dijo que sí.
—¿Quién? Si se puede saber.
—No importa. —Recordando aquella vez que sus padres mencionaron algo a escondidas de una tal doctora—. ¡Ocultarme las cosas no va a mejorar a que yo recuerde, Megan!
—¡No es cuestión de ti, Juliana! Ya veo que no lo entiendes... Ni tú ni nadie recuerda... Solo hay una persona que sí...
—¿Quién?
—No puedo decírtelo eso, te distraería aún más.
—Por mí no me importa, Megan. —Se acercó a ella—. Pero es por Mathew.
—Vale, no te enfades.
—¿Por qué?
—Si te dijera que Mathew... ¿Sabes?, da igual, quedaremos que las únicas personas que lo saben son dos.
—¡¡Megan!! ¿Qué sabes?
—¡No te lo puedo decir!
—¿Por qué? ¿Tú no quieres o porque alguien te ha dicho que no sería conveniente?
—Porque no quiero.
—¡Anda ya, Megan! Tu siempre has sido mi confidente, hermana, y no te creo... —Hubo una pequeña pausa—. Excepto que creas que me estás protegiendo de algo.
—Sí, será eso. —Miró el reloj—. Uyy, ¿no has visto la hora que es? Deberías ir a recoger a Mathew del colegio.
—Es verdad, pero esto no se queda aquí. —Cogió las llaves del coche y salió de casa.
Recogió a Mathew del colegio, Juliana estaba más callada que de costumbre, aunque siempre le brindaba una bonita sonrisa a su hijo.
Seguía pensando en lo mencionado por su hermana, «si dos lo saben tienen que ser mamá y papa», pensó... Pero ella sospechaba en por qué menciono a su hijo: ¿A caso sabía él algo que ella no supiera? Es verdad que llevaba un tiempo Mathew sin preguntar dónde está su padre, pero no quería decir nada, por si acaso.
—¿Que tal, cariño, el cole hoy? —dijo al cabo del rato.
—Bien, mamá, ha venido una niña nueva al cole.
—¿Y cómo se llama?
—Nir.
—¡Hala! Qué nombre más curioso.
—Sí, dice que se lo puso su mamá.
—Ahh, muy bien, pues es un nombre muy original, poco común, porque no se escucha demasiado por aquí.
—Sí... —Mathew se quedó mirando por la ventana, los árboles grandes y verdes, se escuchaba una música de fondo en el coche—. Mamá, ¿a dónde vamos?
—Te llevo a un parque nuevo, que te va a encantar.
Era primavera y los días se alargaban, el parque donde llevó Juliana a su hijo era maravilloso, se apreciaba el frescor del aire de la naturaleza, había un lago con patos nadando y un atardecer hermoso por el cual el sol cada día se escondía tras la montaña. Juliana se acostumbró a pasar las tardes con su hijo en ese parque jugando con él. Un día, tras recogerlo del colegio, Mathew le pidió si Nir podía acompañarlos al parque.
—Claro que Nir puede venirse un día, las veces que quiera, no hay problema.
Un día, tras pasar la tarde en el parque, Juliana volvía conduciendo hacia casa junto a Nir y su hijo.
—¿Vives aquí, Nir?
—Sí, gracias por traerme, señora.
—No hay de qué. Oye, Nir, antes de que bajes del coche.
—¿Qué?
—Me gustaría conocer a tus padres... No es por nada, pero me quedaría más tranquila si quieres venir más tardes con nosotros.
—Dirás mi papa.
—Bueno... A ambos.
—Yo no sé dónde está mi mamá,